Los complicados cálculos de Sudán del Sur

Salva Kiir Mayardit (de traje y sombrero negros) y Riek Machar (a su derecha), despiden al presidente de Sudán, Omar Al Bashir, quien visitó Yuba menos de una semana antes del referendo que decidió la independencia del Sur. Crédito: UN Photo/Tim McKulka.

Horas después de que milicias leales a Riek Machar declararan el control de la estratégica ciudad de Bor, en Sudán del Sur, el exvicepresidente anunció el envío de una delegación a las conversaciones de paz con líderes africanos y representantes de quien fue su superior y camarada, el presidente Salva Kiir.

El anuncio se produjo tras una espera de una semana y dio aliento a las conversaciones que están por comenzar en Addis Abeba, a la que ya comenzaron a llegar delegaciones diplomáticas.

El martes 31 de diciembre era el plazo fijado por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) de África Oriental para que las tropas de Machar depusieran las armas y acataran el acuerdo de cese del fuego alcanzado durante las negociaciones de Nairobi, durante los últimos días de 2013, sin participación de los rebeldes.

El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, aliado de Kiir, apostó soldados en el aeropuerto de Yuba, la capital de Sudán del Sur, y el lunes 30 pareció amenazar con el despliegue de tropas de su país contra Machar si no acataba el alto el fuego.

Informes sobre la derrota o la retirada del gobierno en Bor coronaron varios días de informaciones tan erráticas como dramáticas desde el terreno. Aseguraban que un grupo de hasta 25.000 “jóvenes” de la etnia nuer –conocidos como el “Ejército Blanco” por su práctica de frotar sus cuerpos con ceniza– habían marchado sobre la ciudad en supuesto nombre de Machar, aunque tampoco esa lealtad estaba totalmente clara.

Machar es nuer y Kiir es dinka. Los dos líderes estuvieron unidos militarmente durante la Segunda Guerra Civil Sudanesa (1983-2005), en la que murieron dos millones de personas. Pero sus vínculos estaban ya desgastados, cuando Sudán del Sur votó por su independencia en 2011.

En julio de 2013, Kiir destituyó a Machar y a varios miembros de su gabinete, en lo que se consideró un intento por acaparar poder.  Kiir no fue muy reprendido por una comunidad internacional que, sin considerar las ganancias petroleras, financia a muchas ramas del gobierno, pese a su preocupación por el impacto en la estabilidad del nuevo país.

[related_articles]Machar negó las acusaciones de Kiir sobre que una escaramuza, ocurrida el 15 de diciembre en el palacio presidencial entre facciones dinka y nuer, fue un intento de golpe de Estado. Pero  inmediatamente después del episodio huyó de la capital para organizar a las fuerzas rebeldes, formadas de inmediato con base en desertores del ejército y milicias más pequeñas.

Kiir descartó públicamente toda clase de acuerdo para compartir el poder con Machar. “Si usted quiere poder, no se rebela”, sino que cumple con el proceso debido, dijo a la cadena británica BBC.

Déficit de información

Pero el martes 31 en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el portavoz del secretario general Ban Ki-moon no pudo confirmar los informes según los cuales Machar estaba dispuesto a entregar las armas. Y con el conflicto todavía caliente, más de 70.000 personas huyeron de las batallas de Bor.

En un comunicado sobre los episodios de violencia, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, citó matanzas extrajudiciales masivas, el ataque a personas por su condición étnica y detenciones arbitrarias.

En Yuba, de mayoría dinka, tras el enfrentamiento palaciego se observó a miembros del ejército nacional comprobando el conocimiento de los nuers sobre la lengua dinka, para acorralar y luego asesinar a algunos que se equivocaban en las respuestas.

En otras partes del país, dinkas relataron historias similares en que los victimarios eran nuers.

Pillay dijo que se descubrió una fosa común en Bentiu, en el estado de Unidad, y se presume que hay por lo menos otras dos más en Yuba.

Una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, la última semana de diciembre, decidió incrementar el número de cascos azules desplegados en el país, con un contingente adicional de 5.500 efectivos, aportados por otras misiones de la ONU en el mundo.

Con la medida, el contingente de soldados de la ONU subirá a 12.500, aunque hacerlo efectivo podría llevar hasta tres semanas, informó el vicesecretario general de la ONU para las Operaciones de Paz, Hervé  Ladsous.

Pero la velocidad de los acontecimientos plantea interrogantes sobre el conocimiento de la comunidad internacional sobre el alcance de la guerra civil y sobre el sangriento ajedrez que juegan Machar y Kiir.

Para cuando lleguen los nuevos efectivos de paz, podría haber dado su último espasmo esta fase de violencia, que ya se cobró 1.000 vidas. Pero quedará saber cuáles son los  cálculos de Machar y la viabilidad de la democracia y la sociedad civil de Sudán del Sur.

“¿Acaso (Machar) realmente dio un golpe o se produjo solo una erupción, mortal y dramática, de la lucha de poder que se viene fermentando desde julio?”, se  preguntó Simon Adams, director ejecutivo del Centro Mundial para la Responsabilidad de Proteger.

Según Adams, no es posible que Machar haya esperado apoyo de las potencias regionales y sabía que sus recursos militares menguarían rápidamente.

“Si puede mantener uno o dos estados bajo su control, o partes de ellos, entonces tal vez espere poder negociar su regreso al gobierno”, dijo Adams a IPS. “Pero sospecho que se ha derramado demasiada sangre para eso”, condenó.

El ataque de Machar contra Bor y  su simultáneo acuerdo de enviar un mediador de paz a Addis Abeba sugiere que sus cálculos nunca fueron controlar el país, sino establecer un estratégico juego de poder político, muy familiar a los observadores locales.

“La historia es importante: los bloques de poder y las peligrosas rivalidades formaron parte del funcionamiento del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán y el Movimiento de Liberación Popular de Sudán en el pasado. Las facciones se enfrentaban y luego alcanzaban un acuerdo”, recordó Adams.

Pero “antes había un enemigo mayor en el Norte. Ahora solo se tienen la una a la otra”, dijo.

La independencia dio paso a un estado de partido único cuyas relaciones de poder imitan las de los ejércitos insurgentes en cuyas filas combatieron los líderes políticos del país durante la mayor parte de sus vidas.

Que Machar haya dado o no un golpe de Estado, aunque es vital para la tristemente familiar narrativa de los acontecimientos, resulta secundario para su contexto, dijo Florent Geel, de la Federación Internacional para los Derechos Humanos.

“Kiir es muy autoritario y directo, así que Machar quería obtener poder”, señaló Geel a IPS.

Según este experto, el gobierno está integrado por una incómoda continuación de una coalición militar y son comunes las discrepancias entre el grupo de “aliados-solo-en-las-buenas”,  acostumbrado a resolver disputas fronterizas mediante guerras a distancia con el Norte.

“No es solo un asunto étnico, es político”, dijo Geel.

Mientras, cascos azules, medios de comunicación e incontables organizaciones no gubernamentales de Occidente se atrincheran en bases de la misión de la ONU en Sudán del Sur (Unmiss), brindando ayuda vital y cobertura sobre lo que les ocurre a los de adentro, pero incapaces de asistir o de saber nada sobre los por lo menos 100.000 sudaneses desplazados que no han podido buscar refugio.

 

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