Creciente oposición al golpe coloca a Myanmar ante la incertidumbre

Un manifestante mantiene el saludo de tres dedos contra el golpe militar en Myanmar, tomado de la película "Los juegos del hambre", que fue popularizada por las protestas a favor de la democracia en Hong Kong y Tailandia. Foto: CC BY-SA 4.0

Myanmar atraviesa una profunda crisis política. Durante la primera semana de febrero se sucedió un golpe militar y una movilización ciudadana que desafió abiertamente en las calles al ejército del país, en una reacción que recuerda las manifestaciones a favor de la democracia de 1988, ante el nuevo sofocamiento de una incipiente y tutelada gobernabilidad civil.

Durante el fin de semana, miles de personas han salido a las calles en la mayoría de las principales ciudades de la antigua Birmania en un claro desafío a la junta militar que tomó el poder el 1 de febrero, oponiéndose ruidosamente al golpe y exigiendo que se permita formal un gobierno civil a la Liga Nacional para la Democracia (NLD) de Aung San Suu Kyi, que ganó las abrumadoramente las elecciones de noviembre.

Las demostraciones de apoyo a la democracia aumentan a diario son miles y miles los que en este país del sudeste asiático con 55 millones de habitantes  expresan su rechazo al golpe militar, en diferentes formas de desobediencia civil.

Son imágenes que recuerdan a las de 33 años atrás cuando millones de estudiantes, funcionarios, trabajadores y monjes budistas salieron a las calles exigiendo democracia, pero en cambio aquellas protestas provocaron que los militares tomaran el poder en un golpe de Estado en septiembre de ese año.

Una vez más, el futuro de la transición del país a la democracia ha llegado a una encrucijada crítica. Después de semanas de tensión entre el ejército y el gobierno civil, el comandante en jefe, el general Min Aung Hlaing, tomó el poder al frente de una junta militar, que asumió todos los poderes del Estado por 12 meses. Después, aseguró, se celebrarían nuevas elecciones.

Justamente, el día que se consumó el golpe, debía comenzar la nueva legislatura, con el parlamento elegido el 8 de noviembre, donde el NLD obtuvo una aplastante victoria, con 346 bancas,  y la fuerza instrumental de los militares, el Partido de la Unión de la Solidaridad y el Desarrollo (PSUD) , sufrió una humillante derrota, al obtener solo 33 puestos.

Las protestas comenzaron a escenificarse “ruidosamente”, convocadas por las redes sociales. La gente comenzó espontáneamente a evidenciar su oposición al golpe creando una cacofonía de ruido de tambores, golpes, trompetas y cantos al unísono todas las noches a las 8:00 PM.

Desde entonces, los golpes de la ruidosa brigada ciudadana se han vuelto cada vez más fuertes, a medida que los principales centros urbanos del país se detienen y todo lo que se puede escucharse es el sonido rítmico del golpe de ollas y sartenes, todos mostrando su rechazo a los militares y su apoyo a Suu Kyi.

La mayoría de la gente en Myanmar apoya los ideales de democracia y quiere que el ejército se retire de la política de forma permanente, dijo a IPS el birmano Shwe Yee Myint Saw, quien se ha sumado a las protestas callejeras casi todos los días desde su comienzo.

“La gran mayoría de los que han salido a las calles son menores de 30 años. Como ve, la juventud de este país comprende lo que perdimos en 30 años de desgobierno militar, y no podemos permitirnos que se repita eso”, afirmó, consultado desde Bangkok, la capital tailandesa al igual que otros promotores de las movilizaciones.

Al igual que en 1988, Suu Kyi, la carismática imagen interna de la democracia y líder de la NLD está en el centro del movimiento. Efectivos del ejército la detuvieron el mismo lunes 1 y desde entonces permanece bajo arresto domiciliario.

Suu Kyi gobernó de hecho el país como jefa del Consejo de Estado, ya que no podía ser presidenta del país porque la inhabilita que sus hijos tengan pasaporte extranjero, británico  en su caso, una norma establecida por los militares, que se considera especialmente dedicada a ella.

Ahora se la ha acusado de tener bajo su posesión radios walkie-talkie importadas y no registradas, que se habrían encontrado en un registro en su domicilio, lo que según la legislación interna bastaría para condenarla a más de tres años de cárcel si fuese hallada culpable, lo que la impediría participar en las anunciadas elecciones de dentro de un año.

La mayoría de los líderes civiles del país también fueron detenidos en estas redadas al amanecer. Esto incluyó a todos los políticos clave, incluidos en presidente saliente, los líderes de la NLD, ministros del gobierno nacional y de los regionales, así como la mayoría de los legisladores del parlamento saliente y el que no llegó a establecerse. También fueron detenidos numerosos activistas pro democracia y derechos humanos.

Parte de esos detenidos fueron liberados posteriormente o quedaron bajo arresto domiciliario.

