Toda niña tiene derecho a la educación

Foto: ECW
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El acceso a una educación inclusiva de calidad es un derecho humano universal. Cuando se ignora o niega el derecho inherente a una buena educación, las consecuencias son graves. Para una niña en un país en conflicto o desplazamiento forzado, el impacto se multiplica de forma brutal.

Además de su papel ya marginado en países devastados por la guerra o como refugiadas, las adolescentes y niñas se ven afectadas de manera desproporcional por las consecuencias de la pandemia de covid-19.

Incluso antes de que estallara la pandemia a principios de 2020, la educación de unos 39 millones de niñas se vio interrumpida como resultado directo de las crisis humanitarias. De estas, 13 millones de niñas se vieron obligadas a abandonar la escuela por completo.

El nivel de discriminación es tal que, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur),  las niñas refugiadas tienen solo la mitad de probabilidades de estar matriculadas en la escuela secundaria que los niños.

Hay dos de cada tres posibilidades de que las niñas en situaciones de crisis ni siquiera comiencen el colegio secundario. En el nivel primario, las niñas en situaciones de crisis tienen dos veces y media más probabilidades de no asistir a la escuela.

En situaciones de crisis, es más probable que las adolescentes se casen a los 18 años que terminen la escuela. Los embarazos precoces, la violencia de género y la explotación sexual y física son realidades a las que se enfrentan millones de niñas a diario. Tómese un momento y reflexione sobre esta brutal realidad. Imagínese si estas cifras fueran la realidad de nuestras propias hijas adolescentes.

La autora, Yasmine Sherif
La autora, Yasmine Sherif

El El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que las diversas consecuencias de la pandemia de covid podrían generar 13 millones de matrimonios infantiles adicionales entre 2020 y 2030.

Estas experiencias traumáticas conducen a tasas más altas de deserción, perpetuando ciclos de explotación y atrincherando a millones en la pobreza. Tales son las terribles consecuencias de las niñas que ya soportan conflictos y desplazamientos forzados y ahora sobreviven a otra amenaza, la pandemia.

Brindar educación a las niñas y adolescentes en crisis es absolutamente esencial hoy en día para empoderarlas y darles esperanza.

Su acceso a una educación inclusiva de calidad en circunstancias que ya son difíciles es tan transformador para ellas como seres humanos que surgen de las cenizas de la desesperanza como lo es para sus sociedades, que necesitan con urgencia niñas y mujeres empoderadas para reconstruir mejor.

Los estudios muestran que un mayor acceso a la educación aumenta drásticamente los ingresos de su vida, incrementan las tasas de crecimiento económico nacional, disminuyen las tasas de matrimonio infantil y desciende la mortalidad materna e infantil.

La educación de las niñas rompe los ciclos de explotación, protegiendo y empoderando a las niñas y adolescentes para que alcancen su potencial y se conviertan en agentes de cambio. Y el mundo necesita más que nunca agentes de cambio, sobre todo en los países afectados por conflictos y desplazamientos.

El Banco Mundial estima que si todas las niñas del mundo recibieran 12 años de educación de calidad, ya sea en un entorno de crisis o no, duplicarían sus ingresos de por vida, con un valor agregado de billones de dólares.

La educación brinda a las niñas habilidades y herramientas prácticas; las apoya emocionalmente y los capacita para procesar sus experiencias traumáticas; las prepara para enfrentar sus desafíos únicos, ayudándolas no solo a convertirse en miembros productivos de la sociedad, sino a convertirse, cada vez más, en líderes seguros de sus sociedades.

Sin embargo, hay una pequeña multitud justo en el escalón superior. Solo alrededor de 20 países tienen una jefa de estado o de gobierno, y menos tienen al menos un 50 por ciento de mujeres en el gabinete nacional. Pero como ha demostrado la covid, varios han tenido papeles decisivos en la protección de nuestra humanidad sobre la base de los derechos humanos universales.

Entonces, ¿cómo es el camino hacia el liderazgo cuando eres joven? ¿Cómo conseguimos que las niñas en situaciones de crisis accedan a la educación y luego desempeñen papeles importantes en la toma de decisiones de sus comunidades, sus economías y sus naciones?

La Educación No Puede Esperar (Education Cannot Wait o ECW, en inglés) es el fondo mundial lanzado en la Cumbre Humanitaria Mundial de 2016 para brindar educación de calidad a los más rezagados, es decir, 75 millones de niños y jóvenes vulnerables en países afectados por conflictos armados, desplazamiento forzado, desastres provocados por el clima y crisis prolongadas.

En ECW colocamos a las niñas y adolescentes al frente de nuestro trabajo, porque es su derecho humano inalterable y creemos en ellas como generadoras de cambios. Intervenimos de forma afirmativa: el sesenta por ciento de nuestro gasto total está orientado a una educación inclusiva de calidad para las niñas.

