Sandy y el periplo caribeño de los nuevos huracanes furiosos

La región del Caribe despide el mes, el penúltimo de la temporada de huracanes, con el paso por varias islas de Sandy, causante de cuantiosos daños materiales y la muerte de 44 personas en Haití, 11 en Cuba, dos en República Dominicana, una en Jamaica y otra en Bahamas. Ahora se aproxima a Estados Unidos.

El huracán es esperado con angustia este lunes 29 en la costa atlántica estadounidense, donde, aunque debilitado a categoría uno, los meteorólogos prevén que coincidirá con un frente frío que viene del oeste, dando lugar a una mega tormenta, que algunos llaman "Frankentormenta", de impacto imprevisible en una amplia zona entre el estado de Nueva York y Washington.

Tras pasar sobre Jamaica y dejar allí más de 1.000 damnificados, inundaciones y carreteras interrumpidas, este nuevo evento meteorológico tocó a Cuba en la madrugada del jueves 25 con categoría dos en la escala de Saffir-Simpson, de un máximo de cinco, con vientos sostenidos de 170 kilómetros por hora.

A pesar de la activación de su estrategia para mitigar el impacto, la rapidez y fuerza con que Sandy azotó este país superó, al parecer, lo esperado. Penetró al archipiélago cubano por la oriental ciudad de Santiago de Cuba, distante 847 kilómetros de la Habana, donde varias generaciones vivieron por primera vez el poder destructivo de los ciclones.

"Embistió de frente a la ciudad. Esto ha sido un desastre nunca visto. La gente está muy triste", comentó a IPS vía telefónica un santiaguero de 70 años.
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La fuente sostuvo que el paso de Sandy por la capital y demás municipios de la provincia fue "peor" que el azote del Flora, un huracán que en 1963 permaneció cinco días en la zona oriental de esta isla caribeña, provocando intensas lluvias y graves inundaciones que costaron la vida a un millar de personas.

"Todavía no sabemos realmente cuánto destruyeron los vientos", comentó este residente que prefirió no ser identificado. El sábado 27, autoridades de Santiago de Cuba estimaron los perjuicios en más de 2.121 millones de pesos cubanos" (unos 88 millones de dólares), aunque aún faltaba el conteo de pérdidas en construcción, turismo y en el sector azucarero.

El fin de semana que pasó, la ciudad de Santiago de Cuba aún lloraba a sus muertos, en su mayoría a causa de derrumbes, y lamentaba los daños en miles de viviendas, escuelas y otros edificios públicos. Pero, a pesar de todo, mucha gente se volcó a las calles para sumarse al personal encargado de remover los escombros y árboles caídos.

Vecinos consultados telefónicamente por IPS, empero, no ocultaban su preocupación por el desabastecimiento de alimentos y el tiempo que puede demorar el restablecimiento del servicio de energía eléctrica, cuya ausencia interrumpe además la entrada de agua en los domicilios.

"En la bodega están adelantando los mandados (alimentos normados) de noviembre, pero solo pude comprar arroz y café", dijo una mujer.

Holguín y Guantánamo, también en el extremo oriental de la isla, fueron las otras provincias mayormente afectadas, en tanto intensas lluvias asociadas al huracán se esparcieron hacia territorios del centro del país, con su secuela de inundaciones, incluida la interrupción de carreteras.

La presa del río Zaza, la mayor del país, sobrepasó su capacidad de llenado, y sus seis compuertas debieron ser abiertas para aliviar el cauce.

A partir de la amarga experiencia del Flora, el gobierno cubano se propuso preservar ante todo las vidas humanas y creó un sistema de prevención y preparación ante desastres para reducir las muertes y mitigar el impacto de los inevitables huracanes y otros eventos naturales. La estrategia le permitió hasta ahora ser la nación con menos pérdidas humanas de la región.

Sin embargo, en la última década en Cuba, el huracán Dennis mató a 16 personas en 2005, seguido por el Ike con siete muertos en 2008.

El Sandy es el primer ciclón tropical que azota a este país luego del paso de Ike, Gustav y Paloma en el mismo año 2008, que causaron pérdidas por 10.000 millones de dólares para la economía del país, según datos de las autoridades.

En un artículo entregado a IPS, el meteorólogo José Rubiera reconoce que el actual período activo de tormentas tropicales y huracanes en el océano Atlántico muestra un comportamiento singular respecto de otros períodos activos conocidos, con el registro de "más del doble de ciclones tropicales "y algunos huracanes "muy intensos".

"Algún efecto adicional pudiera estar incidiendo para registrar tan inusual actividad y, aunque no pueda demostrarse, es lógico suponer que el recalentamiento que está ocurriendo en el planeta puede tener alguna influencia en ello", añade Rubiera, director del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba.

El experto considera "difícil hallar respuestas sobre el comportamiento de los ciclones tropicales en un entorno de cambio climático, debido a la escala en que se producen y a la aún poca resolución de los modelos para la simulación del cambio climático".

"Sin embargo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (conocido por sus siglas en inglés IPCC), en su último informe, ha podido establecer que nada puede decirse aún respecto a la frecuencia de los ciclones tropicales, aumento o disminución de su cantidad, aunque sí en cuanto a su intensidad, en que tenderían a ser más intensos", afirma.

Por otra parte, estudios especializados coinciden en que, en un mundo más caliente, los huracanes serían más intensos, a razón de cuatro por ciento de menor presión y alrededor de 12 por ciento más lluviosos por cada grado de incremento de temperatura.

"Frente a estas perspectivas de lo que puede pasar en el futuro, solo queda un camino: el de la adaptación, pues no podemos hacer desaparecer los huracanes, por lo cual tenemos que acostumbrarnos a vivir con ellos, pero que nos ocasionen el menor daño posible", indica Rubiera.

La experiencia cubana en materia de prevención, que para este experto es una forma de adaptación a eventos extremos que pueden ser cada vez más destructivos, ha sido considerada por funcionarios internacionales de "sumo interés" en especial para la región del Caribe insular, extremadamente vulnerable al cambio climático.

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