San Salvador ha debido enfrentar, a lo largo de su historia, el peligro de deslizamientos de tierra, lodo y rocas que han bajado de las laderas del volcán a cuyos pies fue fundada en 1525.
En esas laderas, inclinadas en extremo, no se logra infiltrar toda el agua de lluvia y esta, como en un efecto de bola de nieve, va desprendiendo tramos de tierra hasta producir aluviones que ya han causado muerte y destrucción en la capital de El Salvador y en sus ciudades aledañas.
El volcán de San Salvador es un regalo de la naturaleza para los habitantes de la capital que viven a sus pies, un gigantesco pulmón verde que los oxigena. Pero también es una maldición.
De sus laderas han bajado aluviones que han causado dolor y muerte a través de los años. Y ahora el cambio climático, con intensas e impredecibles lluvias, ha complicado aún más el escenario.