A los cinco meses del comienzo del año lectivo, los padres de Sneha, de 15 años, la sacaron de la escuela en Bhilwara, una ciudad del desértico estado de Rajasthan, en India, porque necesitaban que cuidara de sus cuatro hermanos menores, cocinara y limpiara mientras ellos trabajaban en la granja.
Un devastador incendio en un asentamiento precario en Kalindi Kunj, en Nueva Delhi, que se tragó las casas de 226 refugiados rohinyás, procedentes de Myanmar (Birmania), entre ellos 100 mujeres y 50 niños, concentró la atención sobre la política de India hacia los migrantes internacionales.
El gabinete de India aprobó el proyecto de ley sobre Tráfico de Personas, que propone penas que pueden ir de 10 años de cárcel a cadena perpetua por trata y tráfico humano con el fin de mendicidad, prostitución, trabajo forzado o matrimonio, entre otras.
India no está tan lejos de la realidad que sufre la sudafricana Ciudad del Cabo, que llegará a su “hora cero” el 15 de julio, cuando sus 3,78 millones de habitantes, ricos, pobres, jóvenes, mayores, hombres y mujeres, tengan que hacer fila con sus bidones en ciertos grifos públicos para recibir su cuota de 25 litros al día.
Rekha Rajagopalan, maestra de escuela de 26 años, vivió toda su vida en la sureña ciudad india de Chennai. Pero en 2015, cuando se casó, migró hacia la capital porque su esposo y la familia de éste estaban radicados allí.
La policía de Nueva Delhi lanzó una iniciativa única para frenar el espiral de violencia contra las mujeres en esta ciudad, conocida como la “capital de la violación”: un escuadrón de ciudadanos, que asisten en la prevención y la detección de delitos y contribuyen a mantener el orden.
Los desacuerdos y otros diferendos fronterizos no resueltos entre China e India, dos de las civilizaciones más antiguas, no han impedido que forjaran fuertes lazos de cooperación en diversos ámbitos.
La reformada Ley de Beneficios para la Maternidad, de 1961, que aumentó de 12 a 26 semanas la licencia maternal paga en India, generó más malestar que aplausos por su carácter discriminatorio.
Las terribles condiciones en que están las presas del ala seis del complejo carcelario de Tihar, en India, el mayor de Asia meridional, generó un revuelo mediático en este país cuando un popular canal de televisión denunció la situación.
En un contexto económico mundial tenso, agravado por el cambio climático y la reducción de los recursos, la seguridad alimentaria y la nutrición son un gran desafío. India, la tercera economía en magnitud de Asia y el segundo país más poblado del mundo, con 1.250 millones de personas, no es la excepción.
La campesina india Deepa Kumari tuvo que abandonar su granja en el distrito de Pithoragarh, en el estado indio de Uttarakhand, en el Himalaya, tras las inundaciones del año pasado que le costaron la vida a su marido. Y como ella, millones de personas se ven obligadas a dejar sus hogares en India por la reiteración de eventos climáticos extremos .
Sunita Pal, una frágil adolescente de 17 años, yacía tirada en una cama de la sala femenina del hospital Ram Manohar Lohia, en la capital de India, con su rostro cubierto de vendas, que solo dejaban ver el moretón del ojo y la hinchazón de los labios, cuando relató a un canal de televisión local el suplicio que soportó de sus empleadores, quienes la golpeaban con un palo a diario.
La reciente inauguración de Amaara, el primer banco de leche humana de Nueva Delhi, apoya la meta de la reducción de la mortalidad infantil y aborda la cuestión fundamental de la falta de leche materna de los recién nacidos con fragilidad física en la capital de India.
Después de que el mar le arrebatara su casa y su familia en el distrito costero de Bhola, en Bangladesh, la agricultora Sanjeela Sheikh quedó desconsolada. Despojada de todas sus pertenencias, con su tierra inundada y sus seres queridos muertos, pensó en el suicidio.
Las mujeres constituyen casi la mitad de los 1.200 millones de habitantes de India, pero la desigualdad de género y la mentalidad patriarcal que perduran conspiran para excluirlas de algunos sitios sagrados en pleno siglo XXI.
Temprano por la mañana, varios agricultores en esta aldea de India escuchan con atención a la Sarathi Jhalak, una radio comunitaria que transmite un programa sobre el cambio climático.
Las muertes por esterilización no son muy conocidas en India. Pero un trágico episodio ocurrido en 2014 en que 12 mujeres murieron tras una fallida campaña estatal masiva de esterilización en el central estado de Chhattisgarh ocupó los titulares de la prensa internacional.