Misión imposible en Brasil: articular una mayoría política

Diputados brasileños, antes de comenzar una reciente sesión plenaria en la cámara baja del Congreso legislativo, Crédito: Pedro Franca/Agência Senado
Diputados brasileños, antes de comenzar una reciente sesión plenaria en la cámara baja del Congreso legislativo, Crédito: Pedro Franca/Agência Senado

La crisis económica agravó la fragmentación política, que a su vez tiene efectos desastrosos en la economía, en un remolino vicioso que amenaza ahogar a Brasil.

Constituir una mayoría legislativa confiable siempre fue difícil en las últimas décadas del llamado presidencialismo de coalición, régimen vigente desde el fin de la dictadura militar en 1985.

Ahora se hizo imposible, con la economía en recesión, alta inflación y fuerte desequilibrio fiscal, en una crisis a la que se suma un escándalo de corrupción que ya encarceló decenas de empresarios y políticos.[pullquote]3[/pullquote]

Además, amenaza con hacerlo con más de 30 parlamentarios, ministros y gobernadores estaduales, que solo pueden ser juzgados por el Supremo Tribunal Federal.

Con la presidenta Dilma Rousseff arrinconada y muy impopular,  el gobierno se volvió incapaz de obtener la aprobación del bicameral Congreso Nacional legislativo de medidas del ajuste fiscal, multiplicando las incertidumbres económicas y políticas.

La última encuesta, realizada por el Instituto Datafolha a comienzos de agosto, le apuntó 71 por ciento de rechazo a la presidenta, un record histórico.

La pulverización de las fuerzas políticas en Brasil es visible en la existencia de 28 partidos con representación legislativa, pero va mucho más allá.

“Los partidos también están divididos y no tienen hoy líderes fuertes con el poder de orientar los votos de sus colegas. En la actual coyuntura ciertos frentes presentan más cohesión que los partidos”, destacó Antonio Augusto de Queiroz, director de Documentación del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria.

El politólogo se refiere a grupos suprapartidarios que, vinculados a sectores sociales o económicos, se organizan en torno a intereses específicos, pero luego extienden su influencia en decisiones sobre temas variados.

Los más conocidos son los de la llamada “bancada ruralista”, que representa los intereses de los grandes hacendados, y la “evangélica”, que reúne principalmente miembros de las nuevas iglesias pentecostales, con creciente peso en Brasil.

Los ruralistas suman unos 180 diputados, según detalló Queiroz a IPS. Eso corresponde a 36 por ciento de la Cámara de Diputados, casi el triple de la representación de los dos mayores partidos.

Eso les permite atreverse incluso a pelear por enmiendas constitucionales, que necesitan de una mayoría de 60 por ciento en las dos cámaras. Un ejemplo es la que busca interrumpir la demarcación de tierras indígenas, transfiriendo esa tarea del Poder Ejecutivo al Legislativo.

El parlamento de Brasil, un país con 202 millones de personas, cuenta con 513 diputados y 81 senadores.

Los evangélicos son mucho menos, cerca de 70, “pero es una bancada más cohesionada y activa, que detenta posiciones claves, como cargos en la Mesa Directiva de la Cámara, en comisiones sectoriales y liderazgos de partidos y coaliciones, evaluó Queiroz.

Su fuerza actual se basa principalmente en el hecho de que uno de ellos, Eduardo Cunha, fue elegido como presidente de la Cámara de Diputados en febrero y se rebeló contra el gobierno, aunque integre la coalición oficial, como miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).

Dilma Roussef, el día 10 de este mes, durante un encuentro en la sede del gobierno, el Palacio de Planalto, en Brasilia, con empresarios de la construcción civil. Ese es uno de los sectores más salpicados por el escándalo de corrupción que ha puesto contra las cuerdas a la presidenta de Brasil. Crédito: Roberto Stuckert Filho/PR
Dilma Roussef, el día 10 de este mes, durante un encuentro en la sede del gobierno, el Palacio de Planalto, en Brasilia, con empresarios de la construcción civil. Ese es uno de los sectores más salpicados por el escándalo de corrupción que ha puesto contra las cuerdas a la presidenta de Brasil. Crédito: Roberto Stuckert Filho/PR

Rousseff logró su reelección para un segundo cuatrienio, que comenzó el primer día de este año, con el soporte de una alianza de nueve fuerzas políticas, encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT).

El activismo de esa bancada religiosa se traduce en la aprobación de medidas derechistas o de fondo moral, como la reducción de la mayoridad penal de 18 a 16 años, aún pendiente de votación en el Senado, o restricciones, por ejemplo, al matrimonio homosexual, al derecho al aborto y programas sociales.

El crecimiento de esas bancadas refleja la elección de un parlamento más conservador en octubre de 2014.

Otra de esas bancadas transversales que se fortaleció es la de Seguridad, en que se incluye la tildada “bancada de la bala”, que defiende la industria de armas en contra del movimiento de desarme.

Esa tendencia favoreció el aumento de empresarios en el Congreso, mientras la bancada sindical perdió casi 40 por ciento del tamaño en relación a la legislatura anterior.

“Todos los parlamentarios tienen variados vínculos y compromisos, que se acomodan en situaciones normales, tranquilas. Cuando viene la crisis, habla más alto la necesidad inmediata”, observó Fernando Lattman-Weltman, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estadual de Río de Janeiro.

Se intensifica entonces la dispersión, porque muchos se vuelcan a los intereses de su grupo económico, laboral o religioso. “La lógica partidaria orienta los que participan en el gobierno, donde ocupan cargos”, pero “la inseguridad extremada hace que pequeños intereses se impongan”, explicó en entrevista con IPS.

“En crisis el gobierno pierde capacidad de aglutinar fuerzas, tal como los partidos, ante una situación en que todos presentan demandas y se defienden de las adversidades económicas”, acotó.

Son fenómenos estudiados por el cientista político George Tsebelis, en su libro “Juegos Ocultos”, apuntó el profesor.

En el Brasil de hoy todo se complica porque las múltiples fragmentaciones se hacen más caóticas en un cuadro de inseguridad total generado por la Operación “Lava-jato” (autolavado de vehículos), ejecutada por la Fiscalía y la Policía Federal, bajo la orientación del juez Sergio Moro.[related_articles]

La investigación iniciada en marzo de 2014, sobre corrupción en proyectos de la estatal petrolera Petrobras en los últimos 12 años, se convirtió en una bola de nieve, involucrando directores de la empresa, las mayores constructoras brasileñas y políticos de varios partidos, pero principalmente del gobernante PT.

En consecuencia, están detenidos varios dirigentes del PT y presidentes de grandes empresas y el escándalo se extendió a obras del sector eléctrico y sus estatales.

El Congreso tiene sus actividades trastornadas porque Cunha y su par en el Senado, Renan Calheiros, figuran entre los sospechosos de recibir sobornos con los que las constructoras buscaban obtener multimillonarios contratos petroleros y energéticos.

“Se está abriendo una caja de Pandora, en un clima de ‘cucaracha vuela (expresión para definir una situación confusa y sin rumbo)’ que hace más difícil una salida a la crisis”, resumió Lattman-Weltman.

El gobierno, muy desgastado,  se ve maniatado para reequilibrar sus cuentas, ya que eso exige aumentar impuestos, lo que enfrenta el rechazo parlamentario, o reducir gastos, otra casi imposibilidad, por la rigidez del presupuesto y las reacciones que generarían recortes en los programas sociales.

El intento de reducir sus 39 ministerios tampoco parece factible. Ese exceso de  carteras es otro reflejo de la fragmentación política, sirve para acomodar los intereses de los muchos sectores sociales, partidos y grupos políticos en el Poder Ejecutivo.

Todos los grandes partidos, que avalan la gobernabilidad, enfrentan divisiones internas, destacó Lattman-Weltman. El PT, si bien es el partido de Rousseff, es históricamente contrario al ajuste fiscal y muchos de sus dirigentes y parlamentarios nunca apoyarían recortes en el área social.

El PMDB, otro componente determinante de la coalición oficial, está fragmentado en numerosos grupos, lo que se agrava por los distintos intereses de líderes como los presidentes de las dos cámaras legislativas y el vicepresidente del gobierno, Michel Temer.

Cunha y Calheiros tratan de sobrevivir a la investigación anticorrupción y Temer juega con la posibilidad de suceder a la presidenta.

“El sistema político brasileño solo funciona si el presidente lo controla, con liderazgo. Con una presidencia débil, el sistema se vuelve anárquico”, sentenció Lattman-Weltman. “Es la tempestad perfecta, en que distintos factores conducen a más inseguridad y todos los sectores se sienten en riesgo”, concluyó.

Editado por Estrella Gutiérrez

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe