El 50 aniversario de Camilo Torres: lecciones de paz territorial

Los sacerdotes Alberto Franco (izquierda) y el jesuita Javier Giraldo, durante la concelebración de una misa el 14 de febrero, en medio de la carretera que conduce a Patio Cemento, en el nororiental departamento de Santander, en Colombia, el lugar donde murió en combate Camilo Torres, el 15 de febrero hizo medio siglo. Crédito: Constanza Vieira/IPS
Los sacerdotes Alberto Franco (izquierda) y el jesuita Javier Giraldo, durante la concelebración de una misa el 14 de febrero, en medio de la carretera que conduce a Patio Cemento, en el nororiental departamento de Santander, en Colombia, el lugar donde murió en combate Camilo Torres, el 15 de febrero hizo medio siglo. Crédito: Constanza Vieira/IPS

Los árboles grandes y medianos recién talados y atravesados en seis puntos de la carretera evidenciaban una hostilidad dispuesta a todo. Recordaban prácticas de aquella fase de la guerra colombiana conocida como La Violencia (1948-1957). Pero no era necesario conocer la historia para entender el mensaje.

Así, sorteando obstáculos, avanzaron el domingo 14 por una carretera sin pavimentar 17 buses y otra veintena de vehículos todoterreno, muchos de ellos blindados. Pretendían viajar 71 kilómetros desde el puerto fluvial de Barrancabermeja, capital petrolera de Colombia en el Magdalena Medio, hacia oriente, a las estribaciones de la Serranía de los Cobardes, en la cordillera oriental de los Andes.

Unos 700 campesinos, sindicalistas, estudiantes, académicos y religiosos, a los que acompañó IPS, llegaron de distintas geografías en peregrinación, para conmemorar 50 años de la muerte en combate del sacerdote Camilo Torres (1929-1966) en Patio Cemento, en la vereda (asentamiento rural) Filo de Oro, del municipio El Carmen de Chucurí, en el departamento nororiental de Santander.

Camilo

Camilo es un icono de la guerra colombiana. A él le cantó Víctor Jara, asesinado en el estadio de Santiago de Chile días después del golpe militar en 1973. “Donde cayó Camilo nació una cruz, pero no de madera sino de luz…”, comienza la canción Cruz de Luz, del uruguayo Daniel Viglietti,  popularizada por el cantautor chileno.

Proveniente de la élite bogotana, escogió el sacerdocio y se formó como sociólogo en Universidad de Lovaina, en Bélgica. Conoció a fondo a los latifundistas. Por sus posiciones lo echaron del sacerdocio, sin duda lo que más le dolió. Fue un carismático agitador político que multiplicaba seguidores y aliados para su movimiento Frente Unido.

Pero eran tiempos del Frente Nacional, el pacto de paz liberal-conservador de 1957 para repartirse el poder en vez de matarse. Funcionaba como un régimen de partido único, pues los resultados electorales se decidían independientemente de la votación.

Un día, Camilo dijo que no creía en esas elecciones y quedó solo. Poco después, en octubre de 1965, se “enmontó”. Poco tiempo atrás había ingresado al ELN (Ejército de Liberación Nacional), grupo en rebelión desde enero. Pensaba que en dos años el pueblo lograría el poder, pero él mismo no sobrevivió cuatro meses, murió el 15 de febrero de 1966 días después de cumplir 37 años .

El Consejo Episcopal Latinoamericano se reunió en la ciudad colombiana de Medellín, en 1968, y advirtió que si la Iglesia no asumía un compromiso por los pobres surgirían muchos Camilos Torres. No tardó mucho para que reflexiones como la suya, sobre el “amor eficaz”, comenzaran a llamarse Teología de Liberación.

