El ghanés Yaw Owiredu Mintah, quien trabaja el bambú y el ratán desde la década de los años 80, puede fabricar muchas cosas, desde tejerlos hasta hacer marcos, pero reconoce que necesita mayor capacitación y mejorar sus diseños porque “la mayoría estamos haciendo lo mismo”.
Mientras el gobierno de India se esfuerza por revertir la agravada degradación del suelo, que le costará unos 23 billones de dólares al mundo en los próximos 30 años, aparece un nuevo héroe: el humilde bambú.
El bambú se presenta como una posible solución comercial a la deforestación en África, aunque destacados activistas cuestionan sus beneficios ecológicos, a medida que el crecimiento industrial del continente arrasa con los terrenos públicos y pone cada vez más hectáreas en manos privadas.
La avenida Bambú se extiende por cuatro kilómetros en el distrito jamaiquino de St. Elizabeth, flanqueada por enormes plantas de bambú que se elevan por encima de la calle y se cruzan en el centro para formar un túnel de sombra.
La abundancia de bambú y la sed de inversiones extranjeras están convirtiendo a Etiopía en epicentro de la revolución industrial de esa planta en África, según el gobierno.