A mitad de camino entre el sueño de ser una potencia mundial de los hidrocarburos no convencionales de esquisto y las promesas todavía incumplidas de desarrollar las fuentes renovables, Argentina parece marchar sin un rumbo claro en materia energética.
Convertido en un país modelo por sus avances en las energías no convencionales, Chile debate ahora si los ciudadanos que individual o grupalmente generen electricidad pueden lucrarse con la venta de los excedentes de su autoconsumo, algo decisivo para incentivar o no su aporte a la oferta del sector.
La transición en materia de energía tiende a diseminarse por el mundo, pero será más contrastante en Brasil, al sustituir grandes centrales hidroeléctricas por microgeneradoras solares y decisiones gubernamentales por aquellas familiares y comunitarias.
Cuando se pasea por las ciudades cubanas, resulta raro ver algún calentador solar de agua en sus azoteas u otros indicios del consumo de energías limpias, mientras que en las zonas rurales sí aprovechan cada vez más el biogás y programas estatales instalan paneles fotovoltaicos en comunidades aisladas.
Lo primero que lee quien tome cualquier documento oficial de este año en Argentina es: “2017, año de las energías renovables”. El dato revela la importancia que el gobierno le da a la cuestión, aunque plasmar la consigna en la realidad no parece tan fácil como colocarla en el encabezado de los papeles de la administración pública.
La generación descentralizada de electricidad con base en fuentes renovables, especialmente la abundante procedente del sol, es la solución más sostenible y económicamente viable en Paraguay, para que la luz llegue a sus comunidades más aisladas.
Chile está próximo a agotar su modelo económico basado en la explotación de recursos naturales con una base energética centrada en hidrocarburos, y deberá tomar medidas urgentes para alcanzar su meta de reducir sus emisiones contaminantes en 30 por ciento para el año 2030, alertó una nueva evaluación ambiental.
La transición energética de Alemania acumula un proceso de al menos 20 años de evolución, que ofrece lecciones importantes a América Latina de cómo promover energías renovables y desplazarse hacia economías bajas en carbono.
Immerath, a unos 90 kilómetros de la ciudad alemana de Colonia, se volvió un pueblo fantasma. La campana de la iglesia local ya no tañe ni se ven niños en bicicleta por sus calles. Sus antiguos residentes se llevaron, incluso, a sus muertos del cementerio.
En la última década, América Central logró bajar su dependencia de los combustibles fósiles en la generación eléctrica al mismo tiempo que aumentó su cobertura, pero los caminos que ha tomado cada nación muestran las profundas disparidades que persisten dentro del istmo para el sector.
La aprobación por el gobierno de Chile de una central hidroeléctrica en la Patagonia, reavivó nuevamente la discusión sobre la sustentabilidad de esta fuente en su forma tradicional y su eficiencia en la construcción de una matriz energética limpia.
Un novedoso proyecto energético impulsado en Chile, pretende combinar una central hidráulica de bombeo, que operará con agua del mar, con otra solar fotovoltaica, a fin de garantizar un suministro limpio y constante de energía en el desierto de Atacama, el más árido del mundo.
América Latina invirtió en 2015 más de 23.000 millones de dólares en energías eólica, solar, biomasa, geotérmica y otras renovables. Pero deberá hacer un esfuerzo mayor en las próximas décadas en esa estrategia para responder a los desafíos del cambio climático.
Uruguay pretende alcanzar la neutralidad en carbono para 2030, y para ello transforma su matriz energética, ya mayoritariamente renovable, con el impulso de fuentes limpias no convencionales y una estrategia que combina desde asociaciones público privadas hasta nuevas inversiones.
Ocho de las principales economías del mundo duplicarán su oferta de energía renovable hacia 2030, si cumplen con los compromisos que presentaron para contribuir a frenar el calentamiento global, y que se incluirán en el nuevo tratado climático.
La industria petrolera de Cuba solo explota cinco por ciento del petróleo en sus yacimientos en tierra firme y aguas someras, por la falta de capital extranjero y tecnología para acometer desarrollos como el del campo de Varadero 1000, el mayor realizado hasta ahora.
Ante el reto de ajustar su infraestructura energética para lograr duplicar su oferta eléctrica hacia el 2050 y al mismo tiempo reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), América Latina tiene solo una salida: la generación eléctrica verde.