Cuando cientos de elefantes murieron en el lapso de pocos meses en Botswana este año, los expertos en vida silvestre dentro y fuera de África quedaron inicialmente perplejos ante lo que calificaron como uno de los episodios de mortandad de estos paquidermos más grande de la historia.
Japón y Sudáfrica enfurecieron a todo un congreso para la conservación de la naturaleza al oponerse a una propuesta de prohibir el comercio interno del marfil de elefante.
Una de las mayores reubicaciones de elefantes en el mundo se inició a principios de este mes en el Parque Nacional de Liwonde, en el sur de Malawi. El desplazamiento de los 500 animales llevará siete semanas a un costo de 1,6 millones de dólares.
Las armas pequeñas y ligeras no solo fomentan los actuales conflictos armados en Medio Oriente y África, sino que también se utilizan para la caza furtiva de la vida silvestre y la apropiación indebida de las riquezas minerales del planeta, según una nueva encuesta.
“Recibimos una paga insuficiente, no tenemos armas y en la mayoría de los casos los cazadores furtivos son más que nosotros”, dijo Stain Phiri, guardabosques en la Reserva de Naturaleza del Pantano de Vwaza, que en sus 986 kilómetros cuadrados posee la más abundante y variada biodiversidad de Malawi.
El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el exvicepresidente Riek Machar acordaron el cese de la guerra civil con la formación de un gobierno de transición en los próximos dos meses, pero el pacto puede llegar demasiado tarde para los animales silvestres de este país, que combatientes de ambos bandos matan para alimentarse.
Un grupo de organizaciones internacionales que combaten el tráfico ilícito de biodiversidad inauguró un sitio web que busca facilitar denuncias de delitos contra la naturaleza.
Altos diplomáticos y funcionarios militares de Estados Unidos urgen a los gobiernos africanos y de Occidente a intensificar la lucha mundial contra la caza furtiva e ilegal, cuando crecen evidencias de que esta actividad se usa para financiar organizaciones delictivas y terroristas en varias partes de África.
Nyenge Ali, residente del distrito de Ulanga, en el norte de Tanzania, se despertó cuando agentes uniformados rodearon su casa. Lo acusaron de caza ilegal y, en presencia de su hijo de 11 años, lo obligaron a desnudarse, le arrojaron agua salada sobre el cuerpo y lo azotaron con un bastón, denunció.
Casi 9.000 kilómetros separan a Malasia de África, pero eso no impidió a la nación del sudeste asiático convertirse en una escala clave del contrabando de marfil hacia China.
Un popular mercado de arte en esta oriental ciudad de la República Democrática del Congo (RDC) ofrece pinturas y esculturas de bronce, cobre, malaquita o madera que atraen a muchos turistas. Pero solo los lugareños saben que también se comercian artesanías de marfil ilegal.