Leti, una guatemalteca que sueña con tener una finca avícola

Sandra Leticia Gregorio, Leti, revisando los huevos en su incubadora. Crédito: ONU Guatemala
Sandra Leticia Gregorio, Leti, revisando los huevos en su incubadora. Crédito: ONU Guatemala

Sandra Leticia Gregorio, o Leti, como le gusta más que le llamen, tiene 37 años y dos hijos adolescentes. Hace 13 años, su marido se marchó desde Guatemala a Estados Unidos y desde entonces nunca más se volvieron a ver.

Aunque el marido le ayuda a pagar el colegio del hijo mayor, ha dejado de enviarle las remesas de forma periódica, lo que agrava la situación financiera de su hogar, un hogar extremadamente humilde que comparte con sus padres en la comunidad de Caulotes de Quezaltepeque, en el departamento oriental de Chiquimula.

Leti, como otras muchas mujeres campesinas se enfrenta a problemas económicos.

“Las mujeres no tenemos mucho tiempo de ir a trabajar para ganar dinero, porque la mayor parte del tiempo lo empleamos en la cocina, en la casa, donde nadie nos paga ni recibimos salario. En la mayoría de los casos el esposo lleva el dinero a la casa y entonces allí hay límites, puesto que una no puede disponer de todo lo que quiere”, asegura.

Hace unos cinco años se hizo socia de la Asociación Campesina Intercomunal de Quezaltepeque (ACIDEQ) y empezó trabajando con 10 gallinas.

Con su reciente participación en el proyecto de ONU Mujeres, que ejecuta en conjunto con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), Leti cuenta que ha podido aprender y mejorar su producción avícola.

“Nos facilitaron incubadoras, ni pasaba por mi mente cómo eran, porque yo me las imaginaba totalmente diferentes, y entonces nos enseñaron cómo aprovecharlas”, cuenta.

“Y sí, aprendí bastante con eso, porque empezamos incubando, solo sacamos la mitad y ya después empezamos a sacar más. Ahora tengo más pollos propios, porque aparte de los que tenemos como grupo yo tengo los míos, y ya a los tres o cuatro meses están grandotes y los voy a vender”, explica.

El proyecto también les permitió acceder a cosechadoras de agua, lo que supuso a las mujeres ahorros en la producción.

“Sobre todo por el tiempo, porque cuando nos quedábamos sin agua nos tocaba ir al río, que es como media hora para llegar, y de regreso, como es para arriba, otros 45 minutos. Entonces tardábamos más de una hora para ir a buscar agua al río”, cuenta Leti.

La producción les sirve a las mujeres tanto para alimentar a su familia como para generar ingresos vendiendo las gallinas y los huevos. Sin embargo, Leti reconoce que los inicios del proyecto fueron duros.

“Fueron tres meses pesados, pero ahorita ya van solitas, las gallinas grandes con la venta de los huevos se mantienen solas y también alcanza el dinero para mantener a los chiquititos”, dice.

Leti ya sueña con poder venderlas asadas o cocidas y “tal vez hacer un rancho (finca avícola) y poner un rótulo en el camino diciendo se venden gallinas o caldo de gallina criolla”, sonríe.

Leti se define a ella misma como una mujer honesta, sincera, trabajadora y fuerte: “Yo les digo a las mujeres que se esfuercen por lo que quieren, que si alguien les dice no puedes porque eres mujer, que se tapen los oídos y digan sí puedo, porque no es porque seamos mujeres que no podamos”.

“Tal vez nos hace falta valor, porque desde chiquita le dicen a una que por ser mujer no tiene fuerza, no déjalo, que lo haga él porqué él si tiene fuerza, porque es varón. Y entonces a una se le mete eso en la mente, de que no puede, pero sí se puede”, reflexiona.

Esta historia es parte de la publicación “Voces desde el terreno”, un compendio de 30 historias de mujeres empoderadas, a través del programa Ampliando las Oportunidades Económicas para las Mujeres Rurales Emprendedoras en América Latina (BEO, en inglés) una iniciativa de ONU Mujeres y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).

Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO

Revisado por Estrella Gutiérrez

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