La muerte de más de 260 personas esta semana en Nigeria por la explosión en un oleoducto sumó una tragedia más en este tipo de infraestructura petrolera, instalada en las zonas más pobres del país.
"Cuando iba a casa, a menudo notaba que todas las toallas, jabones y esponjas que estaban en el baño habían desaparecido", dijo Isaiah Ojeabulu, presidente de la Asociación de Derechos Humanos de Personas Afectadas por la Lepra de Nigeria, y quien también padeció esta enfermedad.
Uzonna Tochi levantó el teléfono la semana pasada en su casa en Nigeria. "Por favor, haz algo rápido para salvar mi vida. Podrían ejecutarme en cualquier momento", le suplicó desde el otro lado del tubo su hermano mayor, Iwuchukwu Amara Tochi, desde Singapur.
Cuatro días después de que se mudaran a una casa en Sango Otta, un suburbio de la capital de Nigeria, Soji Alawiye, su esposa embarazada y sus dos pequeños hijos murieron mientras dormían.
En Agege, un suburbio del centro comercial nigeriano de Lagos, Augusta Uyi-Evbuomwam se ha vuelto indispensable.
El acuerdo alcanzado por el gobierno de Nigeria y los insurgentes del Delta del Níger es frágil, y nada asegura que el precio internacional del petróleo tenga hoy en esta zona un dique de contención.
Aumenta en Nigeria la controversia por la aprobación en el Senado de un proyecto de ley de regulación de los sindicatos que, según sus líderes, limitaría el derecho de huelga y conspiraría contra la unidad de la central nacional de trabajadores.
Sucede por la noche, en las penumbras de los pantanos y calas del delta del Níger, en el sur de Nigeria. Un grupo de hombres perforan alguno de los oleoductos, extraen petróleo crudo o refinado y lo cargan en barcazas o camiones.
Millones de personas reciben mensajes de correo electrónico procedentes de Nigeria, que los tientan a enriquecerse participando en la transferencia internacional de grandes fortunas. Ahora el gobierno nigeriano busca poner fin a esas estafas.