Las banderas blancas de la pobreza ondean en Bolivia por auxilio

Al borde de la carretera entre Oruro y La Paz, mujeres con sus hijos, buena parte comerciantes informales, se sitúan con banderas blancas a la espera de donaciones de alimentos, tras quedarse abruptamente sin ingresos por la cuarentena, que con diferentes fases, vive Bolivia desde marzo para contener la pandemia de covid-19. Foto: Cortesía de Dehymar Antezana / La Patria
Al borde de la carretera entre Oruro y La Paz, mujeres con sus hijos, buena parte comerciantes informales, se sitúan con banderas blancas a la espera de donaciones de alimentos, tras quedarse abruptamente sin ingresos por la cuarentena, que con diferentes fases, vive Bolivia desde marzo para contener la pandemia de covid-19. Foto: Cortesía de Dehymar Antezana / La Patria

Son pedazos de tela de blanco desvaído atados a un improvisado palo que han comenzado a instalarse silenciosamente en las puertas de humildes viviendas de familias pobres y en las calles de la ciudad boliviana de Oruro. Es un signo de que el alimento en tiempo de cuarentena se ha agotado y es un llamado urgente a la solidaridad.

En esta urbe, a 250 kilómetros al suroeste de La Paz,  se vive una cuarentena desde el 14 de marzo. El occidental departamento homónimo fue el primero en ingresar en el plan de restricción a la circulación de personas tras detectarse siete de los primeros 10 casos confirmados en Bolivia de covid-19, para aquella fecha.

El gobierno boliviano estableció en junio una cuarentena dinámica condicionada, tras concluir la nacional y rígida entre marzo y fines de mayo. Ahora son los gobiernos municipales los que fijan los controles, incluidos los llamados “encapsulamientos” de la población, alternados con fases de flexibilización de la movilidad en las calles.[pullquote]3[/pullquote]

Hasta el 8 de julio, en este país de 11,7 millones de habitantes, había 41 545 personas contagiadas y 1530 fallecidas por la covid, según el Ministerio de Salud y datos reflejados en el mapa mundial de la pandemia de la estadounidense  Universidad John Hopkins.

La región de extensa altiplanicie de Oruro tiene como principal actividad económica al comercio de mercadería internada desde los puertos del norte de Chile, localizados a unos 500 kilómetros al este de la ciudad, y centenares de personas participan en la comercialización de bienes generalmente de procedencia asiática.

A ellos se suman personas con oficios y actividad independiente como albañiles, constructores, plomeros (fontaneros) y de otros oficios varios que al llegar la cuarentena cesaron en sus actividades, según el relato a IPS del director del programa de televisión “La cámara del pueblo”, Lizandro García.

Como un acuerdo colectivo adoptado al inicio de la cuarentena, personas solidarias sugirieron a las familias afectadas por el cese de actividades que alerten cuando queden sin alimentos con una bandera blanca.

Pocos días después las señales de auxilio comenzaron a aparecer, inicialmente en zonas alejadas y luego en el centro de la ciudad y la salida a la carretera que une a Oruro con La Paz, la capital política de este país plurinacional  enclavado en América del Sur.

Hoy, se observa a personas que circulan por las plazas principales de Oruro llevando una bandera blanca. Mujeres con varios hijos, sin dinero para el pago del arriendo (alquiler) de su vivienda y sin alimentos por la falta de ingresos en medio de la suspensión de actividades caminan con la esperanza de hallar donaciones, en la ciudad de un poco más de medio millón de habitantes.

Los datos del estatal Instituto Nacional de Estadísticas (INE) señalaban en 2012 que en la ciudad de Oruro,  33,20 por ciento de la población se hallaba en la pobreza y el dato equivalía a unos 100 225 habitantes de 301 715 censados en ese año, con alta presencia como en el resto de la región de población aymara, uno de los dos pueblos originarios mayoritarios en Bolivia, junto con el quechua.

La población desempleada es aquella que inundaba las ferias comerciales en diferentes zonas de la ciudad andina. Vendían aguas refrescantes hechas en base de duraznos deshidratados, ofrecían jugos de naranjas e infusiones de plantas medicinales, describió a IPS la responsable del área de Trabajo Social del Servicio Departamental de Salud (Sedes) de Oruro, Virginia Heredia.

