El tratado climático de París debe ser sensible al género

Las mujeres en la COP21 levantan la bandera por la equidad de género en los acuerdos climáticos. Crédito: Stella Paul / IPS
Las mujeres en la COP21 levantan la bandera por la equidad de género en los acuerdos climáticos. Crédito: Stella Paul / IPS

Aleta Baun, de Indonesia, es una guerrera climática. La mujer de 53 años lideró entre 1995 y 2005 un movimiento ciudadano que logró cerrar cuatro empresas mineras de mármol que contaminaban el ecosistema de una montaña, a la que su comunidad en la provincia de Timor Occidental considera sagrada.

Tras el cierre de las cuatro empresas en 2006, Baun se convirtió en conservacionista y recuperó 15 hectáreas de tierras montañosas degradadas, reactivó decenas de manantiales secos y logró el reasentamiento de 6.000 habitantes desplazados por la minería.[pullquote]3[/pullquote]

El lunes 7, en la víspera del Día de Género en la actual 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se celebra en París hasta el día 11, Baun, más conocida como Mama Aleta en Timor Occidental, llevó un fuerte mensaje a los negociadores del nuevo tratado climático universal.

Para que el acuerdo sea eficaz, también tiene que incluir la equidad de género y reconocer el liderazgo femenino.

La realización de un proyecto de recuperación del paisaje cuesta mucho. Hasta el momento, Baun gastó 50.000 dólares, reunidos por miembros de la comunidad y organizaciones no gubernamentales locales. El proyecto necesita mucho más para su conclusión, lo cual es todo un desafío ya que no cuenta con financiación oficial.

Esta situación tiene consternada a Baun, que siente que aunque las mujeres protagonizan excelentes ejemplos de liderazgo climático, estos no son reconocidos oficialmente por los gobiernos y las autoridades políticas internacionales.

Por ejemplo, en la COP21, que comenzó el 30 de noviembre, no hubo comunicación oficial entre la delegación de negociadores de Indonesia y las mujeres activistas de base como ella. «No sabemos quiénes son los negociadores y no sabemos qué están negociando. Sentimos que nosotras, las mujeres indígenas, estamos solas en esta lucha contra el cambio climático», expresó.

La decepción de Baun es compartida por otras activistas que expresaron su opinión sobre el tratado climático que se negocia en París. El proyecto, presentado al final de la primera semana de las negociaciones formales, “dista mucho de ser ideal» porque tiene «demasiados paréntesis que complican el texto», observó una activista.

«El propósito de las numerosas secciones no está claro. Además, faltan algunos elementos cruciales. Por ejemplo, la igualdad de género está, pero los indígenas no. Una cosa muy importante es la equidad intergeneracional. Para nosotros es un tema central, y no está muy claro» en el texto, según Sabina Bok, de Mujeres en Europa por un Futuro Común.

Farah Kabir, directora de la organización humanitaria ActionAid en Bangladesh, coincidió en esa postura. Su país ha padecido fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones y catástrofes marítimas, que afectaron a millones de mujeres de localidades sumidas en la pobreza. Al borrador del tratado climático “le falta claridad en varios de estos puntos», aseguró.

Entre los principales reclamos de las dirigentes activistas en la COP21 se incluye el compromiso de todos los gobiernos de mantener el calentamiento del planeta por debajo de 1,5 grados Celsius para evitar un cambio climático catastrófico.[related_articles]

Con ese fin, las medidas climáticas que se tomen deben incluir el reconocimiento de los derechos humanos, la igualdad de género, los derechos de los pueblos indígenas y la equidad intergeneracional, y ofrecer también fondos públicos adicionales y previsibles con perspectiva de género.

Pero los negociadores parecen estar divididos sobre la meta del calentamiento global, lo cual asombra a Kabir. «No queda claro si el acuerdo va a detener el calentamiento global en 1,5 o en dos grados. El segundo sería catastrófico… ya que significará más desastres y más padecimiento para las mujeres, que de por sí son las personas más vulnerables”, sostuvo.

La CMNUCC estima que las mujeres constituyen una de las poblaciones más vulnerables ante las variaciones del clima. A medida que se agrava el impacto del cambio climático, la vulnerabilidad de la población femenina crece y se acentúa la necesidad de permitirles a las mujeres un mayor acceso a las tecnologías renovables, señalaron muchas de las activistas presentes en París.

Sin embargo, esas tecnologías también deben ser seguras y sensibles al género, de manera que respondan a las necesidades diarias y diversas prioridades de las mujeres. También es necesario invertir  en la formación en el uso de estas tecnologías.

Otra necesidad es la inversión que facilite el liderazgo femenino en las medidas de mitigación y de adaptación, exhortó Neema Namadamu, fundadora de Mama Shuja, una organización de República Democrática del Congo que forma a las congoleñas en la acción climática y la lucha contra la violencia de género utilizando herramientas de medios digitales.

«En (R.D.) Congo, las mujeres están ocupadas con la plantación de árboles para ayudar a reforestar nuestras selvas. En primer lugar, necesitamos inversiones aseguradas para iniciativas como ésta, que son el combate directo contra el cambio climático. Las negociaciones bizantinas pueden continuar después de eso», subrayó Namadamu.

Sin embargo, para garantizar un mayor acceso de las mujeres a los fondos climáticos, las tecnologías renovables y la capacidad de adaptación, el tratado de París deberá tener un enfoque de género más preciso, declaró Mary Robinson, ex primera ministra de Irlanda.

«Habrá un acuerdo climático en París. No va a ser un ‘gran’ acuerdo, pero será bastante ambicioso”, consideró.

“Pero es sumamente importante contar con un acuerdo climático que sea ambicioso, justo y también equitativo en cuestiones de género. En verdad necesitamos un acuerdo que fomente el liderazgo de más mujeres», concluyó.

Traducido por Álvaro Queiruga

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