MÉXICO: ”Quieren transgénicos por las buenas o por las malas”

El científico Ignacio Chapela, quien alcanzó notoriedad en 2001 por descubrir que el maíz mexicano criollo había sido contaminado con transgénicos, anunció a Tierramérica que pasará a la ofensiva en la guerra que, asegura, mantienen en su contra las transnacionales de la biotecnología.

Tras sufrir lo que describe como ”tres años de ataques y desprestigio”, que lo tienen al borde de perder su puesto de profesor e investigador de ecología microbiana en la estadounidense universidad de Berkeley, el mexicano Chapela, de 45 años, indicó que presentará una denuncia en cortes estadounidenses sobre su caso.

Chapela afirma que recibió fuertes presiones y amenazas, incluso de funcionarios del gobierno del presidente mexicano Vicente Fox, para no publicar en la revista especializada británica Nature un informe científico sobre la contaminación del maíz local con sus parientes transgénicos, también conocidos como organismos genéticamente modificados (OGM).

La contaminación reportada y luego reconocida por el gobierno se produjo a pesar del veto legal que existe en México, centro de origen de esa gramínea, para la siembra de maíz transgénico.

Chapela sostiene que las transnacionales que promueven la campaña de desprestigio en su contra son las mismas que alientan el proyecto de ley sobre bioseguridad que diputados de México aprobaron el año pasado y que podría convertirse en norma obligatoria si el Senado hace lo mismo en semanas próximas.

El investigador, que dijo sentirse ”una persona non grata” en los círculos científicos de México, dialogó vía telefónica con Tierramérica desde sus oficinas en Berkeley..

—Usted denuncia que por sus posiciones contra los transgénicos está a punto de perder su trabajo en la universidad de Berkeley, que ejerce desde 1997. ¿Responsabiliza a las empresas biotecnológicas? —Mi trabajo ha estado en entredicho por lo menos tres años, que han sido de ataques y desprestigio. Normalmente la evaluación que solicité en Berkeley para que se me confiera la calidad de profesor permanente dura unos seis meses, pero en mi caso ya lleva años y es posible que me despidan. Todo por presiones de firmas transnacionales y de investigadores mexicanos favorables a la biotecnología como Luis Herrera (considerado uno de los padres de la biotecnología).

—¿Todo esto sucede porque usted publicó su descubrimiento sobre la contaminación del maíz mexicano? —Hay dos motivos en realidad. Uno es el haber denunciado la presencia de maíz transgénico en México, hecho por el que me amenazaron incluso algunos funcionarios del gobierno mexicano, quienes sostenían que mi estudio perjudicaba al país, y la otra es que en 1998 me expresé contra propuestas para que la empresa de biotecnología Novartis tome el control de toda nuestra facultad (de Ciencias Ambientales de Berkeley).

—¿Qué hará para evitar su salida de la universidad de Berkeley? —La batalla que damos es a través de una querella interna en la universidad y estamos por lanzar una demanda legal ante las cortes (de Estados Unidos) por todas las presiones y amenazas que he recibido. La demanda será contra los regentes de la universidad, pero allí saldrán a relucir también las transnacionales y algunos mexicanos. Además, en noviembre creamos la fundación el Pulso de la Ciencia, para discutir el rol de las transnacionales.

—Hay varios científicos mexicanos, entre ellos Luis Herrera, que no comparten sus ideas y apoyan la investigación sobre transgénicos. ¿Hay intereses oscuros entre esos científicos? —Lo que hay son razones obvias como el dinero. Mucho del dinero que reciben viene de estas mismas compañías, a las cuales no les conviene que haya gente como yo, que cuestione lo que están haciendo. Otra razón es que muchas de estas personas apuestan a la biotecnología desde hace más de 20 años, y quieren que funcione por las buenas o por las malas.

—¿De verdad son tan malos los transgénicos? —Las biotecnología es una serie de manipulaciones con mucho potencial, de eso no hay dudas. El problema es el potencial efecto de la liberación a gran escala de organismos transgénicos, lo que no debería hacerse mientras no esté claro el tema de la seguridad ambiental y no se hayan evaluado otras alternativas más baratas y aceptables.

—¿Qué opina en torno a la ley sobre bioseguridad para los transgénicos que podría entrar en vigor este año en México? —En el mismo título se ve el problema, pues es una ley que va a declarar que estos organismos son bioseguros. Es una ley que legaliza la contaminación transgénica e impide que puedan imponerse responsabilidades si hay problemas, accidentes o desventajas de la liberación de transgénicos al ambiente. Espero que la ley finalmente no se apruebe.

* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 5 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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