El apuro del gobierno sudafricano por suministrar agua a millones de personas tras la caída del régimen del apartheid posiblemente haya comprometido la capacidad de prestar este servicio al país a largo plazo.
“Si no tengo mis pastillas, no sé qué pasará. Probablemente me enferme otra vez, muy gravemente. Quizás muera”, dijo Xoliswa Mbana* mientras preparaba a sus cuatro hijos para ir a la escuela en un asentamiento informal de esta ciudad de Sudáfrica.