La covid-19 ha causado al 14 de julio casi 160 000 muertes confirmadas en América Latina y el Caribe aunque, desafortunadamente, es probable que este número corresponda a una subestimación del verdadero efecto de la pandemia.
La violencia de género, sea creciente o crecientemente percibida, es el gran factor del nuevo protagonismo que conquistó el feminismo en América Latina, realzado en las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer.
Cuando Ana Sáenz, de 20 años y estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de San Carlos de Guatemala, lideró un
estudio de investigación sobre el alcance del acoso sexual en el campus, no podía imaginarse que con ello impulsaría un movimiento nacional para prevenir la violencia sexual contra las mujeres y las niñas en los círculos académicos.
Dentro de las marchas con pañuelos verdes por el derecho al aborto o contra los feminicidios, las mujeres afrodescendientes de América Latina alzan cada vez más sus voces para resaltar su situación de desventaja e invisibilidad.
El tres de mayo del 2017 Lesvy Berlín fue asesinada dentro de las instalaciones de la Universidad Autónoma de México, presuntamente por su pareja. La respuesta inmediata de las autoridades fue la revictimización y discriminación. Se negaron pruebas a la familia y se presentaron cargos sin agotar todas las líneas de investigación.
Perú inició el año con 11 feminicidios en enero, pese a los avances normativos y la movilización ciudadana contra la violencia de género. Una situación que se repite en otros países de América Latina y que coloca sobre el tapete la necesidad de profundizar en las causas del fenómeno.
Ciega tras una golpiza de su exmarido, Susana Gómez se libró de sumarse a la lista de los cerca de 2.800 feminicidios cometidos anualmente en América Latina, pero su caso evidencia porqué las políticas públicas y leyes están lejos de alivianar la violencia de género en la región.
Mayra Verónica Figueroa Marroquí, de 34 años, fue liberada a principios de la última semana de marzo, después de cumplir su condena por lo que ella argumentó fue un aborto espontáneo. Su sentencia se redujo de 30 años a los 15 años que ya había pasado tras las rejas.
“La policía pensó que la iba a callar pero lo que hizo es multiplicar en millones la voz de Marielle Franco”, aseguró Verónica Ferreira, integrante del colectivo SOS Corpo, una articulación feminista para la democracia.