COLUMNA: FAO, modernizarse o ser irrelevantes

La actual situación internacional se caracteriza por desafíos económicos y financieros que, de una u otra manera, afectan a todo el mundo. En este marco preocupante se ha planteado la urgente necesidad de modernizar las instituciones del Estado, las empresas privadas, del tamaño que sean, y las organizaciones de la sociedad civil, cualquiera sea el ámbito en el que se desarrollen.

No escapan a esta situación las organizaciones internacionales, incluidas las que pertenecen al sistema de la Organización de las Naciones Unidas, entre ellas la FAO. Modernización y eficiencia son los conceptos que dominan hoy el debate.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) se ha tomado muy en serio este reto de adecuar la institución a los desafíos del siglo XXI. Desde enero de 2012, cuando José Graziano da Silva asumió el cargo de director general, se ha estado trabajando con el propósito de dar cumplimiento a dos importantes directrices señaladas por los países miembros.

La primera fue establecer con claridad nuevos objetivos estratégicos que pusieran en el centro de la acción la importancia de erradicar el hambre en el mundo en los plazos de tiempo más breves posibles. En este sentido, los nuevos objetivos estratégicos fueron aprobados por la última Conferencia de la FAO, en junio pasado, lo que llevó a introducir algunas modificaciones en la estructura organizativa de esta agencia.

La segunda directriz fue transformar la FAO en una institución moderna, que diera una alta prioridad a la eficiencia y al uso óptimo de los recursos.

Desde el inicio del mandato del nuevo director general ha sido nuestra preocupación constante realizar ahorros por eficiencia que no entorpezcan la labor técnica y se utilicen para reforzar la asistencia directa que la organización presta a los países.

En el bienio 2012-2013 se adoptó un enfoque orientado a obtener resultados y a tratar de asegurar que el trabajo de la FAO tuviera un impacto real sobre el terreno.

En cuanto a la mejora de la eficiencia, entre enero de 2012 y junio de 2013 realizamos ahorros por 67 millones de dólares, principalmente a través de la reducción de gastos administrativos generales en la sede de la FAO en Roma. Esto ha incluido, entre otras cosas, una política de austeridad en materia de viajes, de racionalización de los sistemas de adquisiciones y otros servicios administrativos.

En la pasada Conferencia de la FAO, los países miembros dieron su pleno apoyo político a Graziano da Silva y apreciaron los esfuerzos hechos hasta esa fecha pero, al mismo tiempo, solicitaron que se identificaran ahorros adicionales por otros 37 millones de dólares.

Los países miembro indicaron que dichos ahorros deberían realizarse particularmente en costos relacionados con personal, sin que ello afectara la ejecución del programa de trabajo.

Esto ha significado tener que identificar algo más de un centenar de puestos de trabajo que han debido ser abolidos, algunos de ellos vacantes. Algunos funcionarios han aceptado propuestas de retiro anticipado voluntarias, lo cual ha reducido el número de personas afectadas a unas cincuenta, quienes trabajan en áreas como las infraestructuras tecnológicas, realizan funciones de apoyo administrativo o se desempeñan en la biblioteca.

El director general de la FAO se ha esforzado en cumplir esta tarea que le encomendaron los países tratando de reducir al máximo posible los impactos negativos sobre el personal.

Se han puesto en marcha una serie de medidas como la reubicación del personal afectado en plazas vacantes, existentes en la organización. Adicionalmente las propuestas de retiro anticipado que se han ofrecido son muy favorables y han sido aceptadas por algunos funcionarios que cuentan con una mayor cantidad de años de servicio.

Como es lógico, estas medidas duras que atañen a una pequeña cantidad de puestos de trabajo han encontrado una resistencia comprensible por parte de los afectados y hemos constatado signos de preocupación en muchos de nuestros colegas. Obviamente hemos tratado siempre de acotar las medidas adoptadas y explicar la racionalidad que hay detrás de estas complejas decisiones.

Sabemos que es un momento muy difícil para algunos colegas nuestros y que debemos hacer todo lo posible para ayudarles. Es gratificante constatar que el proceso de reubicación ha comenzado ya y que el número de casos a ser resueltos está disminuyendo. Vemos también que estos progresos se están realizando con la participación plena de los representantes del personal.

Sabemos que el trabajo colaborativo y entusiasta del personal es absolutamente necesario para que la FAO pueda cumplir la noble misión que tiene establecida por mandato. Por este motivo, es importante prestar al staff afectado la ayuda que sea necesaria y que están al alcance de la mano.

Nosotros en el sistema de las Naciones Unidas debemos modernizarnos o nos transformaremos en una institución irrelevante, burocrática y mal preparada para los tiempos que estamos viviendo.

Efectivamente la modernización tiene muchas veces un alto precio en términos de colegas que se ven afectados por estos procesos, pero es lo que al final nos permitirá cumplir de mejor manera nuestras responsabilidades para con aquellos a quienes tenemos que servir.

 

Denis Aitken es subdirector general a.i. de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

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