CAMBIO CLIMÁTICO: Comer carne es asar al planeta

Algunos sostuvieron por mucho tiempo que no había que comer carne porque ello suponía «asesinar» animales. Ahora pueden argumentar que así también se mata al planeta, dada la enorme contribución del ganado con las emisiones de gases de efecto invernadero.

El sector pecuario genera alrededor de 18 por ciento de las emisiones contaminantes, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más de lo que produce la quema de combustibles de nuestros automóviles y de los aviones que nos trasladan de un continente a otro.

"El vegetarianismo es lo mejor y más efectivo que alguien puede hacer por el ambiente", señaló un lector berlinés en un foro del sitio web de The New York Times, sobre cómo pueden los individuos combatir el cambio climático.

Son varias las maneras en que la enorme demanda de carne de la humanidad genera emisiones. La producción mundial se casi cuatriplicó desde 1961, llegando a unos 282 millones de toneladas en 2009, y se espera que se vuelva a duplicar para 2050, según la FAO.

Es un importante vector de deforestación, dado que se despejan bosques para crear nuevas pasturas y tierra arable, lo que hace que se libere el dióxido de carbono almacenado en los árboles talados o quemados. Este proceso también tiene un enorme impacto sobre la biodiversidad.
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El ganado representa 37 por ciento del metano inducido por los seres humanos. Se trata de un gas con un potencial de recalentamiento planetario 23 veces superior al del dióxido de carbono, principalmente por las flatulencias y los eructos de los animales.

También genera 65 por ciento del óxido nitroso de la humanidad, cuyo potencial de recalentamiento planetario es 296 veces el del dióxido de carbono, en particular a partir de los excrementos, señaló la FAO en su informe "La larga sombra del ganado", de 2006.

Luego debe tenerse en cuenta la huella ecológica de producir los alimentos que consumen los animales, así como el carbono que se quema para hacer funcionar las granjas industriales, los mataderos y las plantas de procesamiento, así como para refrigerar la carne.

Si todo eso no era suficiente, el ganado también causa una degradación generalizada del suelo y el agua. Los principales agentes contaminantes incluyen desechos animales, antibióticos y hormonas, productos químicos derivados de curtiembres y los fertilizantes y pesticidas usados en los cultivos que sirven de alimento.

Estos son los factores que una vez llevaron a Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático —cuya 15 conferencia se lleva a cabo hasta el viernes en Copenhague—, a decir que "la mejor solución sería que todos nosotros nos volviéramos vegetarianos".

Rajendra Pachauri, presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), y Lord Stern of Brentford, profesor de la Escuela de Economía de Londres, figuran entre los nombres eminentes en expresar sentimientos similares.

No obstante, muchos consideran que este ángulo es muy simplista, entre ellos la propia industria de la carne.

"Pienso que se puede coincidir con la declaración ‘coman menos carne’, pero el mensaje que a veces se transmite es ‘dejen de comer carne’, y ése es un mensaje engañoso y alarmista", dijo a IPS Giuseppe Luca Capodieci, de la Unión Europea del Comercio del Ganado y de la Carne.

En efecto, es un asunto complicado.

Para empezar, la huella ecológica de medio kilogramo de carne varía en cada caso. La de vaca posee la más grande, y la de pollo la más pequeña.

Importa cómo se produzcan: comer una tajada de carne de pollo de un establecimiento tradicional es mucho menos problemático que masticar un bistec de carne vacuna procedente de una granja industrial.

Y no debería olvidarse que los granos y las verduras pueden tener enormes huellas ecológicas también, si se los cultiva usando herbicidas y pesticidas elaborados con petróleo, en suelo empapado de fertilizantes que contienen nitrógeno.

Además, el sector pecuario puede ayudar a mitigar las emisiones, así como las tierras de pastoreo bien manejadas y los sistemas de pasturas rotativas en entornos naturales pueden actuar como sumideros de carbono, secuestrando este gas en los suelos en vez de liberarlo a la atmósfera.

Tampoco debería ignorarse la importancia social del sector. Éste emplea a 1.300 millones de personas y brinda sustento a 1.000 millones de pobres del mundo, especialmente en África y Asia, según el informe de la FAO.

Como la cría de animales no requiere una educación formal o grandes cantidades de capital, y a menudo tampoco títulos de propiedad sobre la tierra, con frecuencia es la única actividad económica accesible para los pobres de los países en desarrollo.

Las reservas de animales de cría también pueden ser una fuente de alimentos e ingresos que permitan sobrevivir a los pequeños agricultores cuando las sequías u otros eventos climáticos extremos echan a perder los cultivos.

Luego está la cuestión nutricional y el debate sobre si los omnívoros seres humanos podrán alguna vez tener una dieta verdaderamente balanceada sin carne.

Y aunque parece claro que el consumo excesivo de carne en el mundo industrializado está contribuyendo con las enfermedades cardiacas y el aumento de la obesidad, incorporar más carne, leche y huevos a las dietas de muchos pobres de los países en desarrollo sería bueno para reducir las deficiencias de proteínas y vitaminas.

Es decir que el mayor problema puede ser la desigualdad del consumo, más que la ingesta de carne por sí misma. En 2008, la producción de carne por persona fue de 81,9 kilogramos en los países ricos, comparada con 31,1 en los pobres, señala la FAO.

Incluso dejando de lado estas consideraciones, algunos ambientalistas creen que de todos modos sería un error ensalzar el vegetarianismo como respuesta a los males del planeta.

"Es desafortunado que algunos ambientalistas se hayan aferrado a la idea del vegetarianismo, porque por lo menos en la cultura occidental, donde se asigna tanta importancia a la libertad individual, una prohibición total no funcionaría tan bien como redirigir, simplemente, las normas alimentarias para controlar la proporción", dijo a IPS Erik Assadourian, investigador del Worldwatch Institute, con sede en Washington.

Assadourian sostiene que reducir el consumo de carne en el mundo industrializado, sin eliminarla necesariamente, posibilitaría producir la carne que se come de un modo amigable con el clima, con animales pastando en vez de alimentarse con granos en plantas industriales, por ejemplo.

Muchos expertos coinciden, aunque la proporción a disminuir sigue siendo discutible.

Un informe publicado en noviembre en la revista médica británica The Lancet sugirió reducir un tercio el consumo. Assadourian cree que se debería ir más lejos y adoptar una dieta baja en carne, que algunos llaman "flexitarianismo".

"Anoche en la cena nos dieron pasta con un poco de tocino para darle sabor, y una gran porción de cerdo en el plato siguiente", recordó.

"El uso moderado de la carne en el primer plato es lo que yo considero un buen modelo, en el que se incorpora carne pero apenas para darle gusto. El segundo sería mejor reservarlo para ocasiones especiales, como Navidad y el Día de Acción de Gracias", sostuvo.

Es posible que el debate nunca se resuelva totalmente. Pero algunos creen que los principal es que el asunto se difunda, con la ayuda de iniciativas como la de Pachauri y el ex Beatle Paul McCartney, con la campaña "Menos carne = Menos calentamiento", para que la población sea más consciente del impacto de sus elecciones.

"Nos gustaría que todos sean vegetarianos, pero somos realistas y sabemos que eso no ocurrirá de la noche a la mañana. Lo importante es que estamos hablando del vínculo entre la carne y el cambio climático. Hace un año la gente no lo hacía", dijo a IPS Su Taylor, de la británica Sociedad Vegetariana.

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