Palma aceitera busca expiar pecados originales

«Mejor el ‘dendê’ que el ganado», opina la campesina Violeta dos Reis, que cocina y sirve comidas en el comercio que mantiene con su marido en el poblado de Arauaí. En los alrededores, se abre un nuevo mundo a pequeños agricultores pobres de Brasil.

Un joven campesino transporta con un burro su cosecha de frutos y racimos de palma Crédito: Mario Osava/IPS
Un joven campesino transporta con un burro su cosecha de frutos y racimos de palma Crédito: Mario Osava/IPS
El razonamiento es económico. El dendê, como llaman los brasileños a la palma africana, "da más futuro", arguye. Por eso su marido, Florisvaldo Reis, compró por 14.000 reales (8.000 dólares), 10 hectáreas sembradas de palmeras en un proyecto de agricultura familiar integrado a la empresa Agropalma.

El argumento podría ser también ambiental. A lo largo de la carretera PA-150, entre las ciudades de Moju y Tailândia, los palmerales constituyen un monótono paisaje en decenas de kilómetros del noreste del norteño estado de Pará. El monocultivo impacta a quien espera ver exuberancia y diversidad selvática en este tramo de la Amazonia oriental.

Pero antes y después de los cultivos de palma, el panorama tampoco es "amazónico". Extensos pastizales y tierras degradadas comprueban que la palma aceitera se está expandiendo en un área que ya sufría amplia deforestación. La extracción de madera y la ganadería, además de la explotación de carbón vegetal, destruyeron muchos bosques aquí.

Es la zona que eligió Agropalma, la mayor productora de aceite de esta oleaginosa de América Latina, para plantar desde 1982 una de las tres especies de palma aceitera, la africana (Elaeis guineensis) en 39.000 hectáreas.
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En la primera década, el monocultivo avanzó sobre bosques nativos, reconoce su director comercial, Marcello Brito. Pero luego, la empresa adoptó principios de responsabilidad social y ambiental. Además de mantener 64.000 hectáreas de reserva forestal, destina 10,5 por ciento de su área sembrada al cultivo orgánico certificado y sostiene varias iniciativas a favor de la biodiversidad y contra la deforestación.

Agropalma es miembro activo de la Mesa Redonda del Aceite de Palma Sustentable (RSPO en siglas inglesas), un foro fundado en 2004 por empresas productoras, comerciantes y consumidoras del aceite, organizaciones ecologistas e inversionistas, para promover y certificar la sustentabilidad ambiental y social del producto.

Como vicepresidente de RSPO, Brito fue el anfitrión de su II Conferencia Latinoamericana en Belém, capital de Pará, celebrada entre el 24 y el 27 de agosto, cuando se defendió la expansión sustentable de este vegetal en la región, evitando los "errores" cometidos en Indonesia y Malasia.

Esos dos países asiáticos concentran 85 por ciento de la producción mundial del aceite de palma, que acaba de convertirse en el más consumido, superando al de soja, y con múltiples usos en la alimentación, la cosmética y la energía.

Pero ese crecimiento se logró allí a costa de una vasta deforestación y de la invasión y remoción de los depósitos naturales de turba, que liberaron grandes emisiones de gases de efecto invernadero. La RSPO tiene la difícil misión de expiar ese pecado, con una limitada adhesión asiática.

La primera conferencia latinoamericana de la RSPO, celebrada en 2008 en Colombia, el mayor productor regional, provocó una declaración firmada por 259 organizaciones sociales y ambientales de todo el mundo, que condenó el monocultivo de palma como amenaza a los bosques y el clima, a "millones de indígenas" y campesinos y a la seguridad alimentaria.

La RSPO es un instrumento "del negocio" y no está destinada a "contener sus impactos ambientales y sociales", criticaba aquella declaración.

Pero en la Amazonia, la palma cumple funciones bioquímicas similares a los bosques naturales, además de reducir la erosión y el gas carbónico, señalan científicos brasileños.

Es "un cultivo complejo", pero benéfico para el ambiente y "más barato que restaurar los bosques en las tierras ya degradadas", sostuvo Marcos Ximenes, ex rector de la Universidad Federal de Pará y director del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia. "Mucho mejor que el buey", dijo, coincidiendo con Violeta dos Reis.