Antes de la pandemia, cada persona creaba su actividad de servicios y generaba su fuente de empleo.

“Oruro es una ciudad donde la mayoría de las personas se dedica al comercio informal y cada día sale a vender en diferentes ferias. Estos medios de ingreso han desaparecido; ya no pudieron vender y surgió la necesidad de colocar las banderitas”, comentó Heredia.

De esos comerciantes informales orureños, las mujeres son las más vulnerables, destacó. Un ejemplo es el de la organización de comerciantes instalada en la Estación de Autobuses Oruro, en que 115 de los 120 integrantes son mujeres, que quedaron abruptamente sin clientes al desaparecer los viajeros desde marzo.

“La mayoría son solteras o mayores con hijos; vendían comida, refrescos, jugos de naranja”, complementó la secretaria general de la organización, Ivonne Patricia Vargas en diálogo con IPS.

Las mujeres que se ubicaban alrededor de la terminal terrestre, cerrada por la suspensión de servicios de transporte a otras regiones, ahora están en las calles y carreteras portando banderas blancas.

“He buscado ayuda de la Alcaldía, de los mismos periodistas y de otras instituciones. Nos han traído víveres pero no alcanza para la totalidad”, por eso elegimos a las que más necesitan, dijo Vargas con una voz impregnada de desaliento.[related_articles]

García, desde su programa de televisión, y Heredia, con el apoyo de la filial en Bolivia de la oenegé estadounidense Humanity & Inclusion (HI), ayudan en estos días a aliviar la falta de alimentos entre familias pobres en medio de la emergencia sanitaria.

El periodista logra alimentos de donación entre sus oyentes y cada día entrega raciones de arroz, azúcar y otros productos a familias pobres que acuden a la sede de su programa de televisión.

Heredia ayuda a las personas con discapacidad en las poblaciones cercanas de Caracollo y Huanuni, y la propia ciudad de Oruro, con donaciones de comida y productos de higiene personal. Unas 190 personas se beneficiaron con la última campaña.

Un salario diario menor a 10 dólares animaba a decenas de personas a crear su propia actividad laboral. En un día de sol, una persona exprimía naranjas y las transformaba en agradable jugo y durante una jornada de alta demanda conseguía una ganancia de 60 bolivianos, equivalente a unos nueve dólares, relató Heredia.

En Bolivia, el salario mínimo está fijado en el equivalente a 305 dólares, pero según el Observatorio de Deuda Social solo 38,75 de la población activa está asalariada, y el resto se ve obligada a crear sus propios medios de generación de ingresos, según destacan diferentes organizaciones.

Las aguas refrescantes orureñas, que se producen con una mezcla de azúcar y extracto aromático de duraznos secos, dejaban una ganancia de un dólar y medio por día a humildes mujeres que saciaban la sed de otros ciudadanos de menores ingresos, según los testimonios de la especialista.

“Las simulaciones realizadas con datos de la Encuestas de Hogares 2018 sugieren que los ingresos totales de las familias que tienen niños, niñas, adolescentes o mujeres embarazadas podrían reducirse entre 17 por ciento y 50 por ciento,  dependiendo de las características del aislamiento establecido por el gobierno”, señala un informe realizado por Unicef sobre la Protección de la niñez frente a la crisis de la covid.

El estudio estima un crecimiento de la pobreza entre ocho y 20 por ciento, como efecto de la reducción de ingresos familiares, y entre seis y 11 por ciento de la clase media “podría pasar a la categoría de ‘vulnerables a la pobreza’, lo que eleva la presión sobre la cantidad de hogares pobres en el futuro”.

Las recomendaciones de Unicef (Fundación de las Naciones Unidas para la Infancia) sugieren la aplicación de un sistema de protección social integrado para dos tercios de la población a través de una segunda asignación de bonos a familias, estudiantes y personas que no obtienen ingresos formales para que las pérdidas en ingresos “aminoren sustancialmente”.

Ed: EG

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