Una federación ligera para Europa

Un número creciente de personas creen que, para estar a salvo, la Unión Europea (UE), o la eurozona, debería tener un ministerio del tesoro o de finanzas, o bien que se faculte a la UE para imponer tributos.

Hoy en día, la UE no tiene prácticamente poder alguno de imposición, ya que su presupuesto depende de las transferencias de los países que la integran.

Además, los desembolsos comunitarios ­que en su conjunto equivalen a solo uno por ciento del producto interno bruto (PIB) de la Unión­ no financian casi ninguna función de gobierno y son sustancialmente subsidios, sobre todo a favor de la producción agrícola, que recibe casi la mitad del presupuesto total.

Reflexionando sobre el presupuesto de la UE con la mente abierta, la pregunta que debe hacerse es: ¿para qué?

Aun excluyendo las mayores partidas típicas del gasto público, como las de educación y previsión social, quedan otras funciones de gobierno que, según la teoría del federalismo fiscal, el principio de subsidiariedad y el buen sentido, deberían ser asignadas a un nivel más alto, el del gobierno central europeo.

En particular, las siguientes: seguridad y defensa, diplomacia y política exterior (incluidas la asistencia al desarrollo y la ayuda humanitaria), control de fronteras, proyectos de infraestructura a escala europea, grandes proyectos de investigación y desarrollo, y redistribución social y regional.

La defensa y la política exterior son quizás los últimos sectores considerados como prerrogativa de la soberanía estatal y constituyen aún un tabú. Sin embargo, es cada vez más evidente la creciente pérdida de influencia relativa de los países europeos, sin exceptuar a los más grandes, en el escenario internacional.

A Nick Witney, exjefe de la Agencia Europea de Defensa, se debe la más perspicaz y persuasiva condena de la actual política europea de seguridad y defensa. “Después de casi dos decenios desde el fin de la Guerra Fría, la mayor parte de los ejércitos europeos están aún organizados para una guerra total en la frontera de Alemania, y no para el mantenimiento de la paz en Chad o para la asistencia a la seguridad y al desarrollo en Afganistán».

Witney agregó que “esta falta de modernización significa que buena parte de los 200.000 millones de euros que Europa gasta cada año en defensa es simplemente malgastada”, y que “cada uno de los Estados integrantes de la UE, incluidos Francia y Gran Bretaña, han perdido la capacidad de financiar por sí solos todas las nuevas capacidades militares actualmente necesarias».

Si este es el diagnóstico y si todos los intentos de mejorar la coordinación y la cooperación entre las diversas estructuras nacionales de defensa no han tenido éxito, ¿no sería más lógico crear un nuevo ejército europeo?

Nótese que, precisamente porque la misión de la defensa europea ha cambiado tanto en los años recientes, es ahora mucho más fácil, en principio, la formación desde cero de una nueva fuerza militar (hombres, armamento, doctrinas y todo lo demás), en lugar de perseverar en la fútil tentativa de adaptar las fuerzas existentes para nuevas misiones y, al mismo tiempo, de mejorar la cooperación entre ellas.

Si ha sido posible crear desde cero una nueva moneda y un nuevo Banco Central Europeo, ¿por qué no un nuevo ejército comunitario?

En 2009 el gasto para la defensa de la UE sumó 194.000 millones de euros, equivalentes a 1,5 por ciento del PIB de la comunidad. Un hipotético gasto de la UE para la defensa de uno por ciento del PIB puede, por lo tanto, parecer modesto. Corresponde, no obstante, a casi 130.000 millones de euros. Con ese presupuesto, las fuerzas armadas de la UE se dotarían de una eficaz organización militar, solo superada por la de Estados Unidos.

En el plano cuantitativo, la defensa continental contaría con recursos entre tres y cinco veces mayores que los disponibles por potencias como Rusia, China o Japón. Asimismo, se obtendrían entre 60.000 y 70.000 millones de euros en ahorros, equivalentes a más de medio punto porcentual del PIB europeo, con respecto a la situación actual.

La transferencia de determinadas funciones del gobierno nacional al europeo puede llevar a una disminución neta del presupuesto comunitario total, por efecto de las economías de escala. Tomando el ejemplo de la defensa, a paridad de costo, una única organización es por cierto más eficiente que 27 diversas.

Además, como lo ha demostrado la experiencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) durante la Guerra Fría, los esfuerzos destinados a coordinar los aparatos de defensa independientes han producido siempre resultados decepcionantes y mucho parasitismo a costa de los proveedores más ricos de este bien público. (FIN/COPYRIGHT IPS)

* Emma Bonino, dirigente del Partido Radical y excomisaria europea, vicepresidenta del Senado de Italia. Marco De Andreis, exfuncionario de la Comisión Europea y asesor político del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

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