Cuando la pandemia de covid-19 obligó al confinamiento de buena parte del mundo, millones de personas tuvieron que pasar a trabajar desde sus hogares, mientras sus oficinas permanecían cerradas. Y eso sucedió en muchas ciudades de Estados Unidos, incluida Nueva York, a fines de marzo.
La pandemia del coronavirus ha transformado, así sea temporalmente, a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en una institución independiente a su sede mundial en Nueva York y eso provoca hechos excepcionales como que Washington no sea determinante en quienes participarán este año en su máximo órgano político: su Asamblea General.
Estados Unidos vive días de sueños y cristales rotos desde el 25 de mayo, cuando el afroamericano George Floyd murió víctima de la brutalidad policial.
En la ciudad de Nueva York, como en otras de Estados Unidos, se han desplegado carteles en español para divulgar entre la población medidas de protección contra el coronavirus, un gesto que se destaca en el ámbito de la ONU como muestra de la expansión de ese idioma, uno de los oficiales de la organización.
La mortal pandemia de covid-19 ha llevado al cierre de la Secretaria General de la ONU en su sede en Nueva York y 32 de sus agencias a nivel mundial, lo que ha forzado a más de sus 37 000 empleados a trabajar desde sus hogares.
La joven sueca Greta Thunberg, destacada activista mundial que lucha para detener el cambio climático, tuvo este lunes 23 una intervención histórica ante los líderes mundiales que, a convocatoria del
secretario general, se han reunido en la llamada
Cumbre sobre la Acción Climática en Nueva York, y a quienes recriminó por no estar haciendo lo suficiente para detener este fenómeno.
Los líderes mundiales que participarán en la Asamblea General de las Naciones Unidas y las cumbres que se realizarán en torno a ella desde el día 23, deberían escuchar con más atención a los científicos si quieren abordar el cambio climático y cumplir con los objetivos para reducir la pobreza y avanzar hacia un desarrollo sostenible, advirtieron expertos de la ONU.
Llegó a Nueva York en un velero llamado Malizia II. Tiene 16 años, es sueca y desde hace un año protesta cada viernes sin ir a la escuela para exigir que se haga algo respecto al cambio climático. Usa el cabello largo, no se maquilla y no sonríe para agradar
Mientras que el gobierno de Estados Unidos restringe el acceso a los migrantes y endurece su política con los refugiados, en algunas de sus ciudades en el estado de Nueva York realizan esfuerzos para integrar en sus comunidades a los refugiados y solicitantes de asilo.
Las víctimas de la guerra contra las drogas tienen muchos rostros: son jóvenes desaparecidos o asesinados por los carteles delictivos, comunidades criminalizadas y encarceladas por el consumo, son quienes mueren por sobredosis o por probar drogas contaminadas debido a la no regulación y fabricación clandestina de los enervantes.
Los países latinoamericanos acudirán en masa a estampar su firma sobre el Acuerdo de París, en lo que será un sencillo acto protocolario con una enorme implicación política: es la chispa que moverá el engranaje para contener el recalentamiento del planeta.
La mujer aprieta los puños, los suelta, deja lunas rojas en la palma de su mano. Está nerviosa. No ha hablado con sus hijas, a las que no ha visto desde junio de 2013, cuando el Servicio de Inmigración y Aduanas le negó el regreso a Estados Unidos. Pero sabe que están en camino.
Karina salió a buscar trabajo el 7 de abril del 2015 y no ha vuelvo a casa. Desapareció en algún tramo de la carretera de Apodaca, en el estado de Nuevo León, en el noreste de México.
Es domingo 27. Decenas de personas y defensores de derechos humanos se dirigen en la capital de Honduras hacia el arranque de la Caravana por la paz, la vida y la justicia, un largo andar por América, que buscará debatir la política de la guerra antidrogas impulsada desde Estados Unidos.
Millones de personas en Nueva York esperan con ansias la visita del papa Francisco, que hablará el 25 de este mes ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La creciente cantidad de muertes de civiles, específicamente mujeres, niñas y niños, en los conflictos armados actuales, genera fuertes mensajes de condena de parte de instituciones internacionales y organizaciones de derechos humanos.
En lo que ya se ha convertido en una suerte de ritual anual, la adivinanza política vuelve a apoderarse de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): ¿acaso el presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, participará en la Asamblea General prevista para septiembre en Nueva York?