Suena a suicidio electoral el desdén con que el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro trata públicamente las vacunas contra la covid, cuando Brasil sufre una nueva ola de la pandemia, con mortalidad en alza y la población ansiosa por inmunizarse.
Una nueva tragedia que desnuda el racismo, el asesinato de un negro torturado por agentes de seguridad de un supermercado, dramatiza este Día de la Conciencia Negra en Brasil, que celebra la resistencia antiesclavitud y antirracista.
La cuestión ambiental concentra muchas de las dificultades del actual gobierno de Brasil para convivir con la realidad y evitar justificadas acusaciones de cinismo, especialmente al ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles.
La brasileña Maria decidió no tener hijos, pese a su pasión por los niños que canaliza hacia sus sobrinas. “No me alienta el futuro que le tocará a las nuevas generaciones. ¿Qué planeta les dejaremos?”, argumenta.
Gradualmente, como es usual en la política de Brasil, el gobierno presidido por Jair Bolsonaro se despoja de sus adornos y se reduce a su esencia: en este caso la militar. La nueva diana apunta al área económica.
El presidente Jair Bolsonaro afirma que tiene al pueblo, Dios y las Fuerzas Armadas a su lado, pero quiere armar la población para “impedir dictaduras” en Brasil.
A estas alturas es evidente que Jair Bolsonaro mantiene, como presidente, las convicciones antidemocráticas y retrógradas de las que hizo gala durante sus 30 años de vida parlamentaria y que ahora ponen a prueba el ciclo de redemocratización de Brasil.
La crisis venezolana es el tema que mejor desnuda la enfrentada política externa del nuevo gobierno de Brasil, en que por lo menos cuatro autoridades intentan dictar los rumbos, marginando la diplomacia tradicional.