La crisis asociada a la actual pandemia ha puesto de manifiesto las desigualdades estructurales de todos los ámbitos, especialmente las asociadas al género.
La jubilada María Josefa Peñalver dejó atrás la depresión y volvió a socializar gracias al proyecto de teleasistencia Acompáñame, que incentivó formas de cuidados y acompañamiento a distancia durante el aislamiento por la covid en la capital de Cuba.
Soy una economista feminista. Mi trabajo consiste en examinar de qué manera las desigualdades entre los hombres y las mujeres forman parte integral del funcionamiento de los mercados laborales y ayudar a nuestros mandantes a poner en práctica los que llamamos políticas de empleo con “perspectiva de género”, es decir políticas macroeconómicas, sectoriales y del mercado de trabajo que contribuyan explícitamente a la igualdad de género.
La pandemia de covid-19 amenaza con revertir las mejoras registradas en las oportunidades económicas de las mujeres y en ampliar las brechas de género que aún persisten, pese a 30 años de progresos.
Un diseño adecuado de las políticas para impulsar la recuperación puede mitigar los efectos negativos de la crisis sobre las mujeres y evitar nuevos retrocesos en la igualdad de género. Lo que es bueno para las mujeres es, a la larga, bueno para abordar la desigualdad de ingresos, el crecimiento económico y la resiliencia.
La precariedad de las trabajadoras domésticas en América Latina y el Caribe se acentúa con la covid-19 por las medidas de cuarentena, pérdida de empleo y disminución de sus ingresos, según un informe de varias agencias del sistema de Naciones Unidas.
Hace apenas cinco meses que la cubana Zoraida Gómez volvió a trabajar fuera del hogar, como secretaria en una policlínica del municipio capitalino de Boyeros. “Estuve ocho años dedicada al cuidado del niño”, contó a IPS.
El concepto de “políticas de cuidado” que alivien la histórica carga doméstica de las mujeres, comienza a incorporarse en las agendas urbanas de América Latina, pero todavía no se expresa en servicios públicos con la deseable cobertura.
El cuidado de niños, ancianos y discapacitados en América Latina ha estado a cargo tradicionalmente de las mujeres, que la suman a sus muchas otras tareas domésticas y laborales. Ahora, en la región comienza el debate sobre qué políticas públicas debe adoptar el Estado, para ayudarlas, pero también para ayudar a crecer al país.