Dos miembros de la petrolera Unión Sindical Obrera, que participó en peregrinación hacia el lugar del combate donde pereció Camilo Torres el 15 de febrero de 1966. El peregrinaje no pudo llegar a su meta, por el bloqueo de las fuerzas policiales y los sindicalistas mantuvieron una cadena humana para impedir choques con efectivos antimotines. Crédito: Constanza Vieira/IPS
Dos miembros de la petrolera Unión Sindical Obrera, que participó en peregrinación hacia el lugar del combate donde pereció Camilo Torres el 15 de febrero de 1966. El peregrinaje no pudo llegar a su meta, por el bloqueo de las fuerzas policiales y los sindicalistas mantuvieron una cadena humana para impedir choques con efectivos antimotines. Crédito: Constanza Vieira/IPS

Pero los peregrinos no pudieron comprobar aquello de la cruz de luz del cantor chileno. Les tocó contentarse con una misa concelebrada en plena carretera bajo un árbol, a unos 40 kilómetros de Patio Cemento, donde la familia dueña del predio esperaba para atender a los visitantes con un almuerzo y pasar una jornada pacífica de homenaje a Camilo.

La paz territorial

“Nos informaron que en Patio Cemento hay mucha movilización, tanto militar como paramilitar y, por supuesto, hay que ponderar las condiciones de la peregrinación. Porque nosotros queremos es cuidar la vida, contribuir a la paz y para nada poner en riesgo a la población civil en este territorio”, comentó a IPS la legisladora Ángela María Robledo, del Partido Verde.

El mismo día, un delegado de un organismo multilateral que conoce en detalle la situación confió sobre la comunidad del Carmen de Chucurí que “toda esa gente está armada. Tiene sus armas debajo de la cama, pero está armada”.

Y reveló la expectativa que abrigaba la entidad que representa en Santander: sería un gran paso para Colombia si se lograba que los del homenaje a Camilo pudieran llegar a Patio Cemento a adelantar lo programado. Y aunque no estuvieran de acuerdo, los otros lo permitieran. Y que nadie matara a nadie por pensar distinto. Toda una novedad en Colombia.

"Camilo Vive", dibujaron con claveles blancos sobre la arena de la carretera sin pavimentar que conduce del puerto fluvial de Barrancabermeja, en el centro de Colombia, al municipio El Carmen de Chucurí, en el departamento de Santander. Unos 700 peregrinos participaron en el homenaje a Camilo Torres, por cumplirse el 15 de febrero medio siglo de su muerte en combate. Crédito: Constanza Vieira/IPS
«Camilo Vive», dibujaron con claveles blancos sobre la arena de la carretera sin pavimentar que conduce del puerto fluvial de Barrancabermeja, en el centro de Colombia, al municipio El Carmen de Chucurí, en el departamento de Santander. Unos 700 peregrinos participaron en el homenaje a Camilo Torres, por cumplirse el 15 de febrero medio siglo de su muerte en combate. Crédito: Constanza Vieira/IPS

Pues bien, la buena noticia es que nada malo pasó. Pero tampoco se logró el avance que esperaba el diplomático que habló con IPS. Un imponente operativo estatal impidió que la peregrinación llegara hasta Patio Cemento.

El Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía Nacional bloqueó la carretera. Un equipo de policía judicial estaba listo para “judicializar a cualquiera que arme una provocación de lado y lado”. Había integrantes de varios cuerpos policiales, ejército contraguerrilla con las caras tiznadas y la Defensoría del Pueblo. Todos, menos el pelotón de Esmad, saludaban amablemente.

Las cosas se complicaron dos semanas antes, cuando la familia de Patio Cemento comenzó a recibir “presiones y acoso”, según Robledo.

“Venimos como emisarios de paz y eso es lo fundamental para nosotros. Queremos que esta figura inspiradora de Camilo Torres convoque a la mesa de negociación entre el gobierno y el ELN”, subrayó.

Las negociaciones gobierno-FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, surgidas en 1964, guerrilla más poderosa que el ELN) deben culminar en los meses próximos. Mientras, parece estancada la negociación con el ELN, que lanzó una ofensiva de 48 horas en coincidencia con el aniversario de Camilo.

Entretanto, cerca al lugar donde cayó Camilo, unos 200 habitantes de la zona rechazaban con grandes pancartas la conmemoración. ¿Por qué?

“Ellos no se oponen, sino que tienen miedo a que la paz que estamos viviendo últimamente se acabe y vuelva el conflicto. Esta zona vivió desde los años 80 las masacres más duras que ha tenido el país y queremos seguir viviendo en paz”, había comentado a IPS sonriente Marta Cárdenas, una campesina de ojos amarillos que se acercó a la peregrinación en el pueblo de Yarima.