En este país, siguiendo los criterios de la RSPO, la ambición de la expansión del dendê de la mano de la pequeña agricultura cuenta con apoyo oficial, especialmente en créditos blandos del Programa de Producción Sustentable de la Palma Aceitera en Brasil, anunciado en mayo por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

La meta es duplicar el área sembrada e incorporar unos 12.000 agricultores familiares a la actividad en los próximos cuatro años.

A la larga se habla de un millón de hectáreas, más de 10 veces la superficie actual, pero casi nada en comparación con los 31,8 millones de hectáreas consideradas aptas para este cultivo por un reciente estudio nacional. En todo el mundo se estima que la palma ocupa hoy 12 millones de hectáreas.

Brasil produce poco más de 200.000 toneladas anuales de aceite de palma, 0,5 por ciento del total mundial, e importa una cantidad similar para atender su consumo interno.

La empresa petrolera de capital mixto Petrobrás puso en marcha dos proyectos para producir biodiésel de aceite, uno de ellos en Portugal. El plan prevé 2.250 familias cultivando palma, además de agricultores medianos y grandes, todos asentados en Pará, que ya concentra 90 por ciento de la producción brasileña de ese aceite.

La empresa Vale, una de las mayores exportadoras mundiales de mineral de hierro, también anunció que implantará seis polos de palma en Pará, para obtener biodiésel destinado al consumo en sus medios de transporte, que incluyen varios ferrocarriles y puertos.

Los planes de incluir agricultores familiares se basan en la experiencia de Agropalma.

Entre 2002 y 2006 la empresa incorporó a 185 familias como productoras asociadas, en lotes de seis a 10 hectáreas, cedidos por órganos gubernamentales. Los beneficiados son pequeños cultivadores locales que deben mantener sus siembras tradicionales, como maíz y mandioca, ya que la cosecha de palma les exige apenas entre cuatro y seis días de trabajo mensual.

El matrimonio Reis entró al proyecto hace tres años, adquiriendo el contrato de un socio original para la venta de sus cosechas a Agropalma durante 25 años, tiempo de vida de la palmera. Además, cultivan otras tierras y explotan el comercio en Arauaí.

Este esquema cambia la vida de los campesinos, dándoles un ingreso mensual, pero les exige una visión de largo plazo. La palma requiere muchos cuidados y no produce nada en los tres primeros años, en los cuales solo crece la deuda del productor asociado, sumando gastos en semillas, fertilizantes y equipos, que deberá pagar en cuotas mensuales cuando empiecen las cosechas.

Hay quienes no logran adaptarse a ese sistema y quiebran. "No planifican el tiempo destinado a la palma y a otros cultivos, dejan crecer las malezas y se desalientan", resumió Francisco Damião, supervisor de campo en la agricultura familiar. De hecho, hay plantaciones casi abandonadas en algunas áreas.

Pero la mayoría de los campesinos asociados elevaron sus ingresos, aun pagando sus deudas. Benedita Nascimento, a quien Agropalma exhibe como ejemplo de éxito, asegura que sus ingresos mensuales superan los 2.000 reales (1.150 dólares), suma "inimaginable" para una familia campesina local. Reis dice que la palma le ofrece 1.500 reales (860 dólares) netos.

En sus propias plantaciones y plantas industriales, cinco de extracción del aceite bruto y una de refino, la empresa tiene 4.748 empleados.

Aquí también hubo pecados: cerca de 3.500 trabajadores eran subcontratados, como forma de eludir derechos laborales, hasta que el Ministerio Público (fiscalía) intervino en 2007 y se logró un acuerdo para la contratación directa, informó a IPS el sindicalista Manoel Evangelista da Silva, director de asalariados del Sindicato de Trabajadores Rurales de Tailândia, el municipio donde está la sede de Agropalma.

Pese a todo, se trata de una "excelente empresa" que trajo "beneficios directos e indirectos" a las comunidades locales, elevando los ingresos y, últimamente, la atención de sus trabajadores, reconoció el sindicalista.

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