La crisis asociada a la actual pandemia ha puesto de manifiesto las desigualdades estructurales de todos los ámbitos, especialmente las asociadas al género.
La emergencia de covid-19 entró en una fase crítica, superando recientemente los cinco millones de casos y 200 000 muertes en América Latina. En este contexto, las trabajadoras domésticas de la región están sonando la alarma acerca de la falta de apoyo económico, acceso a salud y otras protecciones sociales, y organizándose en solidaridad para ayudarse entre ellas.
"Necesito ayuda, ahora mismo no puedo caminar correctamente", suplicó la víctima nigeriana de trata de personas Nkiru Obasi desde su cama de hospital en un vídeo en la capital de Líbano que publicó en línea.
Se les prometió un mundo de esperanza pero terminaron como servicio doméstico en hogares de Líbano en condiciones indignas. Esta es la historia de muchas trabajadoras domésticas en el país. Con un sistema de patrocinios de 70 años de antigüedad, estas empleadas están vinculadas a sus patronos con pocos o ningún derecho básico.
La precariedad de las trabajadoras domésticas en América Latina y el Caribe se acentúa con la covid-19 por las medidas de cuarentena, pérdida de empleo y disminución de sus ingresos, según un informe de varias agencias del sistema de Naciones Unidas.
El impacto de la covid-19 sobre la economía y la vida en América Latina y el Caribe afecta más a las mujeres, sobre todo por su exposición a mayor pobreza y violencia doméstica, señaló este martes 2 un informe de la coalición estadounidense contra la pobreza CARE.
En el punto álgido de la larga guerra civil de Guatemala, Candelaria Jax, con 14 años entonces, huyó de su aldea tras oír que el ejército estaba violando y asesinando a las mujeres jóvenes de la zona.
Hay un gran número de personas que viven fuera de sus países de origen, lo que hace cada vez más evidente la necesidad de parámetros legales más fuertes para proteger a los migrantes más vulnerables cuando violan sus derechos.
Esta es una historia que no debería tener que escribirse - la de cientos de millones de dadoras de vida cuya producción y productividad han sido sistemáticamente cuantificadas en pormenorizadas estadísticas, pero cuya abnegación, sufrimiento humano y denegación de derechos solo son objeto de palabras.
“Cada vez somos más y, si siguen aumentando las casas (privadas) de alquiler, habrá mucho trabajo doméstico”, aseguró Antonia Méndez, quien labora como limpiadora externa en la capital de Cuba. “Ya se ve más natural y sin tapujos”, valoró la mujer de 53 años.
Los dos últimos empleos le han dejado un sabor amargo a Yoloxochitl Solís, una mexicana de 48 años y madre soltera, que ella resume con dos conceptos: abuso y discriminación.
“Nos reunimos para sumar fuerzas y ser escuchadas, pues queremos hablar por nosotras mismas”, explicó la peruana Ernestina Ochoa al finalizar en la capital uruguaya el congreso fundacional de la Federación Mundial de Trabajadoras y Trabajadores Domésticos, al que asistieron líderes sindicales de unos 50 países.