El caos en el Capitolio de Estados Unidos el miércoles 6 de enero no fue típico. Tampoco su cobertura.
Las imágenes transmitidas en vivo por los canales de noticias y las compartidas en redes sociales fueron impactantes. Una
fotografía mostraba a un hombre con los pies sobre el escritorio de la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Un
video mostraba a una multitud persiguiendo a un oficial de policía mientras este corría escaleras arriba.
El asesinato de João Alberto Freitas el 19 de noviembre podría limitarse a tan solo otra agresión más contra los negros en Brasil, aunque esta vez de consecuencias fatales, pero su repercusión lo convierte en un hito que tiende a ampliar e intensificar la lucha contra el racismo.
Una nueva tragedia que desnuda el racismo, el asesinato de un negro torturado por agentes de seguridad de un supermercado, dramatiza este Día de la Conciencia Negra en Brasil, que celebra la resistencia antiesclavitud y antirracista.
Mientras continúa predicando enérgicamente las virtudes de la igualdad, defendiendo la igualdad de derechos para todos, sin distinción de raza, sexo, origen, lengua o creencias, la Organización de las Naciones Unidas subraya su condena al racismo y a toda expresión de discriminación racial en el mundo. Sin embargo, sondeos internos emborronan esa imagen.
El racismo en Brasil es más mortal que en Estados Unidos, si se toma en cuenta la violencia policial contra los negros, pero tiene matices que hacen más compleja la lucha por su erradicación.
El 26 de mayo miles de personas tomaron las calles de Minneapolis para protestar contra el asesinato de George Floyd a manos de un policía. Esa protesta incendió en otras en 750 ciudades de Estados Unidos y desde el gobierno se respondió con toques de queda y llamando a la Guardia Nacional para proteger recintos comerciales.
El viejo silencio sobre el racismo en América Latina y el Caribe frena al activismo que se suma a las manifestaciones mundiales por la muerte del afroamericano George Floyd en Estados Unidas y por sus propias víctimas de brutalidad policial, cuando el impacto de la covid-19 amplía la brecha racial.
Un ciudadano negro es asesinado en Minnesota a sangre fría por un agente de la policía y el mundo entero se moviliza ante la brutal atrocidad. Esta reacción nos llevaría a darle la razón –al menos por una vez– a Immanuel Kant, quien observó hace ya dos siglos que la comunidad entre los pueblos del mundo había devenido tan estrecha que
“la violación del derecho en un punto de la tierra se hace sentir en todos”.
Tan alto como es, si continúa haciendo eso lo echaré del país", tronó en 2008 el entonces presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe. Su rabia apuntaba al embajador de Estados Unidos, James McGee, después de que el diplomático cuestionó los resultados de las elecciones generales del país ese año.
Las protestas masivas en más de 120 ciudades de Estados Unidos por injusticia racial y brutalidad policial se hicieron globales la primera semana de junio, en medio de amenazas presidenciales de usar la fuerza militar contra manifestantes en Washington.
Mientras
las protestas contra la violencia y el racismo de la policía continúan a lo largo de Estados Unidos, el público empieza a saber que varios de los oficiales que estuvieron involucrados en el asesinato de George Floyd en Minneapolis y de
Breonna Taylor en Louisville comparten un historial de quejas presentadas por ciudadanos respecto a su brutalidad y mala conducta.
Estados Unidos vive días de sueños y cristales rotos desde el 25 de mayo, cuando el afroamericano George Floyd murió víctima de la brutalidad policial.
Este fin de semana, el último de mayo, estuve viendo Mad Men (otra vez). El mundo de los años sesenta es alucinante: lejano e inverosímil en algunas cosas, pero incómodamente familiar y cercano en otras.