El periodismo feminista viene abriéndose paso en América Latina. Suma espacios, irrumpe, cuestiona, y se hace escuchar. De manera sostenida y sin pedir permiso.
En Cuajiniculapa, una localidad del estado de Guerrero,en el suroeste de México, un grupo de mujeres ha encontrado en la sustentabilidad alimentaria una forma de enfrentar la pandemia de covid, el racismo y la dependencia económica de los hombres.
Mujeres que dieron a luz en medio de la pandemia de la covid-19 en América Latina enfrentaron una presión creciente en favor de las cesáreas, revela este jueves 16 una nueva investigación de openDemocracy.
La violencia de género, sea creciente o crecientemente percibida, es el gran factor del nuevo protagonismo que conquistó el feminismo en América Latina, realzado en las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer.
Una cultura religiosa transnacional se desplaza silenciosamente por todos los rincones del planeta, no importa el país, ni su sistema, ni su gobierno, ni su historia. Atraviesa no solo las urbes cosmopolitas sino los barrios periféricos, las zonas montañosas, las localidades más recónditas, las impensadas.
El coro de más de 30 mujeres de diferentes edades retumbó entre los árboles y ruinas del campus de la Universidad de las Artes, cuando unieron sus voces en la capital cubana al clamor contra la violencia machista surgido en Chile.
Dentro de las marchas con pañuelos verdes por el derecho al aborto o contra los feminicidios, las mujeres afrodescendientes de América Latina alzan cada vez más sus voces para resaltar su situación de desventaja e invisibilidad.
Desde el argentino “Ni una Menos” al colombiano “No es hora de callar”, el activismo contra la violencia machista creció desde 2015 en América Latina, con campañas que tienen voces y peculiaridades socioculturales diferentes al movimiento “MeToo” surgido más tarde, en 2017, en Estados Unidos.
Una “arremetida conservadora y fundamentalista” en América Latina contra una alegada “ideología de género” pone en riesgo o está ya derogando avances para las mujeres, entre otros en la lucha contra la violencia hacia ellas, denuncian activistas feministas.
Las mujeres mexicanas han ganado una nueva batalla en la lucha de género: después de 95 años de la primera transmisión de un programa de radio en México, la capital del país tendrá desde marzo de 2018 una emisora comunitaria y feminista.
Eréndira Derbez e Israel Espinosa publicaron, en abril de 2017, el artículo “Bocafloja: El privilegio del marcho progre”, en el que analizaron la respuesta misógina del rapero Bocafloja a una colaboradora durante un acto público. La publicación desató una polémica en el círculo del hip hop latinoamericano sobre machismo, racismo y clasismo, pero también una serie de comentarios en redes sociales de quienes defendieron al rapero y atacaron a uno de los autores del artículo.
“El huerto cambió mi vida”, resumió Rita Alexandre da Silva, en el Asentamiento Primeiro do Maio, en que 65 familias consiguieron tierras para sembrar desde 1999, en este municipio del estado de Rio Grande do Norte, en la región del Nordeste de Brasil.
La indignación generalizada en Brasil por la violación de una adolescente por más de 30 hombres, generó la protesta de miles de mujeres por las calles de las ciudades del país, mientras que las respuestas del poder político ante el caso son equivocadas, según las activistas.
Organizaciones campesinas de América Latina intentan definir los conceptos de un feminismo “campesino y popular”, que incorpore una cosmovisión rural, no siempre coincidente con la de las mujeres urbanas, o modelos económicos alternativos.
La innovadora campaña por la igualdad de género HeForShe (Él por ella) avanzó a una nueva etapa, cinco meses después de que ONU Mujeres la lanzara con un mediático discurso de la actriz Emma Watson que fue visto por millones de personas en todo el mundo.
En la primera campaña electoral que protagonizan dos mujeres en Brasil, los temas de interés para la población femenina han estado casi ausentes y el debate adquirió nuevas cotas de agresividad y ataques personales, lo que ha frustrado a los votantes y en particular a las feministas.
Libia se abocaría a un modelo “afgano” en cuanto a los derechos de la población femenina, si no se imponen cambios inmediatos, aseguró en una entrevista con IPS la escritora y activista feminista Aicha Almagrabi.