Empresas privadas de Brasil, de sectores estratégicos como la minería o la infraestructura, espían e infiltran a los movimientos sociales y sus actividades, determinó una misión de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), que concluyó este viernes 14.
Los caminos casi no tienen horizontes. El verde de las plantaciones de palma africana se sucede monocorde sobre kilómetros y kilómetros de tierras rojas, devastadas en el pasado por madereros y ganaderos.
De granero del mundo, en el siglo pasado, a gran cantero de megaproyectos internacionales de infraestructura, energía y minería, América del Sur se enfrenta a un nuevo dilema: impulsar su economía con la promesa de reducir la desigualdad, a cambio de costos sociales y ambientales que ya pasan factura.