Con un prólogo del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el libro "Senza Respiro" (Sin Respiro, en italiano), del doctor en medicina italiano Vittorio Agnoletto, se ha convertido en un catalizador del debate sobre la pandemia en su país y en Europa.
La política en Brasil volvió a su cauce tradicional en las elecciones municipales de noviembre, al descartar los candidatos antisistema que ganaron fuerza en comicios anteriores, pero exacerbó una fragmentación que agrava las dificultades de gobernanza.
El Consejo General de la Organización Mundial del Comercio (OMC) emprenderá un proceso acelerado para elegir al nuevo director general de la institución antes del 31 de agosto, cuando abandone ese cargo el actual titular, el brasileño Roberto Azevêdo, quien sorpresivamente presentó su renuncia el jueves 14.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva salió libre de la cárcel en Curitiba, en el sur de Brasil, este viernes 8, beneficiado por la nueva jurisprudencia sobre la prisión de los reos que aún tienen pendientes fases del proceso judicial, aprobada en la víspera por el Supremo Tribunal Federal.
Con un gigantesco muñeco hinchable de Superman con su rostro, cientos de manifestantes reconocieron el 26 de mayo al ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, como la fuerza moral del gobierno de Brasil. Pero un escándalo desinfló parcialmente ahora esa imagen de héroe y podría hacerlo del todo muy pronto.
El suicidio de Alan García, dos veces presidente de Perú, ha agravado el drama latinoamericano en que se cruzan corrupción, deterioro de la democracia y un intento de Brasil de consolidarse como potencia internacional emergente.
Las dos primeras décadas del siglo XXI en América Latina quedarán marcadas por la Venezuela chavista, con el auge de sus propuestas “bolivarianas” que sedujeron la izquierda de varios países en la primera década y su ruina en los últimos años.
Abolir el Ministerio del Trabajo, una de las decisiones anunciadas por el presidente electo, el ultraderechista Jair Bolsonaro, explicita los rumbos de su gobierno en el intento de ajustar Brasil a las tendencias actuales del capitalismo, aun con propuestas regresivas.
Aislado en una cárcel, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva conduce su Partido de los Trabajadores (PT) a un probable triunfo en las elecciones presidenciales, cuya campaña ha atizado viejos y nuevos demonios en Brasil.
Brasil está condenado a tener otro gobierno de baja legitimidad y una justicia cuestionada, ante la exclusión del candidato favorito a la presidencia, el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, en las elecciones de octubre.
Una tragedia, la muerte de un presidente electo, inició en 1985 el ciclo político que debe terminar en las elecciones de octubre en Brasil, con el poder en manos de un mismo partido como campeón de la democracia al inicio y de la corrupción al final.
Disparos, lanzamiento de huevos y piedras, carreteras bloqueadas y otras formas de agresión contra políticos y periodistas en las últimas semanas generaron el temor de que la violencia agrave la incertidumbre de las elecciones de octubre en Brasil.
Perdida la batalla judicial, la cárcel pude ser la tumba o la más retumbante tribuna del liderazgo que aún ejerce el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, condenado por corrupción y legitimación de capitales por la justicia de Brasil.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva solo por un milagro podrá ser candidato a la reelección en octubre de este año, tras su condena en segunda instancia por corrupción pasiva y legitimación de capitales, pero seguirá siendo el gran divisor de las aguas en la política de Brasil.
La izquierda de Brasil va camino de quedarse sin la esperanza de volver a gobernar Brasil y de perder relevancia política, tras la condena del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a nueve años y medio de prisión, por corrupción.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, enjuiciado por corrupción, enfrenta una batalla judicial que decide su sobrevivencia
política en Brasil, con efectos sobre los rumbos de la izquierda y del país.
La expresidenta Dilma Rousseff sí cometió un delito de responsabilidad que le costó el mandato, no por los fraudes fiscales de que la acusaron, sino por haber elegido a Michel Temer como vicepresidente, dice un chiste muy repetido en Brasil.