“Fuimos los campesinos quienes nos quedamos y vivimos esta cruel realidad. Nosotros pusimos los muertos: nos mataron a nuestros hijos, nuestros esposos, nuestras familias. Le apostamos a la paz y a la reparación porque somos netamente campesinos y en una guerra los únicos que sufren son los pobres”, agregó.

Gustavo Pérez Ramírez, el más cercano amigo de Camilo Torres y biógrafo suyo, llegó desde Ecuador, donde reside, para participar en el homenaje al sacerdote guerrillero, muerto en combate el 15 de febrero, hace medio siglo, en lo que calificó como un peregrinaje de paz. “¡No más violencia!”, dijo a IPS. Crédito: Constanza Vieira/IPS
Gustavo Pérez Ramírez, el más cercano amigo de Camilo Torres y biógrafo suyo, llegó desde Ecuador, donde reside, para participar en el homenaje al sacerdote guerrillero, muerto en combate el 15 de febrero, hace medio siglo, en lo que calificó como un peregrinaje de paz. “¡No más violencia!”, dijo a IPS. Crédito: Constanza Vieira/IPS

 

El capítulo “El modelo chucureño de paramilitarismo”, del libro “Deuda con la humanidad: paramilitarismo de Estado” (2004), del Banco de Datos del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), da claves sobre lo vivido en el área.

Desde comienzos de los años 80 y hasta mediados de los 90, en esta zona, jurisdicción de la V Brigada del ejército, se propagó un paramilitarismo que involucraba por la fuerza a todos los civiles. Les cobraba cuotas obligatorias y los hijos tenían que pasar por un entrenamiento militar, también obligado. Así nadie podía declararse neutral, se explica.

En 1981 se instaló la primera base paramilitar, cruzando el río Cascajales, en la vereda de San Juan Bosco de la Verde, del municipio de Opón. Más adelante el grupo se llamó Los Macetos y se expandió a  San Vicente de Chucurí y El Carmen, parte de ese municipio cuando murió Camilo Torres.

El maridaje militar-paramilitar ocurrió sin disimulos durante 15 años. Cuando una fiscal ordenó capturar a 26 paramilitares de la zona, en 1992, los militares provocaron una asonada para impedir las capturas y contaron con «periodistas cómplices» en Bogotá para estigmatizar a quienes denunciaban, cuenta el documento del Cinep.

Los informes 1991 a 1993 de la humanitaria Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz detallaban nombres, fechas y lugares de cerca de 300 asesinados por paramilitares en los municipios de El Carmen y San Vicente de Chucurí. Los desplazados sumaban 4.000.[related_articles]

Por otra parte, la provincia de Mares, entre Barrancabermeja y el centro de Santander, fue el principal fortín del ELN entre 1980 y 1992. Hacia 1990 en El Carmen de Chucurí estaban las FARC y el ELN, con tres estructuras cada una.

La presión del ejército entre 1991 y 1995 y una ofensiva paramilitar simultánea revirtieron la correlación de fuerzas y “para 1998 había hegemonía paramilitar”, indica el estudioso Ariel Ávila, al tiempo que, duramente golpeada, mermaba la influencia guerrillera rural.

En el año 2000 vino una segunda ofensiva paramilitar en toda la provincia, pero esta vez no era contra guerrilleros sino contra civiles que opinaran distinto, hasta que los acabaron.

Por eso llamó la atención una gran pancarta que extendieron varios pobladores de El Carmen en su plantón contra los visitantes y que sostiene que hace “16 años” ese pueblo vive en paz.

En todo caso, el conflicto por el homenaje a Camilo Torres deja muchas preguntas.

“Está mostrando que la paz no es un acuerdo de cúpulas, sino que tiene que bajar a los territorios y a las regiones”, estimó a IPS el psicólogo Hernando Gómez Serrano, uno de los organizadores de la peregrinación por Camilo.

“Uno no puede venir desde afuera, y decir: ‘vamos a hacer un acto de reconciliación y nos vamos a encontrar’, cuando todavía hay muchos dolores. Ha habido muchos muertos y es la hora en que no han cerrado muchas heridas”, advirtió.

Editado por Estrella Gutiérrez

 

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