Fidel Castro, referente de revoluciones latinoamericanas

El presidente boliviano Evo Morales pronuncia un discurso durante el homenaje a Fidel Castro, el 29 de noviembre, en la Plaza de la Revolución de La Habana, en que participaron ocho mandatarios latinoamericanos, y que formó parte de las honras fúnebres al líder fallecido cuatro días antes. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
El presidente boliviano Evo Morales pronuncia un discurso durante el homenaje a Fidel Castro, el 29 de noviembre, en la Plaza de la Revolución de La Habana, en que participaron ocho mandatarios latinoamericanos, y que formó parte de las honras fúnebres al líder fallecido cuatro días antes. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Fidel Castro  murió sin arrepentirse de  haber apoyado a movimientos revolucionarios armados de América Latina, aunque desde hace unas dos décadas  comenzó a desaconsejar esa vía para acceder al poder y sugería optar por la lucha de masas y la unidad del pueblo.

“El fallecimiento de Fidel, creo yo, no impacta a la corriente electoral-pragmática que empapa a los sistemas políticos de América Latina, que fluctúa bajo el vaivén del avance o retroceso económico de las clases medias y trabajadores no ideologizadas”, opinó a IPS el polítologo chileno Patricio Zamorano,  radicado en Estados Unidos.

“Pero el fidelismo-castrista siempre estará presente como fuente moral, histórica e ideológica para los grupos políticos progresistas que vendrán en el futuro. De eso no hay duda. Fue y será un referente fundacional para otros sueños revolucionarios por muchas décadas”, agregó el experto, en declaraciones vía correo electrónico.

En 1993, el líder histórico de la Revolución Cubana, fallecido el 25 de noviembre,  sorprendió a los asistentes en La Habana al IV encuentro del Foro de São Paulo, una artículación de movimientos izquierdistas latinoamericanos, cuando insistió en las posibilidades de la lucha de masas.

«Bien saben ustedes que les está hablando alguien que participó en la lucha armada y que apoyó al movimiento revolucionario armado, de lo cual no nos arrepentimos, pero vemos con claridad que ahora, en este momento, en estas circunstancias, no es el camino más prometedor», dijo en esa reunión.

A su juicio, el nuevo camino pasaba por un movimiento del «pueblo unido, el pueblo coordinado, el pueblo luchando en una misma dirección».

Su gobierno promovió el movimiento guerrillero izquierdista en América Latina durante la década de los años 60 y 70, excepto en México.

Ese país votó en contra de la resolución del 31 de enero de 1962 que apartó a Cuba de la Organización de Estados Americano (OEA). A esta marginación siguió el embargo estadounidense, aún vigente, y el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba de los países latinoamericanos, de nuevo con la excepción de México.

Si los 60 fueron los del aislamiento, en un contexto de diseminación de guerrillas y regímenes dictatoriales por la región, los 70 supusieron el comienzo del restablecimiento de relaciones bilaterales entre La Habana y los países latinoamericanos y caribeños.

La reinserción de Cuba a los foros regionales tuvo su primer gran hito en octubre de 1975, cuando el país se convirtió en miembro fundador del Sistema Económico Latinoamericano (Sela), el primer organismo de consulta, concertación y cooperación abierto a todos los países de la región, sin exclusiones y sin presencia de Estados Unidos.

Vendría después la década de los 80, con la aproximación de La Habana y el resto de América Latina en las respuestas a la llamada “crisis de la deuda” y el comienzo de la participación del líder cubano en las tomas de posesión en la región, y la de los 90, cuando la extinción de la Unión Soviética volcó al gobierno local en sobrevivir a ese impacto.

A fines del siglo pasado, comenzó a hacerse  evidente una tendencia regional hacia gobiernos de izquierda o centroizquierda que “toman distancia” de Washington, con sus matices. Ese sería el camino emprendido por Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela, entre otros.

Por entonces, Castro observaba con satisfacción el cambio del mapa latinoamericano. “Hay que reflexionar, hay que observar mucho e informarse bien”,  advirtió durante  una visita a La Habana, en los últimos días de 2005 Evo Morales, poco antes de asumir la presidencia de Bolivia.

Como muestra de su apoyo al diálogo y la negociación para resolver conflictos políticos, entre 2004 y 2005 La Habana fue escenario de conversaciones entre el gobierno de Colombia y el  izquierdista Ejército de Liberación Nacional (ELN), que no fructificaron.

La proyección fue continuada por el presidente  Raúl Castro, quien dio cobijo desde 2012 hasta este año al diálogo entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que lograron un acuerdo refrendado el miércoles 30 de noviembre por el Congreso legislativo de esa nación.

“Personalmente lo extrañaré, habrá una ausencia, quién me enseñará, quién me reflexionará, quién me cuidará, quiénes nos cuidarán”, dijo Morales, aún presidente boliviano, el martes 29 durante un multitudinario homenaje póstumo en la habanera Plaza de la Revolución. “Fidel puso a Cuba en el mapa del mundo, luchando contra la codicia del imperio”, señaló.

Los gobiernos progresistas se beneficiaron con programas sociales a los que Cuba apoyó con personal humano para ofrecer atención médica, alfabetizar, promover la cultura y el deporte.   Solo la Escuela Latinoamericana de Medicina, inaugurada en 1999, graduó hasta ahora más de 27.000 médicos.

En ese nuevo entorno, Castro reforzó su proyección regional. “Nunca se vio tanta rebeldía”, comentó cuando el 4 de junio de 2009, la OEA aprobó una resolución que puso fin “sin condiciones” a la suspensión de Cuba como miembro pleno.

Pero el gobierno a cargo desde 2006 de Raúl Castro rechazó el regreso a la OEA, a la cual su hermano Fidel llamaba “ministerio de colonias” (de Estados Unidos),  y prefirió esquemas de integración como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA),  la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la Comunidad del Caribe (Caricom).

La reinserción de La Habana en América Latina quedó totalmente consagrada con la participación activa de este país en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en la cual Cuba ejerció la secretaria pro tempore en 2013. En este mecanismo conviven gobiernos de diferentes corrientes políticas e ideológicas.

“Fidel fallece con un gesto clarísimo de nunca haber claudicado ante la influencia externa, ni siquiera la soviética, respetando siempre la soberanía cubana”, dijo Zamorano, para quien “aunque con realidades distintas, Cuba sin duda ha influenciado a procesos reformistas o de inspiración revolucionaria en innumerables momentos de la historia y en los últimos años”.

En su opinión, si algo demuestra “la gesta épica de los barbudos de la Sierra Maestra, y luego las más de cinco décadas de sobrevivencia de la Revolución Cubana”,  es que es posible “para el progresismo de América Latina construir proyectos alternativos a la ortodoxia política que impone el modelo estadounidense político y económico”.

Los restos cremados de Castro reposarán desde el domingo 4 en el cementerio Santa Ifigenia, de  Santiago de Cuba, a 847 kilómetros al este de La Habana. Esa provincia oriental, considerada cuna de la Revolución, cobija a la Sierra Maestra, el escenario principal de la guerra de guerrillas que comandó hasta tomar el poder el primero de enero de 1959.

Desde ese entonces, en muy contadas ocasiones se le vio sin su uniforme verde oliva. El miércoles 30 una caravana con sus cenizas partió desde La Habana hacia Santiago de Cuba, para reeditar, en sentido inverso, el recorrido que hizo Castro al frente de los rebeldes hacia la capital, donde llegó el 8 de enero.

El histórico líder cubano falleció en la noche del pasado 25 de noviembre, a los 90 años. Al enfermar gravemente el 31 de julio de 2006, delegó sus funciones ejecutivas en su hermano  Raúl Castro, que asumió plenamente la presidencia en 2008.

Editado por Estrella Gutiérrez

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