La pandemia de covid-19 es la causa directa de la muerte de cientos de indígenas en América Latina. Los líderes de gobierno que no han logrado controlar la propagación del virus, ya sea por negligencia o por falta de preparación, son igualmente responsables de las víctimas de la enfermedad.
Ahora que los gobiernos y los Estados comienzan su complejo viaje hacia la recuperación de la recesión económica causada por la pandemia de la covid-19, puede haber una amenaza mayor para los pueblos indígenas, sus tierras y recursos, alertaron con preocupación especialistas en el tema.
La deforestación en la Amazonia facilita la transferencia de diversos patógenos de animales silvestres a los seres humanos, advierte un estudio que analizó los problemas y actividades asociados con dicha práctica en la
Amazonía brasileña y que dan lugar a lo que los autores llaman la "tormenta perfecta" para la aparición y resurgimiento de
enfermedades infecciosas.
Un ecologista de Camerún que denunció la apropiación de tierras por una empresa trasnacional fue condenado a pagar una multa de 1.800 dólares o tres años de cárcel, además de 18.000 dólares de indemnización, un fallo que podría intimidar a otros que deseen proteger los recursos naturales del país.
Cada minuto que pasa el mundo pierde 23 hectáreas por la degradación de la tierra, lo que en un año equivale a la desaparición de 12 millones de hectáreas, un poco más que la superficie de Nicaragua.
“No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos”, reza un antiguo proverbio que condensa la esencia del concepto de sostenibilidad como lo ven los numerosos pueblos indígenas.
Naifa Yussef, de 30 años, y otros 50 integrantes de su comunidad beduina viven al día en condiciones precarias, al borde de la ruta que lleva de Jerusalén al mar Muerto y a la antigua ciudad de Jericó. Y ahora corren el riesgo de ser desplazados a la fuerza por las autoridades de Israel.
Agencias de ayuda exterior de Estados Unidos y de Gran Bretaña habrían ignorado y minimizado testimonios fidedignos de comunidades étnicas de Etiopía que acusan a su gobierno de desplazarlas y de violar sus derechos en nombre del desarrollo.
Algunos países de América del Sur afectados por el acaparamiento de tierras comienzan a tomar medidas para contrarrestar el fenómeno.
Para poder sobrevivir, Sackie Qwemie está obligado a trabajar para la compañía Equatorial Palm Oil (EPO), que se quedó con sus tierras en el noroeste de Liberia.