Una escuela se transforma en modelo de energía y agua en Rapa Nui

El techo de la original sede de la Fundación Toki en la Isla de Pascua o Rapa Nui, situada a 3.800 kilómetros de las costas chilenas, cumple la doble función de recuperar el agua lluvia la cual se conduce a ocho grandes estanques de acumulación y de generar energía eléctrica mediante seis paneles solares. Crédito: Orlando Milesi/IPS
El techo de la original sede de la Fundación Toki en la Isla de Pascua o Rapa Nui, situada a 3.800 kilómetros de las costas chilenas, cumple la doble función de recuperar el agua lluvia la cual se conduce a ocho grandes estanques de acumulación y de generar energía eléctrica mediante 18 paneles solares. Crédito: Orlando Milesi/IPS

Una escuela da el ejemplo en la capital de la Isla de Pascua (Rapa Nui, en lengua indígena) sobre el manejo limpio con uso de energía solar, la recuperación de agua lluvia y una huerta orgánica, además de salas y espacios construidos con materiales de desechos, en este territorio chileno de la Polinesia.

Rapa Nui (rapa grande) está en el triángulo polinesio de Oceanía: Hawai en el norte, Nueva Zelanda en el sur, y Maori y Rapa Nui en el este. En la isla chilena viven cerca de 8.000 personas en forma estable, la mayoría familias originarias del pueblo rapanui. A ellas se suman 120.000 turistas que la visitan cada año.

Con una superficie de 163,6 kilómetros cuadrados y una forma que semeja un triángulo, a la isla la apodan “ombligo del mundo” porque está a 3.800 kilómetros del continente.

En este territorio especial y municipio chileno, su denominación administrativa, nació hace siete años la Fundación Toki, por el impulso de 11 jóvenes, entre ellos la premiada pianista pascuense Mahani Teave, de 35 años, hija de una estadounidense y de un artista plástico local.

Gracias a la escuela de la Fundación, emplazada a tres kilómetros de Hanga Roa, la capital de la isla y su único centro poblado, cientos de niños rapanui han pasado por talleres de música.

Unos estudian música clásica (violín, piano, violoncelo y trompeta) y otros la tradicional, con el popular ukelele. Niños desde los seis años asisten a los talleres por la tarde, luego de ir a la escuela regular.

El estadounidense Michael Reynolds, apodado el arquitecto de la basura, diseñó la casa escuela sede de Toki, de 850 metros cuadrados con ocho salas de clase más un pequeño auditorio y una terraza techada.

Reynolds estuvo unos dos meses en Hanga Roa para construir junto a 80 voluntarios la peculiar instalación, usando neumáticos, botellas de vidrio, cartón, latas y tierra compactada.

“Construyeron con basura la estructura y obra gruesa”, resaltó a IPS Carla León, de 30 años y coordinadora de la escuela de la Fundación, que el año pasado atendió a 120 alumnos, quienes volverán en marzo a las aulas, tras el periodo de vacaciones del verano austral.

En su techo la casa tiene desde hace tres años 18 paneles solares para aprovechar la fuerte radiación y convertirla en energía eléctrica. Los paneles generan 10 kVA de potencia y abastecen el total de la electricidad que requiere la escuela.

Pero Enrique Icka, de 34 años, director de la Fundación y pareja de Mahani, dijo a IPS que quieren ampliar la experiencia a un recinto aledaño donde funcionará la gestión cultural creando así una micro red eléctrica.

En una huerta orgánica, la Fundación Toki busca en Rapa Nui o la Isla de Pascua, el territorio chileno en la Polinesia, la forma más eficiente para recuperar cultivos ancestrales de los rapanui, con mínima mano de obra, aprovechando de la mejor forma la tierra y rescatando los jardines de piedras que evitan la erosión y mantienen la humedad. Crédito: Orlando Milesi/IPS
En una huerta orgánica, la Fundación Toki busca en Rapa Nui o la Isla de Pascua, el territorio chileno en la Polinesia, la forma más eficiente para recuperar cultivos ancestrales de los rapanui, con mínima mano de obra, aprovechando de la mejor forma la tierra y rescatando los jardines de piedras que evitan la erosión y mantienen la humedad. Crédito: Orlando Milesi/IPS

La generación de electricidad usando paneles solares es muy relevante en esta isla cuyo abastecimiento eléctrico depende de los 300.000 litros de petróleo que barcos cisternas traen cada mes desde el continente para responder al consumo de sus habitantes que es de 2,5 megavatios (MW).

La generación y distribución eléctrica está a cargo de la empresa Sasipa, que en noviembre del 2018 inauguró la primera planta fotovoltaica, Tama Te Ra (primeros rayos del sol, en rapanui), cuya generación es solo diurna, mediante 400 paneles fotovoltaicos, con una potencia de 105 kilovatios.

Atiende así entre dos y  ocho por ciento de las necesidades de energía de Rapa Nui.

La Fundación Toki es también pionera en la recuperación de agua lluvia. El techo curvilíneo de su casa recoge el agua lluvia que es llevada a ocho estanques con forma de torreones de piedra, cada uno con capacidad para 5.000 litros.

“Es tiempo de cuidar el agua”, dijo a IPS el alcalde de Isla de Pascua, Pedro Edmunds Paoa.

“Hace cuatro gobiernos (16 años) que solicito que se instalen pozos de medición para saber cuánta agua tenemos  y cuán peligroso es la forma como la estamos obteniendo. Esa información es importante hoy y no se está haciendo  la inversión”, aseveró.

“Mientras tanto, iniciamos nuestro propio tema de concientización trabajando con fábulas para que los niños comprendan el valor del agua, la cuiden y digan a sus padres que no rieguen cuando hay lluvia, por ejemplo”, indicó.[pullquote]1[/pullquote]

El agua potable en Rapa Nui es proporcionada también por Sasipa que tiene seis pozos de extracción, desde la cual el líquido se canaliza a igual número de estanques para potabilizarla.

Mientras, el sistema de recolección del agua lluvia de la Fundación Toki comenzó a ser replicado en algunas casas de la isla, y se espera que el modelo siga extendiéndose.

Eso resulta importante para la isla porque en el futuro “vamos a tener una gran escasez del recurso hídrico”, advirtió a IPS la abogada Tiare Aguilera Hey, de 37 años y experta en planificación urbana y territorial.

Carolina Campos, de 42 años y directora ejecutiva de la Fundación, destacó el impulso a una huerta agroecológica con riego tecnificado con agua de pozo “que busca rescatar cultivos tradicionales como el taro (Colocasia esculenta), un tubérculo de sabor neutro”.

La huerta está en parte del terreno de 2,5 hectáreas cultivables que ocupa Toki y para cuyo riego se necesitarán unos 700.000 litros de agua.

La iniciativa recibió una valoración positiva de la gubernamental Fundación para la Innovación Agraria,  que la respaldó con un aporte equivalente a unos 90.000, en un proyecto de dos años de duración.

Diego Valenzuela, de 29 años, quien trabaja hace seis meses en estos cultivos, mostró a IPS orgulloso el crecimiento de tomates,  lechugas, limones, naranjas, chirimoyas y 80 plataneros, próximos a producir.

En el mismo lugar se impulsan también los manavai o jardines de piedra, que facilitan la agricultura pues sus piedras protegen a los cultivos de la erosión, mantienen la humedad, conservan la temperatura y dan minerales a las plantas.

Con este tipo de jardines sobrevivieron los rapanui en tiempos más duros, recordó Valenzuela.

En el futuro los jardines se usarán para recuperar otra especies ancestrales, como el toromiro (Sophora toromiro), árbol endémico de Rapa Nui que hoy solo está en los viveros de la estatal Corporación Nacional Forestal.

Cuatro niños del liceo Aldea Educativa de Rapa Nui fueron invitados a participar en la última Conferencia de las Partes sobre cambio climático, en Polonia, para explicar estos jardines.

“Son varias las líneas que impulsamos. La primera fue la escuela de música y arte para dar oportunidades que no existían a los niños”, explicó Teave a IPS.

“Que practiquen música, vengan  a clases y compartan implica que no están en las calles drogándose. Aquí aprenden lo del respeto: si tú puedes tocar al lado de una mujer chelista, escucharla y  estar de igual a igual, probablemente en tu matrimonio no la vas a golpear”, aseveró.

Según Teave,  Toki busca “hacer un aporte acá en la isla que, por ser tan visible a nivel mundial, puede tener un impacto  en otros  lugares, inspirar a otra gente y servir como modelo”.

Icka destacó a IPS que todas estas iniciativas en Toki “nacen de la cosmovisión rapanui y por el impulso de gente joven de la isla”.

Destacó asimismo el trabajo colaborativo expresado  “con la participación de más de 1.000 voluntarios en todos estos años”.

Tehave subraya la necesidad de rescatar las raíces del pueblo rapanui, incluido el idioma “que es la raíz de  toda esta cultura”.

“Necesitamos poner todo de nosotros para recuperar esa cosmovisión ancestral que tiene que ver con el respeto y muchos conocimientos que se estaban perdiendo y que algunas personas de acá también están tratando de rescatar”, sostiene.

La artista cree, asimismo, que recuperar especies que no se están cultivando usando sistemas más eficientes puede derivar en “producir  acá, en la isla, lo que nosotros mismos comemos”.

Edición: Estrella Gutiérrez

 

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