Aprincipios de marzo de 2020, justo antes de que el novedoso coronavirus explotara en los titulares de todo el mundo, el relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michael Forst,
presentó un informe ante el Consejo de Derechos Humanos sobre una pandemia mortal en Colombia: los defensores de los derechos humanos, especialmente los que defienden su territorio y el medio ambiente, estaban muriendo a niveles alarmantemente altos debido a los índices incontrolados de violencia, amenazas y una impunidad sin freno.
América Latina debe reforzar su compromiso con los derechos humanos de las poblaciones afrodescendientes y redoblar esfuerzos contra el racismo y la discriminación, destacó un encuentro virtual de expertos de la región cuyos resultados se divulgaron este martes 22.
Cuando dos encuestas realizadas al personal, una en Ginebra y la otra en Nueva York, revelaron un racismo generalizado en las Naciones Unidas, se produjo una pregunta obvia: ¿por qué no investiga el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU estos cargos?
En pleno auge del movimiento
Black lives matter (las vidas de los negros importan) está surgiendo un período de reflexión global sobre la discriminación racial. Nos preguntamos: ¿cómo influye la Inteligencia Artificial (IA) en este tema?
Se les prometió un mundo de esperanza pero terminaron como servicio doméstico en hogares de Líbano en condiciones indignas. Esta es la historia de muchas trabajadoras domésticas en el país. Con un sistema de patrocinios de 70 años de antigüedad, estas empleadas están vinculadas a sus patronos con pocos o ningún derecho básico.
Que Estados Unidos representa la “tierra de los libres”, donde “todos los hombres son iguales”, es un mito. Esta narrativa no solo elimina o desplaza la historia de las comunidades indígenas, negras, chinas, mexicanas, e inmigrantes, sino que además coloca a los grupos blancos, considerados superiores, sobre otras etnias y razas.
Mientras
las protestas contra la violencia y el racismo de la policía continúan a lo largo de Estados Unidos, el público empieza a saber que varios de los oficiales que estuvieron involucrados en el asesinato de George Floyd en Minneapolis y de
Breonna Taylor en Louisville comparten un historial de quejas presentadas por ciudadanos respecto a su brutalidad y mala conducta.
Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, definió en repetidas ocasiones a la covid-19 como producto del “virus chino", alentó a que supremacistas blancos resucitasen un antiguo insulto étnico contra chinos y asiáticos orientales: el "peligro amarillo", que en el pasado se usaba como expresión xenófoba en diferentes partes de Occidente.
Trascurridos cinco años, desde que la organización de Naciones Unidas proclamó el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024), siguen en pie dilemas y desafíos múltiples. Ante esa realidad, cabría preguntarse qué es este Decenio, cuál es su propuesta y si es suficiente. En esa línea de interrogantes se coloca la idea de Cuba ante el Decenio.
Activistas e intelectuales de Cuba apoyan el anunciado programa gubernamental para enfrentar la discriminación por el color de la piel, aunque opinan que su éxito dependerá de un diálogo directo con la población afrodescendiente y mayor participación ciudadana.
Sonriente y apacible, la jubilada Mercedes Lina Cathcart deletrea su raro apellido antes de compartir su percepción sobre la discriminación racial, en su casa de un barrio residencial en Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país.
El aire y la luz del sol se cuelan por las oquedades en la desgastada puerta de la casa de Myrna Padrón, quien desde marzo emprendió un proyecto en su barrio de la capital cubana a favor del reconocimiento de las personas negras y mestizas.
En América Latina y el Caribe, unos 200 millones de personas se autoidentifican como descendientes de africanos, lo que representa más de un tercio de su población. Sin embargo la “democracia racial” sigue siendo un mito.
En debates, tertulias y artículos científicos, los activistas por la no discriminación racial en Cuba lamentan que ninguno de los proyectos para barrer con esa situación cuente con estatus de organización no gubernamental (ONG).
Apenas se habla de ellos en los medios de comunicación, casi todos estatales, pero más mujeres y hombres crean proyectos ciudadanos para enfrentar la discriminación racial en Cuba, que según aseguran empeora por el silencio sobre el problema.
Desde que el Comité de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra la Tortura denunció a Estados Unidos en noviembre por el uso excesivo de la fuerza de su policía, Washington no logró mejorar su reputación internacional al respecto.
El activismo contra el racismo en Cuba se consolida y replantea estrategias de trabajo ante el florecimiento de desigualdades por género y color de la piel tras las transformaciones sociales que está conllevando la reforma económica lanzada en 2008 por el presidente Raúl Castro.