El sol endulza una panadería de mujeres en el Brasil semiárido

Grupo de las panaderas que trabaja el turno de los miércoles. Al centro, con camisa oscura, la presidenta de la Asociación Comunitaria de Varzea Comprida dos Oliveiras, Solange de Oliveira. En el extremo derecho Cesar Nóbrega, coordinador del Comité de Energía Renovable del Semiárido, que implantó el sistema solar en la panadería de esa comunidad rural del estado de Paraiba, en el noreste brasileño. Crédito: Mario Osava/IPS
Grupo de las panaderas que trabaja el turno de los miércoles. Al centro, con camisa oscura, la presidenta de la Asociación Comunitaria de Varzea Comprida dos Oliveiras, Solange de Oliveira. En el extremo derecho Cesar Nóbrega, coordinador del Comité de Energía Renovable del Semiárido, que implantó el sistema solar en la panadería de esa comunidad rural del estado de Paraiba, en el noreste brasileño. Crédito: Mario Osava/IPS

“El sol que nos castigaba ahora nos bendice”, glorificó una de las 19 campesinas que operan la Panadería Comunitaria de Varzea Comprida dos Oliveiras, un asentamiento de la zona rural de Pombal, un municipio del estado de Paraiba, en el interior semiárido del Nordeste de Brasil.

“Sin la energía solar nuestra panadería estaría cerrada, tendríamos que pagar más de mil reales (265 dólares) mensuales de electricidad”, constató Glauciene Ferreira Freire, de 34 años, agrónoma con maestría en sistemas agroindustriales quien preside la asociación del emprendimiento.

El costo energético, aparentemente bajo, corresponde a la aún limitada producción que se concentra más en pasteles dulces que en panes. La también llamada fábrica de “Bolo das Oliveiras” (pastel de las Oliveiras), marca de sus productos, solo opera tres días en la semana.

Las 19 mujeres que trabajan en el lugar se turnan en tres grupos que laboran el lunes, miércoles y sábado. A veces, en general cada quincena, un grupo se encarga de atender pedidos de pasteles para escuelas en los martes.

La jornada en que IPS visitó la comunidad, ese grupo trabajó de medianoche a las 15 horas, “sin descanso” para hacer 406 kilos del producto.

Ellas ganan poco, cada dos o tres meses se reparten las utilidades netas. La última vez alcanzó 500 reales (135 dólares) para cada una.

Pero no se trata solo de un negocio, con grandes posibilidades de expansión. Se revitalizó la vida comunitaria, de la mano de las mujeres, y se está estimulando mayor producción local de insumos para los pasteles: papas, leche, mantequilla, huevos, yuca, zanahoria y maíz que ganan valor agregado.

“Las mujeres ganaron más respeto”, subrayó Solange de Oliveira, de 42 años y dos hijos, presidenta de la Asociación Comunitaria que representa 84 familias de la pequeña localidad.

La Panadería Comunitaria con su techo de placas fotovoltaicas que permiten reducir el costo de energía. Eso viabilizó el emprendimiento operado por 19 mujeres de Varzea Comprida dos Oliveiras, en la zona rural de Pombal, un municipio del estado de Paraiba, en el noreste de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS
La Panadería Comunitaria con su techo de placas fotovoltaicas que permiten reducir el costo de energía. Eso viabilizó el emprendimiento operado por 19 mujeres de Varzea Comprida dos Oliveiras, en la zona rural de Pombal, un municipio del estado de Paraiba, en el noreste de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS

“Además del ingreso adicional, mejoró nuestra vida con la integración entre vecinos y el reconocimiento afuera”, resumió Irismar Matos, de 52 años y dos hijos ya adultos. La comunidad pasó a recibir visitas de gobernantes, autoridades religiosas, extranjeros interesados en el proyecto.

El sistema fotovoltaico instalado en la panadería representó más que tener electricidad propia. “Trajo conocimiento, experiencia en trabajo asociativo, autoestima”, destacó Cesar Nóbrega, coordinador del Comité de Energía Renovable del Semiárido (CERSA).

Fue el CERSA, un grupo de activistas, investigadores académicos, organizaciones sociales y asociaciones variadas, que aportó, con recursos del Fondo Socioambiental Casa, las instalaciones para la generación energética. Además de los equipos impartió cursos sobre significado y operación de la energía solar a decenas de pobladores locales.

Varzea Comprida dos Oliveiras es una comunidad tradicional de agricultores familiares, dedicados a la producción hortalizas, maíz, frijoles, frutas y leche en la ecorregión del Semiárido brasileño, que sufrió una fuerte sequía en los últimos seis años.

Su activa asociación favorece la agregación de actividades agroindustriales, por eso atrajo el interés de CERSA en convertirla en un ejemplo pionero y demostrativo de uso exitoso de la energía solar.

Es una tendencia regional. En el mismo municipio de Pombal, otra comunidad rural, São João, creó el Agroindustria Fonte de Sabor, que procesa pulpa de frutas. Allí también la energía solar jugó importante papel, reduciendo costos en un 70 por ciento.

Glauciene Freire, presidenta de la asociación que opera la Panadería Comunitaria, lleva una bandeja de pasteles al horno. Ella es agrónoma con maestría en sistemas agroindustriales, la primera de una docena de campesinas ya graduadas en la universidad o estudiando ella. Crédito: Mario Osava/IPS
Glauciene Freire, presidenta de la asociación que opera la Panadería Comunitaria, lleva una bandeja de pasteles al horno. Ella es agrónoma con maestría en sistemas agroindustriales, la primera de una docena de campesinas ya graduadas en la universidad o estudiando ella. Crédito: Mario Osava/IPS

La ecorregión del Semiárido, con más de 24 millones de habitantes, un tercio en el campo, es un territorio de intensa insolación, factor de pérdidas agrícolas y de la evaporación que agrava las sequías, pero que se vuelve positivo ahora por su aprovechamiento energético.

En Varzea dos Oliveiras, con las familias disponiendo de poca tierra, buena parte de solo media hectárea, la alternativa son hortalizas e iniciativas colectivas, según Aires Umberto Vieira, asesor social de la Diócesis católica local que apoyó la construcción de la panadería solar.

La comercialización es el cuello de botella de la panadería, que depende mucho del Programa Nacional de Alimentación Escolar por el cual 30 por ciento de la comida ofrecida a los alumnos de escuelas básicas y secundarias públicas debe ser adquirida de agricultores familiares.

“De un contrato de 105.000 reales (cerca de 28.000 dólares) para proveer escuelas estadales en este año, solo han cumplido un 18 por ciento” a la mitad del año, se quejó Oliveira, la presidenta de la Asociación Comunitaria.

La panadería opera desde diciembre de 2016, pero su puesta en marcha costó una batalla de varios años y algunos desconciertos.

Muchas mujeres de la comunidad ya hacían pasteles en sus casas para venta a vecinos, o en ferias callejeras, como fuente de ingresos adicionales. Decidieron producirlos colectivamente.

Joaquim de Souza Neto, estudiante de ingeniería ambiental al lado del biodigestor que beneficiará la comunidad rural de Varzea Comprida dos Oliveiras con la producción y envase de biogás. El abono que deriva del procesamiento del estiercol animal fertilizará una plantación de frutales que mejorará la alimentación y los ingresos de los campesinos en esta localidad nororiental brasileña. Crédito: Mario Osava/IPS
Joaquim de Souza Neto, estudiante de ingeniería ambiental al lado del biodigestor que beneficiará la comunidad rural de Varzea Comprida dos Oliveiras con la producción y envase de biogás. El abono que deriva del procesamiento del estiercol animal fertilizará una plantación de frutales que mejorará la alimentación y los ingresos de los campesinos en esta localidad nororiental brasileña. Crédito: Mario Osava/IPS

Primero, en mayo de 2015, lograron los equipos y una camioneta de los gobiernos municipal y estadal, pero no tenían donde instalarlos. Luego, con apoyo de la diócesis y Vieira, consiguieron una ayuda de la Fundación Populorum Progressio, del Vaticano, para construir la sede de la Panadería. Por último, el proyecto se viabilizó con la energía solar aportada por CERSA y el Fondo CASA.

“Mi deseo es extender esa energía a todas las familias”, de manera que todos ahorren los costos de la cuenta de luz, manifestó Oliveira.

La forma usual, de microgeneración por paneles fotovoltaicos en cada hogar, es poco viable por tratarse de familias de bajo consumo y beneficiadas por la “tarifa social”, es decir subsidios en el precio de la electricidad.[related_articles]

No vale la pena, mientras se mantenga en Brasil la norma de que los consumidores no pueden vender energía, solo generarla para descontar de su cuenta ante la empresa distribuidora. Es decir nada ganan con producir excedentes. Para los pobres, como los agricultores familiares en general, cualquier placa fotovoltaica ya sería excesivo.

Pero organizados en cooperativas sí que podrían beneficiarse de esa alternativa, cree Nóbrega.

Mientras, la comunidad de Oliveiras se aprestan a contar con otra fuente energética, el biogás, producido en un biodigestor, acompañado de sistemas de purificación, compresión y envase del gas en los botellones usados para gas de cocina (butano).

El proyecto ofrecido por la Incubadora de Agronegocios de Cooperativas, Organizaciones Comunitarias, Asociaciones y Asentamientos Rurales de Paraiba (IACOC), produce 7,8 botellones de biogás al mes, informó Joaquim de Souza Neto, estudiante de ingeniería ambiental que lo ejecuta.

Un segundo biodigestor doblará esa producción, permitiendo más ahorro o ingresos adicionales para la comunidad.

Además, el proceso, que usa estiércol del ganado vacuno como insumo, produce un abono natural que fertilizará un pomar que también generará ingresos futuros, anunció el estudiante de la Universidad Federal de Campina Grande en el campus de Pombal, donde tiene sede IACOC.

Esas alternativas energéticas prometen un futuro mejor para las familias agricultoras, cuyos hijos, no por casualidad, tratan de estudiar, pese al precario transporte que los lleva a las escuelas. La comunidad de Oliveiras ya tiene nueve graduados y otros tres estudiando en la universidad.

Edición: Estrella Gutiérrez

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