SOMBRAS Y LUCES DE ESTADOS UNIDOS

Cada vez que elogio algo, mi esposa japonesa me pregunta “¿Y qué es lo que tiene de malo?”. Cuando critico algo Fumiko dice: “Dime algo bueno de eso.” Este es el principio taoísta del “ying-yang”: en todo lo luminoso hay también algo oscuro, y viceversa. Y en lo luminoso en la oscuridad hay algo luminoso y algo oscuro y así sucesivamente hasta el infinito.

La realidad es ambigua. Tomen por ejemplo a Estados Unidos: la opinión mayoritaria parece ser que el Imperio estadounidense es oscuro y que la República estadounidense es luminosa, un lugar para visitar, para vivir. Una medida para la madurez es la de establecer cuántos niveles de análisis puede uno manejar. Considerar como “antiamericanismo” toda crítica contra el Imperio estadounidense revela un nivel cero: Estados Unidos es maravilloso en todos los aspectos y toda crítica en contra revela un desorden mental, dicen quienes en este país ven sólo lo luminoso.

Pero no sólo es posible sino también coherente, por ejemplo, ser antihitlerista sin ser antialemán; antiestalinista sin ser antiruso; antiexpansionista sionista sin ser antisemita; antimilitarismo japonés sin ser antijaponés y antifundamentalismo e imperialismo de Estados Unidos sin ser antiestadounidense. Las raíces de las patologías pueden ser halladas en la profunda cultura de lo normal, de lo bueno, de lo positivo.

Es tan insatisfactorio ser solamente positivo acerca de la República estadounidense como ser sólo crítico del Imperio estadounidense.

Estados Unidos tiene aún la mayor economía del mundo, pero se espera que pronto sea susperado por China, mientras el “Sueño Americano” está quedando fuera del alcance de muchos. En lo militar, donde fue largamente victorioso, Washington sufrió su primera derrota en la Guerra de Corea. Políticamente, ya no es la tierra de la democracia incorrupta.

Pero la cultura en Estados Unidos exhibe todavía una increíble creatividad: en las artes clásicas, modernas y posmodernas se han roto los límites y se han bajado las barreras. Su cultura científica es también muy fuerte. Su tecnología es innovadora. Y lo que es más importante, el público está conectado a todo ello: las artes y la ciencia no son nichos separados de la sociedad como fronteras de separación de clases. Estados Unidos no sólo ha creado una nueva cultura que ha tenido éxito en todo el mundo sino que la ha hecho para consumo de las masas ­no de la clase alta- como anteriormente hizo con los automóviles y otras comodidades del siglo XX. En otras partes, la cultura es fundamentalmente para consumo de las elites. Esas pautas se están extendiendo por todos lados, en gran medida gracias a Estados Unidos.

Lo que sigue siendo específico de Estados Unidos es su pueblo. Empezando por un aspecto básico se puede decir que con nadie en el mundo es tan fácil hablar que con un estadounidense. El diálogo es abierto, básicamente con la utilización del nombre y no del apellido, con lenguaje corporal y lenguaje verbal encantador y contacto visual directo. Después de 14 minutos salen a relucir en la conversación cuestiones personales que hubieran quedado en secreto durante 14 años, o para siempre, en algunas otras culturas.

Los estadounidenses nos hacen sentir en casa, como uno de ellos. Son generosos y de miras amplias. Las conversaciones no son unilaterales, ellos se interesan por saber de dónde viene uno y qué es lo que pasa allí. Y sobre los aspectos personales en un sentido positivo, qué tiene uno para ofrecer, qué piensa. Estados Unidos propone a la gente un Nuevo Comienzo, dejar el pasado y el país de origen atrás, como en los tiempos de las multitudinarias inmigraciones.

Por supuesto que está la cuestión de las clases, con grandes diferencias en el poder económico, en el poder de vida y muerte (a menudo altamente ilegal) y en el poder de decisión. Pero eso se da menos en el comportamiento diario. Los estadounidenses tienen diferencias en materia de vivienda -que van desde las mansiones a los campamentos de casas rodantes-, y en sus automóviles, pero a menudo se visten igual, comen lo mismo (McDonald´s, Coca Cola) y comparten gustos y estilos de vida, como ir a la iglesia y lavar los autos los domingos, el básquetbol, el amor por la naturaleza, los animales salvajes y los partes nacionales. Hablan el inglés más o menos de la misma manera, incluso hoy en día ­hasta hace poco no era así- los “afroamericanos”, que antiguamente eran esclavos, linchados y segregados.

En todos esos sentidos fue formada inicialmente una sociedad sin clases por exitosos refugiados de Gran Bretaña, esas islas del Mar del Norte de donde llegaron. Ellos solieron recibir y dar cabida a los forasteros, a millones y millones, venidos de todos los rincones del planeta. Con excepciones, al temer los blancos, anglosajones y protestantes (WASPs) que aquellos a los que trataron peor ­los pueblos originarios, los afroamericanos, los hispanos (léase mexicanos)- podrían algún día tratarlos a ellos del mismo modo.

Estados Unidos es un lugar con facilidades para vivir, donde siempre está sucediendo algo, con todos que sienten estar en el centro de los acontecimientos. Un país con entusiasmo ante una larga lista de “sólo en Estados Unidos”. No sorprende que los norteamericanos acudan en defensa del país cuando consideran que es amenazado. Sin embargo, si para ellos se valen del secreto, la sospecha y medidas de estado policial, podrían desvirtuar sus mejores valores. Esperemos que esto no suceda. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Johan Galtung, rector de la Universidad de Estudios sobre la Paz TRANSCEND y autor de «The Fall of the US Empire -And Then What?» (www.transcend.org/tup).

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe