Incluso Finlandia tiene que cuidar su libertad de prensa

Librería Stockmann, en Helsinki. Crédito: Jean-Pierre Dalbéra.
Librería Stockmann, en Helsinki. Crédito: Jean-Pierre Dalbéra.

El año que pasó fue triste para los trabajadores de los medios de comunicación, ya que en todo el mundo hubo cerca de 60 periodistas muertos, más de 200 encarcelados y 400 exiliados por ejercer su profesión.

En muchos países, las personas que denuncian los abusos de poder y las violaciones de derechos humanos temen por sus vidas. En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y Finlandia organizarán una conferencia sobre la seguridad de los y las periodistas en la semana del Día Internacional de la Libertad de Prensa, que se celebra el 3 de mayo.[pullquote]3[/pullquote]

La elección de Finlandia para celebrar un evento de este tipo no es una coincidencia. Por quinto año consecutivo, en 2015 este país encabezó la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que realiza todos los años la organización Reporteros sin Fronteras.

El gobierno finlandés hizo de la transparencia y la información una preocupación institucional al decidir que el acceso a Internet de banda ancha sea un derecho legal y facilitar el camino para que los ciudadanos participen en el proceso legislativo a través de los medios en la red mundial.

A menudo, cuando los gobernantes silencian a los medios de comunicación lo hacen en nombre de la seguridad, la preservación de la cultura o la unidad nacional. ¿La libertad de expresión está determinada por la cultura? Si es así, ¿qué fuerzas culturales ayudaron a definir la actitud progresista del Estado finlandés hacia la libertad de prensa?

Hasta 1809, Finlandia formaba parte de Suecia, un país que en 1766 fue el primero del mundo en abolir la censura y garantizar la libertad de prensa. Pero después de la posterior conquista por el imperio ruso, el creciente patriotismo ruso exigió una mayor integración de Finlandia y, a finales del siglo 19, se introdujo una férrea censura de prensa.

Esta y otras medidas, incluida la promoción de Rusia de la lengua finesa como una manera de cortar los antiguos lazos culturales con Suecia, dieron pie al nacionalismo finlandés.

Cuando el zar de Rusia, Nicolás II, abdicó en 1917, la legislatura finlandesa declaró la independencia, lo que llevó a la guerra civil entre los «Rojos» del país, encabezados por los socialdemócratas y los «Blancos», liderados por los conservadores en el senado.

Más de 36.000 de los tres millones de habitantes murieron como consecuencia. Los Rojos ejecutaron a 1.650 civiles, mientras que los victoriosos blancos mataron aproximadamente a 9.000. La guerra resultó en la prohibición oficial del comunismo, la censura de la prensa socialista y la integración cada vez mayor a la economía del mundo occidental.

La nueva Constitución estableció que el país sería bilingüe y que las clases en las escuelas y las universidades se impartirían tanto en finés como en sueco.

Durante la Segunda Guerra Mundial el propio gobierno finlandés aplicó una rigurosa censura de prensa mientras el país libraba dos guerras, primero contra la Unión Soviética y posteriormente para expulsar a sus antiguos aliados alemanes en el conflicto.

El desarrollo de la actual libertad de expresión finlandesa debería considerarse en relación con esta ardua historia, sobre todo en las complicadas secuelas de las guerras con la Unión Soviética y en la lucha de los finlandeses por mantener su libertad y carácter único como nación.

Hoy en día Finlandia tiene una prensa vivaz y una producción cultural floreciente en los dos idiomas, aunque los finlandeses que hablan sueco como lengua materna solo son alrededor de cinco por ciento de los 5,4 millones de habitantes.

Incluso en la era de Internet, los finlandeses siguen siendo ávidos lectores de periódicos y ocupan el primer lugar en la Unión Europea (UE), con casi 500 copias vendidas por día cada mil habitantes, cifra solo superada por Japón y Noruega.

Durante los años de la Guerra Fría, la proximidad de Finlandia a la Unión Soviética tuvo graves repercusiones sobre la libertad de expresión en el país. Debido a la presión soviética, algunos libros se retiraron de las bibliotecas públicas y los editores finlandeses evitaban obras de literatura que pudieran irritar al poderoso vecino.[related_articles]

Por ejemplo, la traducción al finés de Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn, se publicó en Suecia. En varias ocasiones, Moscú restringió las políticas finlandesas y vetó la participación de Finlandia en el Plan Marshall para la reconstrucción europea tras la guerra.

La disolución de la Unión Soviética en 1991 permitió que Finlandia ampliara su participación en las estructuras políticas y económicas occidentales. El país se incorporó a la UE en 1994 y adoptó el euro en 1999. Las restricciones a los medios de comunicación se levantaron y, en la actualidad, probablemente como reacción a su experiencia previa con la censura, Finlandia es reconocida por tener la mayor libertad de prensa del mundo.

Sin embargo, el incremento de la xenofobia política, como lo demuestra el crecimiento del nacionalista Partido de los Finlandeses, arrojó una sombra sobre los medios de comunicación.

Este partido – el segundo en tamaño tras su éxito en las elecciones de 2015 – combina políticas económicas de izquierda con valores sociales conservadores, así como una fuerte dosis de xenofobia, escepticismo sobre la UE e islamofobia, lo que atrae a grupos marginales nacionalistas que se expresan en los medios públicos.

Un ejemplo es el grupo Suomen Sisu, que tiene un enfoque racial abiertamente burdo, disfrazado de «etnopluralismo”, una ideología que pretende mantener separados a los grupos étnicos y limitar la influencia en la política y la cultura de los finlandeses que hablan sueco,  así como restringir o frenar por completo la inmigración.

El sitio en Internet más popular de Finlandia, Homma, difunde este mensaje, que también acusa a los medios de comunicación de ser izquierdistas y de socavar el orgullo nacional finlandés. El líder del Partido de los Finlandeses, Timo Soini, es actualmente el ministro de Relaciones Exteriores y el vice primer ministro del país.

Aunque el partido reacciona ocasionalmente con dureza ante las críticas en los medios de comunicación, sostiene que celebra la libertad de expresión. Recientemente, Soini fue criticado por la revista satírica francesa Charlie Hebdo, pero él declaró que esto le parecía bien ya que era una expresión de la libertad de prensa.

No obstante, ahora que Finlandia será la sede de una conferencia internacional sobre la libertad de prensa habrá que estar atentos a los peligros que la acechan y que se esconden en el nacionalismo y la xenofobia.

Las personas nórdicas suelen tomar su excelente historial de derechos humanos por sentado y, al hacerlo, descartan estos peligros. Esperemos que la conferencia de mayo sea un recordatorio para todos nosotros de que la libertad de prensa y de expresión es algo que tiene que protegerse celosa y vigorosamente contra viento y marea.

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.

Traducido por Álvaro Queiruga

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