La gigantesca reserva solar del desierto de Atacama es el ariete de la transformación emprendida por Chile para descarbonizar su matriz energética, en un país con enormes perspectivas en fuentes renovables no convencionales. Pero sus ventajas aún no aterrizan en la gente común ni alteran el modelo exportador de materias primas, plantean especialistas en el sector.
Los vehículos eléctricos son una buena noticia en la lucha contra el cambio climático, pero la extracción de minerales para fabricar las baterías que los alimentan genera problemas ambientales en países del Sur en desarrollo, señaló este jueves 23 un informe de la Unctad.
“El agua cosechada nos ha ayudado en momentos críticos y los atrapanieblas nos dieron, además, visibilidad. Hoy tenemos producción de cerveza y vienen muchos turistas”, cuenta Daniel Rojas, presidente de la Comunidad Agrícola Peña Blanca, en Chile.
Dieciocho premios nacionales de ciencia urgieron a frenar la sobreextracción de agua en las cuatro regiones que cubre el desierto de Atacama, en el norte de Chile, porque el problema amenaza el futuro de 1,5 millones de personas.
Un descenso del 75 por ciento en las tarifas de la electricidad, gracias a que se cuadruplicó la capacidad de generación limpia, es uno de los legados que va a dejar a Chile el gobierno de Michelle Bachelet, que culmina el 11 de marzo.
Un novedoso proyecto energético impulsado en Chile, pretende combinar una central hidráulica de bombeo, que operará con agua del mar, con otra solar fotovoltaica, a fin de garantizar un suministro limpio y constante de energía en el desierto de Atacama, el más árido del mundo.
El altiplano chileno, corroído por el sol del desierto de Atacama, el más árido del mundo, guarda entre sus arenas a decenas de comunidades indígenas que luchan por su subsistencia mediante el turismo sustentable aunque, a veces, rocen el capitalismo exacerbado.
Los habitantes de la región minera de Antofagasta, en el norte de Chile, poseen en promedio el mayor ingreso interno por persona, mientras unas 4.000 de sus familias residen en precarios asentamientos informales, en una de las desigualdades más marcadas dentro del país.
Liliana y Luisa Terán, dos mujeres indígenas atacameñas que viajaron a la India a capacitarse en energía solar fotovoltaica, consiguieron no solo cambiar su destino, sino el de todo Caspana, una aldea chilena escondida en una bella quebrada en pleno desierto de Atacama.
Chile, un territorio plagado de volcanes y géiseres, inició la construcción de la primera planta geotérmica de América del Sur, un proyecto que busca ser la puerta de entrada de esta energía al país, cuya matriz energética está compuesta mayoritariamente por combustibles fósiles.
Chile podría contar con un mercado eléctrico más eficiente, con seguridad de suministro, más sustentable y, sobre todo, menos costoso, cuando se concrete la interconexión de los dos sistemas eléctricos más importantes del país, un proyecto que estará operativo desde el año 2017 y que se extenderá por más de 3.000 kilómetros.
Chile vive bajo el peligro constante del desbordamiento de embalses de relaves mineros, lo que se acentuó a fines de marzo luego del fuerte temporal de lluvia que afectó a la desértica región de Atacama y que dejó decenas de personas muertas, desaparecidas y miles de damnificadas.
Con la primera planta termosolar de América Latina, Chile pretende poner freno a su crisis energética, que amenaza con elevar aún más los altos costos de la electricidad y que intimida el crecimiento de las inversiones, principalmente en la minería.
Tres iniciativas privadas proponen llevar agua de los ríos del sur de Chile al árido norte mediante buques o tuberías submarinas y subterráneas. El objetivo: calmar la sed minera de este país, el primer productor mundial de cobre.
La explotación minera en el norte de Chile, primer productor mundial de cobre, busca saciar su avidez de energía con una fuente renovable y siempre disponible: el sol.