Los llamados a la desobediencia civil comenzaron el mismo día del golpe por parte de dirigentes de la NLD y de organizaciones de la sociedad civil, que utilizaron mayormente las redes sociales para hacer llegar su voz a la ciudadanía.

“Tenemos poder digital, así que lo hemos estado usando para oponernos a la junta militar desde el inicio del golpe”, dijo a IPS el activista de derechos humanos Thinzar Shunlei Yi, uno de los principales organizadores del Movimiento de Desobediencia Civil que se expande por Myanmar.

Para este dirigente “debemos seguir utilizándolo (el poder en las redes): para buscar el fin inmediato de esta cultura de golpes”.

Un manifestante mantiene el saludo de tres dedos contra el golpe militar en Myanmar, tomado de la película "Los juegos del hambre", que fue popularizada por las protestas a favor de la democracia en Hong Kong y Tailandia. Foto: CC BY-SA 4.0
Un manifestante mantiene el saludo de tres dedos contra el golpe militar en Myanmar, tomado de la película «Los juegos del hambre», que fue popularizada por las protestas a favor de la democracia en Hong Kong y Tailandia. Foto: CC BY-SA 4.0

Trabajadores de salud abrieron el camino con su huelga

Las protestas en las redes sociales se convirtieron rápidamente en una campaña de desobediencia civil iniciada por los trabajadores de salud del país. El día después del golpe, los trabajadores del sector sanitario impulsaron la resistencia pública al ejército al negarse a trabajar bajo un gobierno militar.

“No es que no nos importen nuestros pacientes, todo lo contrario, pero no podemos volver a trabajar bajo un gobierno militar”, dijo a IPS la médica Mya Oo, del Hospital General de Mandalay, la segunda ciudad más poblada de Myanmar, detrás de Yangón, la antigua capital.

La médica de uno de los hospitales que comenzaron la huelga el mismo lunes 1, aseguró que “todos sentimos que debemos hacer todo lo posible para detener este acoso y preservar nuestra democracia”.

El apoyo al movimiento de oposición ha crecido enormemente desde entonces, al incorporarse a la parálisis de los hospitales en las grandes ciudades la de los ministerios, escuelas, universidades  y otras instituciones gubernamentales.

Se multiplican las imágenes de personal sanitario y de otras entidades en “huelga democrática”, congregado frente a los edificios donde trabajan, con la cinta roja de protesta y y levantando desafiante el saludo de tres dedos de la oposición a la dictadura militar, rememorando la película “Los juegos del hambre”, que ya se popularizó en las protestas Hong Kong y Tailandia.

También ha habido una cascada de dimisiones en puestos gubernamentales.

Civiles en la calle

El primer fin de semana posgolpe militar fue cuando se produjo una eclosión de manifestantes en las calles de las ciudades del país, incluida las de la muy controlada capital, Naypyidaw, que demostraron así su enojo contra la interrupción del proceso democrático y los líderes de la junta militar.[related_articles]

Su principal demanda es que los militares den un paso atrás y reconozcan los resultados de las elecciones de noviembre y el incontestable triunfo de Suu Kyi y la NLD, aunque quienes ahora ostentan el poder aseguran, sin pruebas, que en los comicios hubo un fraude masivo.

“Votamos por Aung San Suu Kyi y ahora los militares intentan robarnos esta elección y ponernos bajo su duro control como antes”, dijo a IPS un joven universitario, Sandar, que prefirió no dar más datos de su identidad. “No lo aceptaremos: hemos probado la libertad democrática y sabemos que es la única manera de que nuestro país se desarrolle”, añadió.

Cada vez más funcionarios públicos se están uniendo al movimiento de desobediencia, cuyo nuevo paso es el de convocatorias a una huelga general.

El movimiento de desobediencia civil surgió de una campaña iniciada por jóvenes médicos en todo el país, que se transformó en una protesta masiva que involucra a todos los sectores de la sociedad, que quieren que se mantenga la democracia que comenzaron a respirar, pese a sus debilidades y partes oscuras, dijo Thinzar Shunlei Yi a IPS.

Suu Kyi dio su aprobación al movimiento, desde el lugar de su arresto en la capital myanma, Naypyidaw, según altos funcionarios de su partido, la LND, cuyo comité ejecutivo central emitió además una declaración explícita de apoyo al Movimiento.

Para recuperar la soberanía del país y restaurar la democracia, todo el pueblo de Myanmar debe apoyar este movimiento de resistencia política, de manera pacífica y sin violencia, se lee en el comunicado.

Hasta ahora, las autoridades se han mostrado impotentes para frenar el movimiento. Pero a medida que este adquiere fuerza en las calles, se teme que los militares decidan enfrentar por la fuerza las manifestaciones pacíficas y que ello lleve al derramamiento de sangre.

ED: EG

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