La pandemia de covid-19 ha empujado los niveles de deuda hasta nuevos máximos.
En comparación con finales de 2019, se proyecta que los coeficientes de endeudamiento promedio en 2021 aumenten un 20% del PIB en las economías avanzadas, un 10% del PIB en las economías de mercados emergentes y aproximadamente 7% en los países de bajo ingreso.
La posibilidad de que cubanas y cubanos importen algunos electrodomésticos, partes y piezas de carros y otras mercancías en divisas convertibles a través de empresas estatales, sobresale entre el conjunto de medidas anunciadas el martes 15 por el gobierno cubano.
“Nunca la situación había estado tan mal como ahora”, sentencia María Antonia Figueroa, directora de una guardería y un preescolar comunitarios en uno de los mayores asentamientos precarios del Gran Buenos Aires y testigo de primera línea del impacto social de la crisis económica en Argentina.
La reestructuración de la deuda es un elemento de la gestión y la solución de las crisis y, por ello, debe tratarse en el contexto de la coyuntura económica actual y de sus vulnerabilidades.
Argentina se encuentra en una situación paradójica desde que el lunes 16 la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos declinó tratar el juicio que le siguen un grupo minoritario de acreedores: a las puertas de un nuevo cese de pagos, pese a ser uno de los países más desendeudados del mundo.
Los países en desarrollo pueden perder más de un billón de dólares al año, procedentes de delitos y corrupción. Este flujo ilegal va en veloz aumento y ya es 10 veces mayor que el monto total de ayuda extranjera que estas naciones reciben.