Los productos de la acuicultura pueden ser decisivos para alimentar a la humanidad y ayudar a preservar la salud de los océanos y de las especies que los habitan, indicó un reporte sobre esa creciente actividad divulgado este miércoles 18 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Habiendo agotado las
poblaciones de peces en aguas internas, las flotas de grandes naciones pesquera, especialmente de China, ahora se trasladan hacia aguas territoriales de los países de bajos ingresos para satisfacer la creciente demanda de mariscos, según un estudio publicado por el Instituto de Desarrollo de Ultramar (ODI).
Frente al agotamiento de las poblaciones marinas y delitos como la pesca ilegal, más países de América Latina y el Caribe fortalecen acuerdos regionales y actualizan sus leyes nacionales sobre un sector que aporta siete por ciento de la producción mundial.
A pesar de la humedad de un típico mediodía de octubre en el condado de Kisumi, cerca de la costa del lago Victoria, en Kenia, Jane Kisia da vueltas alrededor de sus estanques alimentando a los peces. A medida que les lanza el granulado, estos lo devoran con avidez.
Para 2030, un nuevo informe mundial pronostica un importante impulso al bajo consumo de pescado actual de América Latina y el Caribe.
Guarecidos del sol con sombreros de ala ancha y camisas de manga larga, obreros del centro piscícola La Juventud lanzan pienso en los estanques donde ceban a las tilapias, un pez escaso en los mercados de Cuba, aunque muy demandado.
La prohibición de extraer mariscos en Chiloé, por un gravísimo brote de marea roja, generó un estallido social que aisló parcialmente a miles de habitantes de ese archipiélago del sur de Chile y reavivó las críticas a un modelo exportador que mantiene pobres y marginados a los pescadores artesanales.
“La pesca no solo sirve para vivir, sino también para pasarlo bien”, asegura Pedro Pascual, un pescador de 70 años, que desde hace 50 toma su lancha y se interna mar adentro de madrugada para buscar el sustento diario, en las costas del océano Pacífico de Chile.
Horace Walters viajó 6.903 kilómetros desde su natal Santa Lucía hasta París para entregar un mensaje sencillo pero urgente a la comunidad internacional, reunida en la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Los productos del mar aportan una considerable cantidad de proteína animal a la alimentación de las personas en todo el mundo y 12 por ciento del sustento de la población mundial depende en forma directa de la pesca y la acuicultura.
El cambio climático reduce el número de algunas especies de peces en los lagos de Uganda y de sus vecinos de África oriental, con consecuencias negativas para las millones de personas que dependen de la pesca para alimentarse y ganarse la vida.
El zimbabwense Hillary Thompson, de 62 años, arroja los granos de arroz que quedaron de su última comida, mezclados con restos de cerveza que elaboró con su propio sorgo, a una piscina que ha convertido en estanque acuícola.
El modelo de explotación pesquera desarrollado en la última década en América del Sur y que convirtió a esa industria en una potencia mundial, arrasa con la pesca artesanal en las costas del océano Pacífico, un oficio ancestral que avanza ahora hacia su desaparición.
Eran las cinco de la tarde y Buba Badjie, un capitán de barco, acababa de traer su pesca a la orilla. Había pasado 12 horas en el mar frente a Bakau, una importante zona pesquera en Gambia.
Cuando el tsunami asiático arrasó a varios países de la costa del océano Índico el 26 de diciembre de 2004, sembró destrucción por doquier y dejó 230.000 muertos. Millones quedaron sin trabajo y seguridad alimentaria. Pero a una pequeña tribu del sur de India le infundió esperanzas, que persisten una década después.
Menos del cuatro por ciento del territorio de Egipto son tierras cultivables, concentradas alrededor del delta y el valle del río Nilo. Las autoridades se esfuerzan por garantizar la seguridad alimentaria y mejorar los estándares de nutrición frente a los pronósticos de que la población de 85 millones de habitantes se duplique para 2050.
Construido en 1909, el criadero de peces de Bonneville es uno de los más antiguos y más grandes de la cuenca del río Columbia, en la costa noroccidental de Estados Unidos, sobre el océano Pacífico.