Para entender la preocupación que existe sobre las elecciones de Estados Unidos del 3 de noviembre resulta básico echar la vista atrás, al ciclo electoral de 2016. En una fecha tan próxima a ese periodo como enero de 2017, un informe conjunto de
la CIA, el FBI y la NSA confirmó que Rusia había interferido en dichas elecciones presidenciales.
Es un hecho insólito que invita a la reflexión que en un referendo Suiza haya emprendido un camino opuesto al de la Unión Europea (UE), sobre todo porque ha optado por una senda mucho más progresista, pese a que estábamos acostumbrados a considerarlo un país muy conservador.
Los inmigrantes pueden ser víctimas de una ola de violencia en Rusia, tras los miles de arrestos efectuados en el marco de una ofensiva contra la inmigración ilegal, condenada por violar los derechos humanos y por consolidar una percepción pública particularmente negativa sobre la población migrante.
Activistas en Moscú protestaron contra la “tortura” a la que el sistema de justicia penal somete a los consumidores de drogas en Rusia, en ocasión del Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas el jueves 26.
Desde hace varias semanas, los medios de comunicación dominantes se han dedicado unánimemente a denunciar las acciones de Vladimir Putin, primero en Crimea y ahora en Ucrania.
Una legislación más severa contra el financiamiento extranjero de las organizaciones no gubernamentales de Rusia forma parte de una campaña para “liquidar” a la sociedad civil organizada, se quejan activistas.
Mientras la atención del Kremlin se dirige a Ucrania, el Emirato del Cáucaso, un grupo armado que busca crear un estado islámico en el norte del Cáucaso, amenaza la seguridad interna de Rusia de nuevas maneras.
En la verde ladera de una colina del nororiente kazajo, al sur de la frontera rusa, un eslogan simple se cierne sobre la ciudad de Oskemen: “Kazajstán”, reza el mensaje escrito en enormes letras blancas.
La crisis de Crimea está ejerciendo presión sobre la tradicional política exterior de Kazajstán, que ha buscado equilibrar los intereses contrapuestos de Rusia, China y Estados Unidos en Asia Central.
Cuando las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, decidieron expulsar a Rusia del Grupo de los Ocho (G-8) países más industrializados, se propusieron “aislar” al presidente Vladimir Putin por haberse “anexado” a Crimea.
La gigante petrolera rusa Rosneft está interesada en adquirir la mayoría de las acciones en la compañía propietaria de todos los aeropuertos civiles de Kirguistán.
La actual crisis en Ucrania, agravada con la integración de Crimea a Rusia, representa numerosas “oportunidades” para los intereses de diferentes sectores en Estados Unidos.
Mientras las potencias occidentales amenazan con imponer a Rusia las sanciones más duras desde el fin de la Guerra Fría, buena parte de la gente común de este país dice que no tiene miedo a las restricciones económicas que puedan adoptar Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Crimea afronta una ola de abusos a los derechos humanos, con secuestros de periodistas y activistas, acoso a minorías no rusas y persecuciones de todo aquel que se considere simpatizante del proeuropeo gobierno de Ucrania, advierten organizaciones de la sociedad civil.
Rusia, enfrentada a Estados Unidos por su papel en la crisis política de Ucrania, amenaza con debilitar la tradicional relación militar estadounidense con Egipto, un aliado clave en Medio Oriente.
La crisis en la península ucraniana de Crimea obliga a Turquía a un delicado equilibrio: se siente responsable por la protección de la minoría tártara, pero no desea afectar sus relaciones económicas con Rusia.
Elena Smolenskaya no duda un segundo cuando se le pregunta qué piensa sobre la intervención militar rusa en Crimea. Esta estudiante moscovita de 23 años está convencida de que el presidente Vladimir Putin no tuvo más opción que enviar soldados a esa península ucraniana.