Ya había caído la noche cuando la amazonense Irajane Souza recibió una llamada de su hermano, que trabaja en el aeropuerto internacional de Manaos, en el norte de Brasil: una familia venezolana de 17 miembros acababa de descubrir que les habían engañado. Los billetes de avión que habían comprado eran falsos y no tenían forma de continuar su viaje. Su hermano quería ayudar a la familia, pero no sabía cómo.