Afganistán, por ejemplo, es uno de los países más peligrosos para los niños debido a la inseguridad y el conflicto en curso.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calcula que 60 por ciento de los 3,7 millones de niños que no asisten a la escuela son niñas. Alrededor de 17 por ciento de las niñas afganas se casarán antes de los 15 años y 46 por ciento se casará antes de cumplir los 18.

Los matrimonios precoces contribuyen significativamente a las tasas de abandono escolar.

La Asociación de Bienestar para el Desarrollo de Afganistán, socio ejecutor de ECW, se acerca a los líderes comunitarios para brindar resultados reales a las niñas en las áreas más remotas de Afganistán, quienes hasta hace poco no podían ir a la escuela y recibir una educación de calidad.

ECW ha dado prioridad en Afganistán a la contratación de maestras. Esto se está logrando en Herat, donde el 97 por ciento de los maestros son mujeres y el 83 por ciento de los estudiantes en las clases de aprendizaje acelerado son niñas.

El primer año del Programa de Resiliencia Plurianual de ECW, cuya enseñanza comenzó en mayo de 2019, registró la creación de unos 3.600 cursos en nueve de las 34 provincias de Afganistán. Esto requirió que los maestros recién contratados, el 46 por ciento de los cuales son mujeres, enseñen a 122.000 niños. Casi el 60 por ciento de los niños matriculados son niñas.

En el distrito de Rodat, en la provincia afgana de Nangarhar, por ejemplo, los interesados de la comunidad y los ancianos religiosos estuvieron de acuerdo en que la falta de maestras calificadas obstaculizaba el acceso de las niñas a la educación, e inmediatamente se dispusieron a encontrar una.

No fue una tarea fácil, pero finalmente se contrató a una licenciada en química y biología y se convirtió en una luz de esperanza, ayudando a unas 40 niñas a regresar a clases.

Este énfasis en la educación de las niñas es crucial para nuestro futuro como familia humana y la prioridad debe estar en las niñas y adolescentes que quedan más rezagadas. Como dijo recientemente la subsecretaria de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed: “La educación de las niñas está especialmente amenazada en situaciones de emergencia y para los niños en desplazamiento y debemos continuar empoderando a esta próxima generación de mujeres líderes a través de una educación de calidad».

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer con la temática de este año de «Mujeres en el liderazgo: Lograr un futuro equitativo en un mundo covid-19».

Desde la perspectiva de quienes viven en países desarrollados, lo que podría ser ese futuro igualitario para las niñas en situaciones de crisis ha sido perversamente resaltado por las sombrías consecuencias del nuevo mundo del coronavirus.

A medida que pasa cada mes de bloqueos en los países ricos, aumentan los informes sobre los problemas de salud mental y el abuso infantil que sufren quienes no pueden acceder a su entorno normal de aprendizaje seguro en la escuela.

Las niñas, especialmente, están en riesgo y son las más propensas a ser presionadas en las tareas domésticas y sujetas a discriminación, privadas de un futuro.[related_articles]

Gordon Brown, enviado especial de la ONU para la Educación Global y presidente del Grupo Directivo de Alto Nivel de ECW, nos recuerda que el mundo en 2030 corre el riesgo de estar tan lejos de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en lo que respecta a la Educación (ODS 4) como lo estamos ahora, a menos que actuemos de forma decisiva.

Nadie debe quedarse atrás y eso significa abordar el apoyo que necesitan más de 75 millones de niños y jóvenes que necesitan apoyo educativo urgente en los países golpeados por crisis.

La educación no puede esperar a que termine un conflicto o una crisis para que los niños y jóvenes afectados por estos puedan reanudar su vida normal o los niños refugiados puedan regresar a casa. Las crisis prolongadas a menudo duran décadas y las familias atrapadas en conflictos pasan un promedio de 17 años como refugiados. Cuando se niega la educación a los niños, y esperanzas de algo mejor, se extingue el último rayo de esperanza.

La Educación No Puede Esperar se trata de esperanza y acción. Nos formamos para acelerar la carrera por alcanzar el ODS 4 en situaciones de crisis y desastres.

Al reunir a todos los actores de la comunidad humanitaria y de desarrollo, avanzamos rápidamente para cumplir con la fecha límite de 2030. Gracias a los gobiernos anfitriones, las agencias de la ONU, la sociedad civil y las comunidades, nos movemos con rapidez, eficacia y eficiencia.

Sin embargo, una educación de calidad para niñas y adolescentes en crisis requiere inversiones financieras. Siempre que haya fondos disponibles, juntos podemos ganar esta carrera por la educación de las niñas. De esto no tenemos ninguna duda.

T: MLM / ED: EG

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