Mujeres lideran movimiento por alimentos sanos en Filipinas

En Filipinas, 22 por ciento de los niños menores de cinco años tienen bajo peso, y 32 por ciento sufren retraso en el crecimiento. Crédito: Kara Santos/IPS
En Filipinas, 22 por ciento de los niños menores de cinco años tienen bajo peso, y 32 por ciento sufren retraso en el crecimiento. Crédito: Kara Santos/IPS

Cuando un equipo de Arugaan, una organización de salud integrada por mujeres, visitó Visayas Oriental, una zona de Filipinas devastada por el tifón Haiyan en noviembre de 2013, constató que en los sitios de ayuda y rescate abundaba la leche artificial, que las madres daban a sus bebés en grandes cantidades.

«Intervenimos porque sabíamos… que teníamos que enseñar a las mujeres a amamantar y lo importante que es para ellas, sus hijos y sus familias», dijo Tinay Alterado, integrante de Arugaan, a IPS.[pullquote]3[/pullquote]

Arugaan, que en filipino significa nutrir o cuidar de alguien, es una guardería gestionada por madres trabajadoras, en su mayoría de origen urbano y pobres, que cuidan niños y niñas de hasta tres meses y medio y promueven un estilo de vida sano, especialmente mediante la lactancia materna.

«Informamos a las mujeres que pueden y deben amamantar, y que deberían hacerlo hasta un mínimo de seis meses”, señaló Alterado.

En las zonas afectadas por el tifón les enseñaron a las mujeres a extraer la leche de sus pechos mediante masajes y a almacenarla.

Alterado dijo que sus colegas reforzaron sus esfuerzos para sensibilizar a las mujeres sobre este aspecto crucial de la maternidad, que no está arraigado en la cultura del país. Pocas personas vinculan la lactancia materna con sus correspondientes beneficios económicos y ambientales, como son la reducción de la basura o el alivio de los problemas financieros de la familia.

En un país de unos 100 millones de habitantes donde 22 por ciento de los niños menores de cinco años tienen bajo peso y 32 por ciento sufren retraso en el crecimiento, el papel de las mujeres en la lucha contra el hambre y la desnutrición no puede subestimarse.

Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, la “dependencia excesiva del arroz, los bajos niveles de lactancia materna y… las recurrentes amenazas naturales, vinculadas a y amplificadas por… la pobreza, implican que los niños no comen lo suficiente» en Filipinas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que en Filipinas se producen anualmente un promedio de 20 tifones, dañando de gravedad las tierras de cultivo.

En 2014, Filipinas se sumó a 63 países en desarrollo que cumplieron con el primero de los ocho  objetivos de desarrollo del milenio y redujeron a la mitad la pobreza extrema antes de que venciera el plazo en 2015. No obstante, el país aún tiene una de las tasas de desnutrición más altas del mundo.

Mientras el gobierno y las organizaciones internacionales buscan soluciones a estos problemas, las mujeres de Filipinas están a la vanguardia en el combate contra el hambre.

Sabiduría antigua para remediar el estilo de vida moderno

La cruzada de Alterado no difiere a la de Angelina Galang, que dirige Derecho del Consumidor a los Alimentos Seguros (DCAS), una coalición de organizaciones filipinas por el acceso a la alimentación sana.

Para Galang, la lucha empieza en casa. Cuando sus nietos la visitan, ella no les sirve bebidas azucaradas, comida chatarra o la pizza comprada que muchos jóvenes prefieren. En cambio, les da frutas y bocadillos caseros saludables, como las bananas hervidas.

Al principio, no les gustó, pero después de muchos meses se acostumbraron a que en la casa de la abuela no tendrán Coca-Cola ni salchichas calientes. «Con suerte, van a aprender y adoptar ese tipo de estilo de vida cuando crezcan”, comentó a IPS.

Galang dijo que enseñarle a la «generación de la comida rápida» sobre los tipos y las cantidades adecuadas de alimentos es un reto, sobre todo porque las atractivas tácticas de marketing de las empresas seducen a muchos jóvenes.

Pero el problema no termina ahí. DCAS pretende que el gobierno realice una mejor investigación sobre los cultivos modificados genéticamente y etiquete los productos alimenticios que se sabe que tienen organismos transgénicos, que alteran la composición genética de los cultivos para mejorar su apariencia, contenido de nutrientes y crecimiento.

«Nadie sabe si es seguro comer alimentos transgénicos, pero hay más pruebas de que suponen un peligro para la salud”, afirmó Galang.[related_articles]

«Los consumidores son los conejillos de indias de los transgénicos», dijo, y agregó que ocho cultivos genéticamente modificados fueron aprobados por el gobierno para su propagación y 63 para su importación.

Recientemente, el movimiento contra los cultivos genéticamente modificados se unió contra los intentos del gobierno de plantar el «arroz dorado» transgénico, una variedad fortificada con betacaroteno, que el cuerpo convierte en vitamina A.

El gobierno afirma que su experimento pretende remediar la deficiencia de vitamina A en el país, que afecta a 1,7 millones de niños y niñas menores de cinco año y aproximadamente a 500.000 mujeres embarazadas y lactantes, según el Instituto Internacional de Investigación del Arroz, con sede en Filipinas.

Pero los activistas sostienen que los transgénicos agravarán el hambre, acabarán con la biodiversidad y posiblemente contaminen a otros cultivos. Mujeres como Galang también recomiendan que, hasta que se realicen estudios exhaustivos a largo plazo, «es mejor comer y comprar alimentos locales, orgánicos y no procesados”.

Educar a los jóvenes

Los expertos dicen que el primer paso en el movimiento por la comida sana es educar a los niños y niñas sobre la importancia de comer productos locales y orgánicos.

Camille Genuino, integrante de la Fundación Voluntarios de Negrense por el Cambio, con sede en la ciudad de Bacolod, es testigo de primera mano. Su hija de cuatro años, que asiste a una guardería, está aprendiendo a plantar hierbas y a hacer pasta y pizza de los productos frescos cosechados de su pequeña parcela.

«Educar a los niños y exponerlos a los beneficios de la agricultura es darles una buena crianza», aseguró Genuino, cuya organización no gubernamental produce el polvo nutritivo Mingo, una fórmula instantánea que se convierte en un potaje cuando se mezcla con agua y que se distribuye en zonas afectadas por desastres.

La guardería de su hija se encuentra en la ciudad de Quezon, en una zona urbana pobre, situada cerca de un centro de eliminación de residuos, donde los habitantes instalaron cultivos en sus techos para producir sus propios alimentos. El centro lleva a cabo programas de alimentación para unos 80 a 100 niños de la zona.

Es un esfuerzo humilde, pero iniciativas similares en toda Filipinas sugieren un movimiento creciente, liderado principalmente por mujeres, que lidera los cambios en el sector de la alimentación y la nutrición.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe