El futuro de las ciudades depende de la agricultura urbana

Una huerta en la sede de la ONU en Nueva York City. Crédito: Phillip Kaeding / IPS.
Una huerta en la sede de la ONU en Nueva York City. Crédito: Phillip Kaeding / IPS.

La conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dedicada a las ciudades, Hábitat III, explorará las posibilidades de la agricultura urbana como solución para garantizar la seguridad alimentaria. Pero en Nueva York, resultó tener un impacto mucho mayor.

En las ciudades de todo el mundo se registran niveles históricos de desigualdad. Aun en Nueva York, corazón del mundo rico, muchos sectores no tienen garantizada su seguridad alimentaria.

En la conferencia Hábitat III, que se realizará del 17 al 20 de octubre en Quito, será la primera vez en 20 años que la comunidad internacional se reúne a analizar las consecuencias de la urbanización y a pensar en una nueva estrategia global, la Nueva Agenda Urbana.

En Nueva York, el precio de los alimentos aumentó 59 por ciento desde 2000, a diferencia del salario promedio de los trabajadores adultos, que solo se incrementó 17 por ciento.

Alrededor de 42 por ciento de los hogares no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades de alimentación, vivienda, vestimenta, transporte y salud, pero superan el monto necesario para recibir asistencia estatal.

En 2015, se creó el plan OneNYC, vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que se propone sacar a unas 800.000 personas de la pobreza en una década.

“OneNYC tiene grandes expectativas y se esfuerzan mucho por atender la igualdad en el sistema de alimentación y en la gestión de los desperdicios, asegurándose que cada vez más ciudadanos tengan acceso a alimentos saludables y buenos”, explicó Michael Hurwitz, director del mercado verde de GrowNYC y quien trabaja en OneNYC, al ser consultado por IPS.

“En una ciudad como Nueva York, la agricultura urbana puede desempeñar varios papeles además de alimentar a su población, desde educación hasta ofrecer espacios seguros y ayudar a compensar el presupuesto destinado a la alimentación”, detalló Hurwitz.

La agricultura urbana desempeña un papel significativo en la alimentación de la población citadina en todo el mundo. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que 800 millones de personas cultivan verduras y frutas o crían animales en las ciudades, produciendo lo que, según el Instituto Worldwatch, representa la asombrosa proporción de entre 15 y 20 por ciento de la producción mundial de alimentos.

Eso ocurre en lugares del mundo donde la agricultura urbana o periurbana representa entre 50 y 75 por ciento del consumo de verduras de la ciudad.

En África, se estima que alrededor de 40 por ciento de las poblaciones urbanas se dedican a la agricultura. Los pobladores que viven en las ciudades desde hace tiempo o los que se instalaron hace poco plantan porque tienen hambre, saben cómo cultivar, además de que el valor de la tierra es bajo y los fertilizantes, baratos.

Pero en Estados Unidos, la agricultura urbana probablemente tenga un mayor impacto sobre la seguridad alimentaria en lugares que, en cierta forma, son más parecidos al Sur global, es decir en ciudades o vecindarios donde el ingreso promedio es bajo y hay una gran necesidad de contar con alimentos asequibles.

Hurwitz observó el poder transformador de la agricultura cuando fue trabajador social en Redhook, en Brooklyn, un barrio donde los ingresos de 40 por ciento de los hogares eran inferiores a 10.000 dólares al año. En ese lugar, trabajó en una huerta comunitaria con adolescentes de entre 16 y 17 años en un programa dependiente del sistema de justicia. Los jóvenes llevaban la cosecha a su hogar o la vendían en mercados, restaurantes locales y otros comercios.

“Nuestros jóvenes se volvieron agentes de cambio en sus comunidades. Nadie quería trabajar con muchos de los adolescentes con los que trabajamos, pero cuando se convirtieron en la principal fuente de alimentos saludables en su barrio en el mercado de productos orgánicos, sus pares y los adultos se dieron cuenta de que eran quienes en realidad estaban generando un cambio en la comunidad”, explicó.

El sistema se amplió a través de GrowNYC, una organización no gubernamental que trabaja desde la oficina del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.

La organización trabaja con 6.000 muchachos al año y ofrece materiales para que el personal docente trabaje con ellos en el aula. Su programa Grow to Learn (cultiva para aprender) está a cargo de todas las huertas escolares de esta ciudad. Además, lleva adelante un proyecto de minipréstamos y ofrece asistencia técnica y capacitación a los maestros sobre el cuidado de las huertas.[related_articles]

En el Bronx Sur, el más pobre de los 435 distritos congresuales de Estados Unidos en 2010, viven 52.000 neoyorkinos con ingresos muy bajos, 42 por ciento de los cuales por debajo de la línea de pobreza, y se lo conoce como “desierto alimentario”.

Cuando GrowNYC fue por primera vez allí, un policía les advirtió: “No querrán entrar, no es seguro”, recordó Hurwitz. “Pero en dos meses, un rincón difícil se convirtió en una esquina grandiosa, de maravillosa actividad porque había jóvenes vendiendo alimentos a sus vecinos”.

Desde hace años, el programa “Learn it, Grow it, Eat it” (Aprende, cultiva y come), de GrowNYC, trabaja con escuelas en el Bronx Sur, ayudando a formar líderes ambientales, explicó. La iniciativa se encarga de uno de los puestos agrícolas de jóvenes de la organización, capacitándolos en administración y agricultura para que puedan gestionar sus propios puestos de verduras.

“Hemos visto muchachos comenzar en nuestro mercado para jóvenes y pasar a ser administradores del programa”, relató Hurwitz.

En Nueva York no se trata solo de producir una cantidad estandarizada de alimentos para las comunidades necesitadas, sino de reflejar la diversidad cultural.

“Tenemos agricultores en nuestro programa que cultivan productos por unos 150.000 dólares por 1,5 acre (alrededor de 0,6 hectáreas) en Staten Island”, la isla frente a Manhattan, indicó Hurwitz. Los mexicanos plantan cultivos tradicionales para alimentar a su comunidad, que sino no tendría acceso a los alimentos a los que están acostumbrados.

Aparecieron los grandes operadores de invernaderos y se pusieron de moda.

Pero el cultivo de una variedad limitad de verduras de gran calidad no bastará para alimentar a las poblaciones urbanas. “Preferiría que se volcaran dos millones de dólares a la preservación de las plantaciones rurales con el fin de alimentar a las ciudades”, apuntó.

“De esa forma se podrán llevar los alimentos a las ciudades, garantizar que todo el mundo acceda a ellos y asegurar que las granjas sigan siendo viables”, explicó Hurwitz.

Los pronósticos indican que la población de las ciudades se duplicará en los próximos 30 años, según el Atlas de Expansión Urbana.

“La seguridad alimentaria es uno de los grandes temas que concentrarán la atención de los participantes en la conferencia Hábitat III, en relación con la urbanización”, subrayó Juan Close, director de ONU Hábitat.

Traducido por Verónica Firme

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