Emilia* cuenta que llevó a su familia a México después de que su hermano y dos de sus hijos fueran asesinados en El Salvador, su país natal. De los miles de personas que huyen de América Central a México, ella fue una de las afortunadas. Después de solicitar asilo, México le dio protección y residencia. La gran mayoría no corre con la misma suerte.
El panorama que ofrece una de las fronteras más tristemente célebres de la Tierra -alrededor de 1.000 kilómetros de porosa valla metálica- que divide vidas, esperanzas y sueños entre Estados Unidos y México, es sin duda abrumador, pero no del modo que esperábamos.
Hace 10 años, llegué a México por primera vez. Con una pesada mochila sujeta a la cintura, crucé a pie el largo puente de cemento que separa México de Guatemala.