Regulación de trabajo sexual en India desata debate

Vista de una zona roja en India, donde tres millones de trabajadoras sexuales están atrapadas en un debate sobre la legalización de su actividad. Crédito: bengarrison/CC-BY-SA-2.0

Jameli Devi, de 36 años, se desempeña como trabajadora sexual en la carretera Garstin Bastion de Nueva Delhi, la mayor “zona roja” de Asia, donde operan unas 12.000 de los tres millones de prostitutas de India.

Devi se siente una desgraciada: le preocupa el fuerte debate que se desató sobre el comercio sexual en India luego que la estatal Comisión Nacional para las Mujeres reclamó legalizar la actividad.

Ella considera que el solo hecho de extender permisos a personas como ella no hará que mejoren las condiciones insalubres y a veces peligrosas bajo las cuales funciona el meretricio.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alrededor de 70 por ciento de las trabajadoras sexuales de India padecen abusos por parte de sus clientes y de la policía.

A menudo, las prostitutas no reportan la totalidad de esos abusos por falta de conocimiento sobre sus derechos básicos, señalan activistas.

[pullquote]3[/pullquote]“La mayoría de nosotras no nos dedicamos al comercio sexual por elección, sino porque mafias criminales nos venden a burdeles. La campaña para regular nuestro negocio solo terminará dando inmunidad a los proxenetas y a los prostíbulos para comprar o vender mujeres pobres como nosotras, y aumentando el tráfico de mujeres jóvenes y niñas y niños”, dijo Devi a IPS.

Un estudio realizado por Dasra, una organización india sin fines de lucro, concluyó que aproximadamente la mitad de las víctimas de tráfico son muchachas adolescentes, mientras que la edad promedio de las trabajadoras sexuales cayó de entre 14 y 16 años a entre 10 y 14, “porque se cree que las niñas pequeñas tienen menos riesgo de portar una enfermedad de transmisión sexual”.

“La mayoría de las víctimas proceden de áreas rurales, alrededor de 70 por ciento son analfabetas, y casi la mitad informaron que sus familias ganaban apenas un dólar” por día, según el reporte.

Otras investigaciones concluyen que la mayoría de las trabajadoras sexuales en India proceden de las castas más bajas, comunidades habitualmente sometidas a violencia y explotación en una sociedad muy estratificada.

No sorprende, entonces, que decenas de mujeres atrapadas en el comercio sexual se opongan tan rotundamente a la legalización.

Otra trabajadora sexual, Sarita, de 43 años, cree que aunque en países más ricos, como Estados Unidos o China, pueden existir sólidos argumentos a favor de la legalización, tal sistema no es adecuado para India.

“En países más ricos, muchas mujeres eligen genuinamente esta actividad debido a las mejores perspectivas de ingresos y oportunidades (que vislumbran en ella). Pero en India, cada mujer que ingresa en este negocio ha sido, invariablemente, coaccionada por un traficante, por su familia o por su esposo. Así que la dinámica de nuestra sociedad es muy diferente”, planteó.

Reducir el floreciente comercio sexual

El informe “Economics Behind Forced Labour Trafficking” (La economía detrás del tráfico para trabajos forzados), dirigido en 2014 por el premio Nobel de la Paz indio Kailash Satyarthi, contiene algunos de los datos más actualizados sobre el floreciente comercio sexual.

“Las cifras conmocionan… Solamente en India, el dinero generado hasta ahora por el comercio sexual se ubica en la friolera de 343.000 millones de dólares. La investigación confirma que varios agentes, como traficantes, dueños de burdeles, prestamistas, funcionarios de aplicación de la ley, abogados, jueces y, hasta cierto punto, incluso las víctimas de explotación sexual comercial, terminan recibiendo dinero por su participación”, dice Satyarthi en el reporte.

Según un estudio de 2009 de la ONU, el tráfico sexual es la forma más común de tráfico humano en el mundo, lo que lo convierte en el mayor comercio de esclavas. Aproximadamente 79 por ciento de todo el tráfico de personas tiene por fin el trabajo sexual, y es la industria delictiva de más rápido crecimiento en el planeta.

