COLUMNA: Protección social para superar la pobreza y el hambre

El creciente consenso, impulso y compromiso por erradicar el hambre mundial puede parecer abiertamente ambicioso en vista del lento progreso logrado en las últimas décadas en reducir la cantidad de hambrientos en el planeta.

Jomo Kwame Sundaram. Crédito: FAO/Alessia Pierdomenico.
Jomo Kwame Sundaram. Crédito: FAO/Alessia Pierdomenico.

Después de todo, que hayan bajado los precios de los alimentos en la segunda mitad del siglo XX, gracias a una mayor producción, no fue suficiente para eliminar la pobreza y el hambre en el mundo.

En los años 60 y 70, varios gobiernos invirtieron mucho para aumentar la producción agrícola, especialmente la alimentaria. En la segunda mitad del siglo XX, la productividad agrícola creció rápidamente. La intensa competencia de precios abarató los alimentos, y los consumidores se beneficiaron más de las ganancias derivadas de la productividad, ayudando así a reducir la pobreza.

Mientras, en las últimas décadas, los agronegocios transnacionales se enriquecieron gracias a las innovaciones en la producción agrícola, el crédito, el procesamiento y las cadenas de valor en materia de mercadotecnia.

Más recientemente, los precios de los alimentos volvieron a subir, en parte debido a que las inversiones públicas se redujeron en las últimas décadas, el aumento de la productividad fue más lentos en los últimos 10 años y hubo recientes incrementos en la demanda de cultivos alimentarios.

Pero el reciente aumento en los precios está asociado no solo con cambios significativos en la oferta y la demanda, sino también con las políticas y los subsidios de los biocombustibles, además de que existe una especulación mucho mayor con las materias primas.

En el caso improbable de que los precios de los alimentos vuelvan a bajar luego de los incrementos registrados desde 2006, estos productos se volverían más accesibles, al tiempo de que reducirían los ingresos de los agricultores y el incentivo para producir más comestibles, lo que podría volver a determinar su carestía.

¿Redistribución fiscal?

Los países pobres están doblemente en desventaja, debido a sus limitadas capacidades de recauadación impositiva, pues solo pueden cobrar bajos tributos sobre bajos ingresos. Además de que existen unos gravámenes un tanto excesivos sobre los pequeños agricultores, las transferencias de recursos de las zonas urbanas a las rurales, a través del sistema fiscal u otros acuerdos, soy muy modestas.[related_articles]

El gasto de los gobiernos para aumentar la producción agrícola, la productividad y los ingresos también está moldeado por consideraciones políticas, especialmente por el deseo de asegurarse el apoyo político en zonas rurales. Sin embargo, con pocas notables excepciones, el gasto gubernamental en agricultura raramente está sesgado hacia los pobres.

Aunque los impuestos agrícolas generalmente son proporcionales a la tierra que se posee o a la producción que se genera, esas inversiones públicas tienden a beneficiar a los que están en una posición relativamente más acomodada, ya que buena parte del gasto rural beneficia a los grandes cultivadores más que a los pequeños productores, arrendatarios o aparceros.

Esto es generalmente lo que ocurre también cuando se mejora la infraestructura rural o con los servicios sociales, entre ellos la salud y la educación, así como el apoyo agrícola, bajo la forma de fertilizantes subsidiados u otros insumos, típicamente distribuidos según la cantidad de tierra que se posea.

No obstante, los pobres pueden haberse beneficiado hasta ahora, dado que la creciente marea de una mayor producción parece elevar a todos los barcos por igual.

Protección social necesaria

Actualmente se produce suficiente comida para alimentar a todos en el mundo. El problema es que la mayoría de los hambrientos no pueden darse el lujo de alimentarse de modo adecuado, por carecer de los medios para hacerlo. Por lo tanto, la única manera de reducir el hambre en el corto plazo es potenciar los ingresos de los pobres.

Más de las tres cuartas partes de los alrededor de 1.200 millones de pobres del mundo, según el criterio de “un dólar al día”, viven en zonas rurales. Por esto, reducir la pobreza requerirá ingresos rurales significativamente más altos, especialmente para los pobres. Como la mayor parte de los ingresos rurales están relacionados con la agricultura, aumentar la productividad puede ayudar a aumentarlos.

Sin embargo, para concretar el compromiso de “que nadie quede rezagado” en vista del prolongado enlentecimiento económico mundial, el mayor subempleo y el desempleo de los próximos años, la única manera de erradicar el hambre pronto será estableciendo un piso de protección social.

La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó en 2011 la recomendación de establecer un piso de protección social, lo que implica que los medios para hacerlo están disponibles.

Históricamente, la protección social se ha desarrollado en relación al empleo asalariado del sector formal urbano. Pero, en los países en desarrollo, el aprovisionamiento social rural a menudo ha involucrado lo que se conoce con el término inglés de “workfare”, o prestaciones sociales condicionadas, en vez del estado de bienestar, como ocurre con la Ley Nacional de Garantía del Empleo Rural de India.

El enfoque distintivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en relación a las transferencias de efectivo –lo que acelera la transición “de la protección a la producción”- ayuda a garantizar medios más sostenibles para superar el hambre y la pobreza, cimentando el camino para lograr el Reto del Hambre Cero.

*Jomo Kwame Sundaram es diector general adjunto del Departamento de Desarrollo Económico y Social en la FAO.

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