Imaginemos que una empresa compra la mayor parte del territorio de la costa de un país. Y que decide desde entonces quién puede pasar y quién no para bañarse en el mar. Algo de eso es lo que quiere proponer Facebook sobre el debate público: adueñarse de algo común para seguir capitalizando, bajo sus propias reglas, la atención de las personas alrededor del planeta.
Twitter y Facebook bloquearon publicaciones de Donald Trump y suspendieron su cuenta. El aún presidente de Estados Unidos es antidemocrático, su trayectoria política no deja dudas. Sin embargo, la preservación de la democracia deben hacerla las instituciones públicas, no las corporaciones. En ese sentido, por más simpática y justa que parezca la censura a Trump en medio de una instigación al golpe de Estado, es un antecedente peligroso.