Los países que legalizaron la prostitución no están mucho mejor. Holanda, que lo hizo en 2000, continúa lidiando con traficantes que contrabandean mujeres hacia los burdeles del país, señalan organizaciones sin fines de lucro que operan en el área.

Mientras cobra impulso el debate sobre la legalización, la opinión pública en India se encuentra muy dividida. Quienes están a favor de la medida sostienen que disminuirá el acoso, la intimidación legal y la explotación de las trabajadoras sexuales.

La presidenta de la Comisión Nacional para las Mujeres, Lalitha Kumaramangalam, quien en diciembre puso el tema sobre la mesa al sugerir que el comercio sexual quedara bajo control del Estado, cree que la legalización garantizará mejores condiciones de vida a las prostitutas.

Según ella, reducirá el tráfico tanto de niñas como de mujeres y mejorará la salud de las trabajadoras sexuales, que actualmente son obligadas a atender a sus clientes en condiciones poco higiénicas y sin condones, lo que ha multiplicado las infecciones con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, y otras enfermedades de transmisión sexual.

[related_articles]Este es un punto crucial para los expertos en atención a la salud, quienes consideran que la rápida propagación del VIH/sida en el mundo, especialmente en Asia y África, puede mantenerse a raya colocando a la prostitución bajo el paraguas del Estado.

Esto ayudará a los trabajadores de la salud a educar mejor a las meretrices sobre uso de preservativos e higiene básica, explican.

¿Trabajo sexual más seguro o enorme burocracia?

Quienes se oponen a la legislación, sin embargo, muestran cautela ante las consecuencias de agregar capas de regulación a la burocracia ya enorme de India. Temen que la intervención del gobierno pueda terminar fomentando el acoso de las mismas personas a las que busca proteger.

“Legalizar la prostitución es legalizar a los especuladores de la industria del sexo y a sus clientes”, dijo Ranyana Kumari, directora del Centro para la Investigación Social, con sede en Nueva Delhi.

“Esto implica la violación de mujeres pobres, de castas bajas, con impunidad. Y no solo eso; también convertirá a India en un imán mundial para el tráfico sexual y el turismo sexual”, agregó en diálogo con IPS.

Donna M. Hughes, profesora de estudios sobre la mujer en la Universidad de Rhode Island, señala en su ensayo “Prostitution: Causes and Solutions” (Prostitución: Causas y soluciones) que la legalización no reduce ni el meretricio ni el tráfico.

“De hecho, ambas actividades aumentan, porque los hombres pueden comprar legalmente actos sexuales, y los proxenetas y dueños de burdeles pueden legalmente vender y beneficiarse económicamente de ellas… En Holanda, desde que se concretó la legalización, hubo un aumento en el uso de niños y niñas en la prostitución”, escribe.

También hay una profunda división sobre el tema entre activistas que trabajan con prostitutas.

Mientras S. Jana, quien creó el Comité Durbar Mahila Samanwaya, foro de 65.000 trabajadoras sexuales en el oriental estado indio de Bengala Occidental, apoya la campaña por la legalización, otros temen que eso vuelva más osados a los traficantes y a la mafia de la prostitución.

“Las leyes indias y las políticas gubernamentales no han logrado proteger a las trabajadoras sexuales debido a las lagunas legales, que las vuelven vulnerables a los abusos. De legalizarse el comercio (sexual), la situación empeorará”, dijo a IPS la feminista Meena Seshu, fundadora de Sangram, una organización de voluntarios que trabaja en el control del VIH y tiene sede en Sangli, en el occidental estado de Maharashtra.

Según la activista, la legalización también puede echar por tierra los intentos de muchas organizaciones por rehabilitar a mujeres, niñas y niños obligados a prostituirse.

“El Estado debería formular políticas y programas para la rehabilitación de trabajadoras sexuales que están saliendo de esta explotación sexual comercial. Esto ofrecerá una mejor solución a este complejo problema”, opinó Seshu.

 

Editado por Kanya D’Almeida

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