El número de personas con hambre aumentó por tercer año consecutivo en América Latina y el Caribe. Ha superado los 39 millones de personas. Además, casi uno de cada cuatro adultos es obeso, mientras que el sobrepeso afecta a 250 millones. Más que la población completa de Brasil.
Los países del Caribe, que se esfuerzan por salir de una caída de las exportaciones y de la llegada de turistas causada por la crisis económica mundial que empezó hace cinco años, tienen una cosa más por la que preocuparse en 2014.
Miles de familias campesinas de Pará, en el noreste de la Amazonia brasileña, apuestan por la palma africana y se asocian con empresas del sector de los biocombustibles. “Un bicho raro”, con desafíos culturales y económicos.
El cambio climático es una suerte de bendición disfrazada para Rosamund Benn y otros agricultores de la región agrícola The Pomeroon, en Guyana.
Cuando la FAO lanzó en 2006 su programa Seguridad Alimentaria a Través de la Comercialización de la Agricultura” (FSCA), intentó adoptar un enfoque distinto a los esfuerzos que se centraban principalmente en la producción de alimentos.
La actual situación internacional se caracteriza por desafíos económicos y financieros que, de una u otra manera, afectan a todo el mundo. En este marco preocupante se ha planteado la urgente necesidad de modernizar las instituciones del Estado, las empresas privadas, del tamaño que sean, y las organizaciones de la sociedad civil, cualquiera sea el ámbito en el que se desarrollen.
Hay todavía 842 millones de personas que sufren hambre crónica, según el informe “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2013”, publicado este martes 1 por tres agencias de la ONU con sede en Roma.
La empresa social Apicultores de Nochistlán, del central estado mexicano de Zacatecas, se apresta a exportar miel a Estados Unidos, y para eso colocará un código de barras en cada colmena.
Honduras será parte de una estrategia regional para mejorar las prácticas agrícolas, la seguridad alimentaria y la gestión del agua ante el cambio climático, ejecutado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Con la venta de barras de amaranto y platillos de quinua, Lucinda Duy se gana la vida. Tiene 24 años y vive en la provincia de Cañar, en la región interandina de Ecuador, donde se intenta rescatar del olvido a los granos andinos.
En el actual contexto en que el cambio climático supone una amenaza para la seguridad alimentaria y el sustento de los pequeños agricultores, Kenia tiene la opción de apelar a las nuevas tecnologías o volver al conocimiento tradicional y apoyarse en la biodiversidad local.
En menos de 10 años, los consumidores de Brasil tendrán a mano ocho superalimentos que desarrollaron científicos de este país. La iniciativa piloto ya se aplica en 15 municipios.
La FAO está apoyando dos proyectos en apariencia contradictorios en países del Caribe: promoción de bananos orgánicos y uso masivo de fungicidas para combatir la sigatoka negra, enemiga número uno de este alimento clave.
Una nave de 280 metros cuadrados en Coín, municipio de la sureña provincia española de Málaga, acoge una granja de cría de insectos para consumo humano y la elaboración de harina para animales. Una actividad que, pese al respaldo de la FAO, afronta trabas para su desarrollo.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pidió a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que monitoree el mercado global de alimentos para contrarrestar la especulación con productos agropecuarios y los bloqueos alimentarios.
También encontrará en este programa:
- Las cuentas pendientes en deforestación de la Amazonia brasileña.
- "Semillas criollas son la base de la soberanía alimentaria".
Eunice Namugerwa, de 18 años y residente del asentamiento informal de Kisenyi, en la capital de Uganda, decidió iniciar un negocio para ayudar a su familia. Garabateó tres ideas en un pedazo de papel: cría de puercos, de pollos o una tienda de moda.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que trabaja para poner fin a la desnutrición de más de 2.000 millones de personas en el mundo, se muestra muy a favor de enriquecer el contenido de micronutrientes de las plantas.