El presidente de Iraq, Fuad Masum, anunció que el gobierno busca un suní independiente para ocupar el cargo de ministro de Defensa, en un esfuerzo por mejorar las posibilidades de reunificación del país y de derrotar al grupo extremista Estado Islámico (EI).
Las madres y las embarazadas sirias en el mayor campo de refugiados del Kurdistán iraquí son consideradas relativamente afortunadas.
La estrategia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para “degradar, y en última instancia destruir,” al extremista Estado Islámico (EI) fue recibida con el escepticismo generalizado de legisladores y expertos en Medio Oriente de este país.
¿Es esta una de esas escasas ocasiones en que los responsables políticos hacen autocrítica para corregir un error gigantesco? ¿O es un frío giro radical guiado por el puro interés?
“Hombres con barbas largas y vestidos como afganos irrumpieron en el vecindario después de que lo bombardearan. Tuvimos la suerte de escapar de esa pesadilla”, relató a IPS una sobreviviente de la toma por insurgentes sunitas de la ciudad iraquí de Mosul, a 400 kilómetros al noroeste de Bagdad.
La decisión del Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) en Iraq de enviar su primer cargamento de petróleo a Europa por el puerto de Ceyhan, en el sur de Turquía, fue recibida con reacciones encontradas por las diferentes partes involucradas.
Casi 700 personas fueron ejecutadas en Irán el año pasado, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la mayoría integrantes de minorías étnicas o religiosas y acusadas de delitos relacionados con drogas.
Hasán Jishman sonríe al deslizarse sobre unos esquís por primera vez en su vida. Las condiciones de la nieve son perfectas durante el fin de semana pero aquí nadie ha oído hablar de Sochi. Él es un refugiado sirio de solo 11 años. Y estas son las montañas kurdas de Iraq.
“Toda la región está bajo control, pero hay que tener cuidado en el centro de la ciudad”. El consejo de este miliciano kurdo a la entrada de Qamishli, 600 kilómetros al noreste de Damasco, apunta a brechas inesperadas en la relativa estabilidad del Kurdistán sirio.
Tras huir de la guerra hace tres meses, Gulnaz volvió ahora a Siria para enterrar a su hermano en el plazo de 24 horas que estipula el Islam. Pero no es tarea fácil trasladar el ataúd desde la orilla iraquí a través del río Jabur.
La gente corre a su casa al anochecer, justo cuando la intensidad de los combates aumenta. Pero a Sha Mehmed todo le resulta dolorosamente familiar. Tenía 11 años en 1982 cuando abandonó su aldea afgana natal para instalarse en esta pequeña ciudad turca, en la frontera con Siria.
“El anuncio de los islamistas de que Dios aprobaba matar kurdos en Siria en estas fechas nos hizo reaccionar”, explica Faruk Aziz Jadir. A sus 60 años, este kurdo de Iraq no ve el momento de tomar las armas para defender a sus hermanos, al otro lado de la frontera. Y ya son muchos como él.
Dos equipos rivales tratan de encontrar la aceituna bajo una de las 11 copas sobre una bandeja, un juego tradicional que se practica únicamente durante el mes sagrado musulmán de Ramadán. Pero en esta ciudad iraquí constituye todo un desafío a la muerte.
Los últimos 20 años los ha pasado en las montañas kurdas del norte de Iraq asistiendo a civiles y guerrilleros. No ha vuelto a su país desde entonces ni tampoco a usar el nombre en su pasaporte, si es que todavía lo conserva. Se sabe que tiene 49 años, es alemana y responde al nombre de Media.
A pesar de unirse a los levantamientos en sus respectivos países, kurdos de Siria y bereberes de Libia siguen buscando reconocimiento en el escenario de la Primavera Árabe.